Un 15 de mayo de 1867 en Querétaro

IMPERIO Y REPÚBLICA RESTAURADA.

Ante la política seguida por los liberales, los del bando conservador decidieron tomar una medida drástica, pues consideraron que sólo de esa manera salvarían al país. Fue así como pidieron apoyo al emperador francés Napoleón III e invitaron a un príncipe europeo a venir a gobernar México en calidad de emperador. El elegido fue el Archiduque de Austria, Maximiliano de Habsburgo.

La ocasión para llevar acabo esta empresa fué cuando el presidente Benito Juárez se negó a pagar las deudas que México tenía con Francia, Inglaterra y España. Un ejército tripartita invadió al país y Juárez mandó a sus ministros a Veracruz, para convencerlos de que abandonaran el suelo mexicano. Se logró convencer a los ingleses y a los españoles que así lo hicieron dejando Veracruz, pero no a los franceses que avanzaron hacia el interior.

El grupo de conservadores que trajo a Maximiliano como Emperador a México, estaba convencido de que ningún mexicano era capaz de gobernar. Además, a ellos les convenía que México fuera un Imperio y no una República liberal, porque bajo un gobierno imperial ellos podrían seguir gozando de sus privilegios.

Maximiliano llegó a México apoyado por tropas francesas y el grupo conservador que lo invitó. Muy pronto, los conservadores empezaron a tener diferencias con el emperador, pues éste tenía ideas progresistas y liberales que estaban de moda en Europa y para su asombro, aprobó las leyes liberales que los conservadores querían suprimir.

En su afán por conocer el Imperio que dirigía, Maximiliano visitó distintos lugares. A su paso por Querétaro, mostró interés por apoyar la educación, la industria y mejorar la situación de las clases más desprotegidas. A los Colegios de San Ignacio y San Francisco Xavier, los dotó de útiles y financió cursos de teneduría de libros (contabilidad) y de geografía. Donó una suma de dinero para mejorar las condiciones del Hospital de la ciudad y subsidió el precio del maíz. Cayetano Rubio, aprovechó la visita del emperador, que por cierto se alojó en su casa, y le entusiasmó con el proyecto de un camino que fuera de Querétaro a Tampico, logrando que le donara 60 mil pesos de oro para ese fin. El Sr. Rubio fue el principal promotor de dicho camino, pues pretendía dar salida a los productos de sus fábricas por ese puerto. A pesar de los esfuerzos hechos porque se llevara acabo este proyecto, el camino a Tampico no se concluyó y llegó únicamente hasta Jalpan.

Conforme pasó el tiempo, Maximiliano fue perdiendo poder, primero porque tuvo serios enfrentamientos con los conservadores y luego porque Napoleón III le retiró las tropas que le habían prestado. Además, los liberales nunca dejaron de luchar contra el Imperio y poco a poco fueron ganando terreno, hasta que llegó un momento en que sólo Querétaro, Puebla, Veracruz y México estaban del lado conservador.

Maximiliano pasó sus últimos días en la ciudad de Querétaro, porque ahí se encontraban dos de sus mejores generales: Miguel Miramón y Tomás Mejía y pensó que desde aquí podría reorganizar las pocas tropas que le quedaban. Para ello, instalaron su cuartel general en el Convento de la Cruz y lo fortificaron por todos lados. Pero su situación no era nada buena pues carecían de dinero, armas, tenían muchos heridos y escaseaba la comida al grado que tuvieron que comerse a sus caballos. La situación era tan terrible que tuvieron que pedir ayuda a la población queretana, pero la ayuda no llegó. Entonces el general Márquez partió hacia la Ciudad de México a conseguirla, pero nunca regresó.

Cuando entró a Querétaro uno de los mejores generales del bando liberal, Mariano Escobedo puso en sitio a la ciudad. Tras varias escaramuzas y dos claras batallas, los liberales tomaron la plaza enemiga. El emperador logró huir del convento y se dirigió al Cerro de las Campanas, pero al no poder romper las líneas del enemigo, comprendió que ya había perdido la batalla y entregó su espada en señal de rendición. Mientras se les practicaba un juicio, Maximiliano, Miramón y Mejía estuvieron prisioneros en el exconvento de Capuchinas. Juárez recibió muchas peticiones de las familias de estos tres hombres para que no los mataran, pero contestó siempre que la decisión la tomarían los jueces. Maximiliano fue encontrado culpable de invadir nuestro país y Miramón y Mejía fueron acusados de traición a la patria. Los tres fueron fusilados en el Cerro de las Campanas. Muerto Maximiliano, Benito Juárez volvió a tomar el poder y reestableció la República.

El sitio dejó a la ciudad en un estado de miseria y desolación pues todas las actividades económicas se vieron afectadas y los robos y asaltos estaban a la orden del día. Muchas familias vendieron sus propiedades y abandonaron la ciudad, que se encontraba en condiciones insaludables pues empezaron a surgir epidemias.

La destrucción fue grave, la ciudad quedó en ruinas. Tanto liberales como conservadores fueron responsables de ello. El acueducto, cortado por los republicanos para que no les llegara agua a los conservadores, fue averiado. Los conventos usados como cuarteles por los conservadores fueron saqueados y destruidos así mismo fueron el banco de los cañones liberales. El Teatro Iturbide perdió su techo de zinc y las iglesias perdieron sus campanas, pues todo este metal fue fundido para ser usado en la guerra.

Además de todos los daños sufridos, la ciudad de Querétaro tuvo que soportar el repudio de otros estados de la República Mexicana que la llamaron “Ciudad Maldita”, al considerar que aquí se había apoyado al Emperador Maximiliano y a los conservadores. La siguiente nota periodística, hecha por el diario oficial pocos días después de que terminara el sitio de la ciudad, muestra el sentir de la población queretana:

“Los sufrimientos del vecindario durante el sitio, el mal estado de salubridad, el abatimiento del comercio, la paralización de muchos giros industriales y hasta lo raro y excesivo del calor, han hecho que una parte numerosa de la población haya emigrado, en pos de mejor clima y suelo más propicio. Con igual fin, muchas familias están poniendo en venta sus fincas, sus menajes y cuanto poseen… Tengan aquellos males en cuenta los que los que claman por castigo para la ciudad maldita. Querétaro necesita amparo, protección, consuelo. La clemencia sienta muy bien a pechos nobles, a la vista de un pueblo desgraciado,” La Sombra de Arteaga, jueves 27 de junio de 1867.

Los años inmediatos a la restauración de la República fueron muy difíciles para el país pues los gobernantes tuvieron que reencontrarse con las directrices liberales y poner en marcha nuevos programas económicos, políticos y sociales que permitieran el desarrollo. Juárez tuvo que sofocar varias rebeliones en contra de su régimen.

En Querétaro, le tocó el gobernador Julio María Cervantes llevar a cabo la reconstrucción, pero su labor se vio entorpecida porque entró en conflicto con los políticos queretanos, que lo acusaban de centrar el poder en su persona. Sin embargo, Cervantes logró reactivar la economía, impulsar la educación pública y dotar al estado de una nueva Constitución, pues la entidad se seguía rigiendo por la de 1833, que entraba en contradicciones con la libertad de 1857, a pesar de que Arteaga ya había promulgado las Leyes de Reforma.

Tras la muerte de Benito Juárez, Lerdo de Tejada ocupó la silla presidencial y cuando en 1876 quiso reelegirse, el general Porfirio Díaz proclamó el Plan de Tuxtepec pugnando por la no reelección. Por su parte, José María Iglesias, presidente de la Suprema Corte de Justicia, declaró ilegal la reelección de Lerdo y se auto-nombró presidente interino, causando un enfrentamiento con Porfirio Díaz, quien finalmente se quedó en el poder.