Expropiación del Convento de San Francisco en México

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El robo sacrílego del Convento de San Francisco La expropiación del Convento de San Francisco en la Ciudad de Mexíco.

Este Convento, que había sido fundado desde el año de 1525 era inmenso, pues tenía 32,300 rn2 de superficie; lindaba al Norte con la Calle de S. Francisco, hoy Francisco I. Madero, al Sur con la Calle de Zuleta, hoy Venustiano Carranza; al Poniente con la Calle de San Juan de Letrán y por el Oriente llegaba hasta el Palacio de Iturbide.

Además del Templo grande, el Convento de San Francisco tenía el Templo de San José de los Naturales: Colegio fundado por Fr. Pedro de Gante que estaba en el lugar en que actualmente se levanta el almacén de la High Life; el Templo del Beneficencia, que el Clero sostenía en la República Mexicana.

Tercer Orden (donde actualmente está el Hotel Guardiola); la Capilla de Aranzazú (Templo de San Felipe de Jesús); la Capilla de Burgos (donde está ahora Cinelandia); la Capilla de San Agustín; la Capilla del Calvario (esquina de San Juan de Letrán y Venustiano Carranza) que todavía existe (donde se encuentra actualmente una ferretería), arriba de esta Capilla estaba la Capilla de San Antonio, transformada actualmente en habitación del Administrador del Hotel Jardín, en donde todavía puede verso una parte del gran jardín de San Francisco y otras muchas dependencias.

Como consecuencia de la ley «Lerdo» del día 25 de junio de 1856, que fue el comienzo en grande, de todos estos latrocinios y despojos «legales» de la Iglesia, verdaderas infancias de la Nación y de las familias que con ellas malamente se enriquecieron, el Presidente Comonfort, so pretexto de una pretendida sedición en la que estaban complicados algunos religiosos, por edicto del día 17 de Septiembre de 1856, expulsó a los Religiosos del Convento, pero habiéndose demostrado la falsedad de dicha «León (ver historia de la Nación Mexicana» del R. P. Cuevas, S. J., paginas 721 y 722), volvieron los Religiosos a su Convento el día 19 de febrero de 1857 y en él permanecieron hasta el día 28 de diciembre de 1860, Fecha en que nuevamente fueron expulsados del convento que fue expropiado.

En terrenos de él se abrieron las Calles de la Independencia, actualmente 16 de Septiembre, de Gante, (demoliéndose la Celda en que murió Fr. Margil de Jesús) y el resto fue dividido en 9 lotes para ser vendidos, cuyo avalúo alcanzó la cantidad de $400,000.00 en el concepto de que la Iglesia grande y el atrio con 1637 m2 de superficie, fueron valuados en $30,449.00.

Este lote, junto con la hermosa sacristía y antisacristía, el Templo de San Agustín, el del Tercer Orden, atrio y claustro, estos últimos valuados en $63,000.00 y la Casa del Capellán fueron adjudicados, según establece Dn. Matías Romero en la página 95 de su Obra «Mexíco and United States». «Con el apoyo entusiasta del Presidente Juárez, que participaba de mis opiniones y que quizás era más radical que yo en estas materias, por una mera bicoca; si recuerdo bien por unos $4,000.00, la mayor parte de esa suma pagadera en Bonos del Gobierno que a la sazón sólo tenían un valor nominal».

En la página 363 de la misma obra, Romero dice que el «valor de los bonos era de un 5%».

 

La Iglesia Metodista de México. Calle de Gante Núm. 5, que se aprovechó de este robo sacrílego, pues precisamente se encuentra instalada en uno de los Claustros del Convento de San Francisco incluido en la operación anterior, en la página 8 de su publicación oficial titulada «Doctrinas, Constitución y Ritual» 3a. Conferencia. Año de 1938″, califica de «providencial» esta compra sacrílega de chueco.

Más tarde pudieron los Padres de la Compañía de Jesús, rescatar el solo Templo de San Francisco por el que dieran al contado, la cantidad de $100,000.00.

Pero no se crea que trajo mucha felicidad a estos sacrílegos compradores de chueco, el «buen negocio» que hicieron; si a lo bien habido se lo lleva el diablo, ¡qué será de lo mal habido! Un libro y grande, podría escribirse refiriendo las desgracias de todas clases que cayeron sobre muchos de ellos: Discordias, enfermedades, nuevos crímenes, hasta homicidios, vinieron a poner en evidencia una vez más, la verdad de este dicho de De Maistre «El que come carne de cura, revienta».

«Fueron así muy pocos los que resultaron beneficiados con este latrocinio y en cambio, cuán numerosos fueron los que salieron perjudicados por él, especialmente las clases menesterosas, pues los numerosos y variados establecimientos de caridad que el Clero sostenía para bien de ellas, fueron mal, muy mal, pésimamente substituidos por unos cuantos de beneficencia pública, en los que no encontraban los pobres la caridad cristiana, sino únicamente los resultados de lo que, había pasado a ser para muchos, un negocio bochornoso.

Ya va diferencia de ser atendido en un hospital por una santa monja que ve en el enfermo a N. S. Jesucristo mismo y que, como a tal lo cuida, y serlo por una enfermera mercenaria que en cada enfermo ve una molestia, que no tiene en su empleo más aliciente que lo que puede cobrar o robar, y como con tanta frecuencia sucede, la sucia aventura amorosa con el médico, el practicante, o con cualquiera empleado del hospital!