San Luis Potosí

            

Desde hace mas de tres mil años se ha gritado con reciedumbre, se oyó decir de ellos en Cerro Grande, en el Peñón Blanco, en el Cerro del Aguila, en la Mesa de los Caballos hasta el Picacho de Bernalejo, lo mismo que en el Sótano de las Golondrinas, allá en Aquismón.

 

 

Son los hombres Aguila, dicen, en la sierra de Alvarez y allá donde crecen los framboyanes, las bugambilias, los crotos y los palos de rosa. Se platica de ellos en las riberas del río Calabacillas,  río la Laja, Río Verde, Río Valles, Río Tampaón, en el Tamuín, lo mismo que en el Salto, El Naranjo y la Lloviznosa.

 

 

 

 

Son los hombres del arco y la flecha, los hombres de la dispersión que defienden hasta la muerte su tierra, la tierra donde corre el oro, la yuca, la biznaga, el mezquite, los pirules y el samandoque, defienden la tierra donde vive el conejo, la liebre, la ardilla, los coyotes, donde vuelan las codornices, los tordos, los zenzontles, los palomos, los gavilanes, donde vigila el gato montés.

 

Es la Gran Chichimeca, la zona del Gran Tunal, como alguien la ha llamado, son los tiempos de la libertad que se ve amenazada, son los hombres que estaban muy lejos de ser congregados en pueblos trazados a cordel, lejos de ser sometidos, de ser destinados a la construcción de ciudades para otros hombres y a edificar templos para otros dioses.

 

Cuenta Joaquín Meade: “Existe la creencia que la primera migración, fue la de una raza afín a la Chichimeca y la segunda a la Maya o la Tolteca, en la que se fundó seguramente la llamada Olmeca. En todo caso es probable que el grupo Chichimeca se estableció muy temprano en tierras potosinas”. A su vez dice Gerste que los Tenochcas veían en los Chichimecas a los primeros pobladores del continente.

 

Bernardino De Sahagún, humanista preocupado de rescatar, dentro de las limitaciones de la época, pero con un gran sentido de la ciencia, una cultura que jamás se imaginó existiera, dijo: “… estos dichosos Toltecas se nombran Chichimecas y no tenían otro nombre particular sino el que tomaron de la curiosidad y el primor de las obras que hacían, que se llamaban toltecas que es tanto como si dijésemos oficiales, pulidos y curiosos.”

 

Dentro de este gran territorio, que ahora es el suelo potosino, no podría haber otro dios que no fuese el sol, dador de todos los bienes y que sus ritos de congratulación solo se dieran al aire libre. Como se han venido haciendo por cientos de años, por milenios, en las grandes ciudades mesoamericanas, con una concepción a la divinidad, distinta a la occidental, lo mismo que del urbanismo y la convivencia. A todos estos quehaceres culturales hemos estado cerrados por decreto, de tal suerte que los que somos indios nos queremos llamar mestizos.

 

Sigue diciendo Sahagún en su obra monumental: “ … de las mujeres había muchas que sabían hacer labores en las mantas, en enaguas, en huipiles, que tejían muy curiosamente; pero todas ellas labraban lo dicho de hilo de maguey, que sacaban y beneficiaban de las pencas; Hilbanábanlo y tejíanlo con muchas labores… aunque sabían hacer muchas formas de ropa…”

 

Así era la Gran Chichimeca antes del “ Bramo “, ese grito aterrador que se diera al descubrirse las minas de Cerro San Pedro y que fuera el estallido que reuniera los intereses de los españoles y trajera la ruina de los dueños originales de estas tierras. Los Huachichiles que semejan gorriones y en lugar de la peluca española, usaban el color bermejo, vivían y disfrutaban estas tierras de frontera, hasta el día en que supieron que Hernán Cortés llegaba a la tierra de los Téenek, a Tancuyalab.

 

Todavía se recuerda cuando Nuño De Guzmán, marcó como animales a mas de 10 000 Huastecos y muchos de ellos prefirieron el suicidio a la humillación, estos hechos han sido repetitivos durante los 300 años de estancia de los españoles en éstas tierras y los 200 años de los mestizos, hasta nuestros días, que ya suman 500.

 

Por eso los Cuachichiles atacaron a cuanto español se acercaba al Gran Tunal y a esta guerra de guerrillas la llamaron salvajismo, cuando era solo el esfuerzo de un pueblo para impedir que se llevara a cabo el trazo de ese camino tan terrible para la región Chichimeca que llamaron el Camino De La Plata.

 

 

 

 

La irrupción española trajo un rompimiento en la cultura mesoamericana en todos los órdenes, como jamás se había visto en la historia de la humanidad y con ello privó al mundo, al género humano de encontrarse con una cultura, con una forma de vivir y de pensar no prevista, ni mucho menos imaginada por Occidente.

 

Había una comunidad Cuachichil, en donde ahora llamamos muy familiarmente  Plaza de Fundadores, esta comunidad era de cazadores, que poco usaban la agricultura, pero con el Juego de Pelota, sus ritos realizados hacia los cuatro puntos cardinales, el uso del Jiculi, recordaban a esas antiguas culturas que dejaron cuecillos, figuras humanas en barro, cerámica y muchos vestigios más en esta zona donde ahora es la Ciudad de San Luis Potosí y que demuestra a pesar de muchos decires en contrario, que hasta estas tierras de frontera había llegado la cultura del maíz y de la escritura matemática, antes de las invasión española.

 

Se quiere olvidar a mas de algún historiador, el pasado y el aporte de esta cultura que pensó un mundo diferente en todos los órdenes al de España y Occidente y lo recreó muy extensamente, baste como ejemplos: El Tajín, Tula, Teotihuacan, Monte Albán o Tikal, entre muchos otros ejemplos grandiosos, lo mismo que su concepto y desarrollo de la escritura, la fonética, el avance de su medicina, su insuperable técnica agrícola entre muchos otros ejemplos que se pudieran dar.

 

Esta comunidad y la que se había ya establecido en lo que ahora es el barrio de Tequisquiapan, mas el aporte de los tlaxcaltecas, los hombres del sincretismo, dan origen a la actual ciudad de San Luis Potosí. De ellos nace una identidad, el aporte para la construcción de la ciudad española, que ahora llamamos centro histórico y de sus barrios o altepetles: Tlaxcala y Santiago, y al rededor del Convento Grande de San Francisco, los barrios que ahora conocemos como San Miguelito y San Sebastián.

 

Así que el lugar denominado puesto de San Luis Potosí, que debiera dar origen a la ciudad indígena, da de pronto lugar a una fundación o pueblo de españoles, que sirvió de morada a los gambusinos, pero la creación  de la ciudad que se va formando hasta ahora y por mas de 400 años y más propiamente en los siglos XVl, XVll. Y XVlll, es obra de la destreza, la posibilidad de adaptación y de sincretismo de los Cuachichiles, Tlaxcaltecas, Tarascos y otros pueblos que se avecindaron en la prosperidad de la nueva población que diò oro, maíz e intercambió bienes a la Antigua y a la Nueva España.

 

 

 

 

Tanto los misioneros como los colonizadores ensayaron métodos de dominación, unos violentos, otros pacíficos. Su atención se dirigió a los jóvenes indígenas, los pilhuanes, al conocimiento de las lenguas nativas, a las costumbres, por ello escribieron diccionarios, catecismos, confesionarios y más en lenguas naturales.

 

Se tiene como fecha de fundación de la Congregación de Cuachichiles en el puesto de San Luis, el 25 de agosto de 1583, puede ser tradición o historia al concepto occidental, de cualquier modo debe respetarse, la costumbre se hace ley y el de la fundación española en el mismo lugar el 3 de noviembre de 1592, quedando para la posteridad y hasta nuestros días la celebración de la fundación la primera fecha o sea la indígena y dándole crédito como fundadores a Fray Diego De La Magdalena y a Miguel Caldera, el tristemente celebre ganador de la guerra Chichimeca, iniciada en 1550 con la entrada del camino de la plata o dicho de otro modo con la invasión de los españoles.

 

Cuenta Arnoldo Kaiser: “Lo que es hoy San Luis Potosí ha sido resultado de la fusión del núcleo urbano formado por los siglos XVI, XVll, y XVlll con sus siete barrios o villas a saber: Tequisquiapan, Santiago, Tlaxcala, San Miguelito, Montecillo, San Sebastián, San Juan de Guadalupe. Estos barrios se formaron casi al mismo tiempo que la ciudad y tuvieron su vida propia durante gran parte de su existencia, con sus tradiciones, costumbres y celebraciones, muchas de las cuales aún subsisten… ahora los barrios ya están integrados a la mancha urbana, pero siempre seguirán siendo parte de las raíces y la identidad de los habitantes de San Luis Potosí.»

 

Estos pueblos indios fueron creciendo y pronto hubo  30 tiendas de mercadería de géneros, 17 tendajones que vendían piloncillo de la huasteca, azúcar, cacao, pimienta, canela. Surgieron los sastres, los carpinteros, los herreros, los sombrereros, los tejedores, los curtidores, los albañiles, los hojalateros, los pintores, los armeros, los encuadernadores, los doradores y los hábiles plateros. Las tenerías de cordobanes, suelas y bandanas, telares para hacer frazadas, colchas y alfombras, fábricas de salitre para sacar la plata. San Luis Potosí se iba enriqueciendo.

 

Fue naciendo la parroquia y las casas reales, el convento grande de San Francisco, los templos de San Agustín, La Merced y  La Compañía, el hospital de los Juaninos, el beaterio de San Nicolás,  las plazas y las casas de los españoles, mientras los barrios permanecían con sus modestas capillas de indios, a sabiendas que ellos eran los constructores del rico ya San Luis Potosí.

 

Esa capilla de la Santa Veracruz, construida para dar inicio al pueblo de indios de San Luis, debe ser recordada con orgullo por todas las generaciones de potosinos, como una tentativa de los verdaderos dueños “del Gran Tunal”, Los habitantes inmemoriales de este lugar, que algunos han llamado también Tangamanga, tuvieron el sueño de vivir en paz y sin colonizadores, pero la historia no fue así.

 

Jamás debemos olvidar la importante fundación del barrio de Tlaxcala, allá por el año de 1592 a la par de la ciudad española de San Luis Potosí, esta con su convento franciscano y su capilla que guarda a la diosa madre concepto mesoamericano, pintada por José Pardo y desde luego asistir el 15 de agosto al paseo de las bateas floridas y las danzas, recuerdo de tiempos idos y de resistencia callada de una de las culturas civilizatorias del mundo que se niegan a morir.

 

Tampoco debe quedarse fuera de nuestra memoria el barrio de Santiago y recordar que la veneración a sus antepasados, costumbre eminentemente mesoamericana o indígena, les hizo levantar allí su capilla. Las dos cupulillas del templo son para recrearse, lo mismo que las pinturas de Arellano, sus muy maltratados doce apóstoles realizados por José Correa y la fiesta del Señor Santiago,  Huichilopochtli, cada 25 de julio, recordando que al apóstol Santiago lo subieron al caballo los españoles para conquistar los pueblos mesoamericanos con la espada.

 

Está presente en la memoria de esta ciudad el barrio de San Sebastián, al sudeste,  un poco posterior su creación a los ya citados y en él se celebra al dios adolescente o Matove, cada 20 de enero, que tiene su contraparte en el Señor San Sebastián, allí se da también la entrada de la cera en la víspera, danza de concheros durante la celebración. Recuerdo que debe dejarse de lado a quienes se oponen al recuerdo que identifica, resiste y transforma, al ver estas manifestaciones culturales.

 

San Miguelito el barrio nacido a la par que el Convento Grande de San Francisco, es quien da identidad a este pueblo potosino. Junto a él nacen las capillas indígenas de la Santísima Trinidad y la Tercera Orden, lo mismo San Miguel Arcángel y Nuestra Señora de los Dolores. El 29 de septiembre de cada año recuerdan al Arcángel Guerrero que los identifica plenamente, lejos están ya las guerras floridas que daban vida eterna al sol.

 

Al oriente está el barrio de Montecillos, con su San Cristóbal Guatemalteco y su dios, el Señor de las Misericordias, celebrado en las fechas de la recolección, en  los finales del mes de agosto, discreto oye el paso del tren y mira hacia el frente al Señor de los Trabajos, todas estas son tradiciones sincretizadas, muestra de la resistencia de la cultura mesoamericana que durante estos últimos 500 años ha podido sobrevivir, para dar al mundo la oportunidad de rescatarla.

 

Mas apartado está San Juan de Guadalupe, otro barrio de indios, donde la diosa abuela, la madre de todos los dioses sentó sus reales y desde ahí busca y mantiene la identidad de una ciudad construida por los indios para los españoles. Se me viene a la memoria la calle de la Corriente y el río Santiago, como lugares fronterizos entre el pueblo para españoles y los constructores mesoamericanos, el pueblo original de esta tierra.

 

Nuestra Señora de los Remedios, sigue rigiendo como Patrona, como lo fue en un principio, desde la Calle Real el barrio de Tequisquiapan, que significa este nombre primitivo “sobre el agua de tequesquite», para aquellos que se oponen al nombre indígena de Tangamanga para esta ciudad, donde el agua y el oro fueron parte importante de las riquezas de esta villa que fuera el hoy San Luis Potosí,

 

Que no se olviden los festejos del Colonche, vino de tuna, pulque, melcocha, miel de tuna, queso de tuna, charamuscas, pipitorias, dulce de biznagas y sin faltar las tunas blancas y  cardonas, los tacos y las enchiladas, todos ellos alimentos festivos de esta tierra de la Gran Chichimeca, llamada La Nopalera o El Gran Tunal.