El Querétaro cambiante entre el siglo XlX al XX

En la transición de Querétaro
Del siglo X1X al XX

El Padre “Rositas”

José Félix Zavala

Florencio Rosas
El hombre de la transición

Del siglo XlX al XX

Benefactor de Querétaro

Nació en la ciudad de Querétaro
En el barrio de la Cruz
Un 2 de febrero de 1843
Hijo de Vicente Rosas y Ramona Arce
A los diez años ingresa al Colegio de San Javier incorporado a la Universidad Pontificia
El 11 de noviembre de 1860 se gradúa de Bachiller
Se ordena sacerdote el 29 de Junio de 1860
En la Catedral de león Gto. Por Mons. Diez De Sollano
Canta su primera misa el 8 de septiembre de 1860
En 1877 por oposición es canónigo magistral
De 1877 a 1906 es rector del Seminario Conciliar de Querétaro
En 1893 es Arcediano de la Catedral
Funda el Seminario Conciliar de Querétaro
La casa de ejercicios y descanso de Santa María del mexicano
El Colegio de Niñas
El Liceo católico
La Escuela de artes y oficios
El taller del sagrado Corazón
Maestro y Consejero de los primeros seis Obispos de la Diócesis
Muere el 27 de marzo de 1917

“…una cosa saben todos y es que el Señor Rosas pasó a la inmortalidad con la aureola de una virtud heroica y ocupa un lugar muy señalado entre los benefactores de Querétaro…”.
Son palabras de Marciano Tinajero Y Estrada, sexto obispo de la Diócesis de Querétaro, cuarenta años después de la muerte del Padre Rositas.

Florencio Rosas, todas las mañanas y en cualquier circunstancia, se postró siempre, bajo el último escalón de las gradas del altar, para celebrar la santa misa, siguiendo además del mandato de su corazón, las estrictas rúbricas, leídas con tanto esmero, desde sus años de seminario, aprendidas del libro de Don Fermín Irayzos, capellán de monjas agustinas.
A esas horas, Querétaro despertaba al susurro de su voz, que iniciaba con el “… et introibo ad altarem Dei…” y las campanadas de la tercera llamada.
“… la masa popular nos da razón de que el Señor Rosas fue educador de varias generaciones de niños y jóvenes… de muchos centenares de alumnos en el seminario conciliar… se da cuenta que tuvo todas las cualidades que caracterizan a un verdadero predicador… sabe el pueblo a que grado ejercitaba la caridad, socorriendo a los menesterosos, purificando las almas en el tribunal de la confesión…”
El Padre “Rositas”, nacido en el barrio de la Cruz, un 23 de febrero de 1843, fue prototipo del sacerdote, de aquel Querétaro, de finales del siglo X1X y principios del XX, alguien lo señaló como “el apóstol”.
Su amigo y seguidor el canónigo Daniel Frías dijo de él: “ Con su voz iluminaba, con su calor encendía y con su fuerza movía los corazones… sostuvo con su doctrina, ejemplo y oración, la fe de nuestro pueblo…”
Hijo y honra de esta ciudad, el Padre Florencio Rosas, recorrió las calles de Querétaro en la transición del siglo XlX al XX, siempre bajo su brazo, las obras de Teresa de Avila y Juan De La Cruz, en su pensamiento siempre una reforma de la sociedad, por medio de la mujer y el sacerdote. Los medios. El púlpito, el confesionario y las cartas personales.
El “gusano” de la intelectualidad siempre lo persiguió, desde su juventud, como maestro de Lógica, Metafísica y Etica, en el naciente seminario de Querétaro, iniciado en el ex convento de San Antonio e itinerante después por las calles del Desdén y la Aduana, ahora Allende, hasta llegar a un lugar definitivo como fue el ex convento de Teresitas.
Fue rector del seminario por treinta años, nombrado para esta responsabilidad, por Don Ramón Camacho, segundo obispo de Querétaro.
Se opuso o contendió por la canongía magisterial de Catedral, sus oponentes fueron los presbíteros Ignacio Altamirano y Braulio Guerra, le tocó en suerte, disertar sobre la Trinidad, el jurado lo favoreció, era el año 1877.
A su nombramiento como canónigo magisterial dijo, refiriédose al jurado: “ propio es señores, de los grandes talentos, tener grandes errores”.
Bajo el lema “ Lucena pedibus meis verbum tuum “ recorrió las antiguas calles, llamadas entonces de Santa Clara, del Angel, de Posadas, del Descanso, de Marte y la Guaracha, covirtiéndose al paso por los hogares queretanos, en el hombre del consejo.
Al moribundo siempre le habló con este ánimo: “alegraos, pues salís de los trabajos y miserias de la vida humana y junto con la carga del cuerpo, dejáis la costumbre de pecar.”
Nunca usó lujo alguno ni alfombra en su cuarto o en su casa, ubicada en la calle de Altamirano; en el rezo del breviario brillaba su espíritu y después de 20 horas de trabajo diario y cuatro de descanso, se levantaba al alba, para celebrar la misa, deteniéndose siempre en las palabras: “ Ut sanctum evangelium valeam nuntiare”.
“Anunciar el evangelio era su gozo…”, ¿ Quién no recuerda sus sermones?. Es el mansillón queretano, de grata memoria son sus predicaciones. Se recuerdan: El del desagravio, el de la fiesta de amapolas, el de la Virgen de Guadalupe, el de la oposición de la canongía.
El Padre Rositas cuando niño, siendo hijo del barrio más significativo de nuestra ciudad, el de la Santa Cruz, bebió su primera espiritualidad en las misas conventuales del Colegio Crucífero, de su madre Ramona Arce, de los pensamientos salidos y bien meditados, cuando sembraba los campos familiares en San Isidro o sus paseos a bañarse en la Cañada de Pathé.
El año de 1886, fue inolvidable, en medio de un México convulso, Querétaro gana a un hombre ejemplar, se ordena sacerdote, Florencio Rosas, un 8 de septiembre, fiesta de Nuestra Señora De La Cueva, de tantos recuerdos familiares, para él.
Siempre tuvo presentes las palabras sacerdotales, escuchadas el día de su ordenación: “Placeat tibi sancta trinitas, obsequium servitutis meae et peaeta sacrificium , quod oculis tuis”.
Del Padre Florencio Rosas, salieron las iniciativas más atrevidas de la época, para solventar las necesidades del Querétaro de la transición secular, Siguiendo su lema “Repetir verdades y bienes y curar males sociales”.
Ante esta convicción, fundó el Colegio de Niñas, “ son las madres cristianas, los apóstoles domésticos disfrazados en leche, -dice- destilan el espíritu puro del amor divino”.
Lo mismo fundó el Liceo Católico, para profesiones civiles, la Escuela de Artes y Oficios de San José, para los obreros, el Taller del Sagrado Corazón de Jesús, para jóvenes mujeres humildes, las obreras.
De esas iniciativas visionarias, preparó a Querétaro para entrar a su apogeo industrial, se dotó a Querétaro, de amas de casa ricas y pobres, de abogados, notarios y farmacéuticos, de obreros, cuyas obras lucen todavía las casas y edificios queretanos, de esmeradas costureras, dulceras y confiteras, que dan aún identidad a nuestra ciudad.
“…estaba muy lejos de ser bullanguero, amanerado, iluso, impresionista, pueril y ligero: era enemigo de exterioridades y singularidades… en el porte de toda sus persona no se advertía ninguna ostentación…”.
En Querétaro “… la mayor parte de las casas tienen un patio cuadrangular en que se cultivan con gran esmero plantas exquisitas a cuya poética ocupación son muy aficionadas las damas queretanas… los templos se hayan convenientemente distribuidos, ayudan a romper la monotonía de las calles, con sus severas fachadas y elevadas torres… algunos otros jardines como el de la plaza de la Independencia, el del Carmen y el de Santa Clara, alegran la vista…” ese era el Querétaro del padre Rositas.
La Casa de Mexicanos, parte de la hacienda del Lobo, propiedad de Juan De Dios Mota, fue la casa de descanso de los niños, jóvenes y seminaristas del Padre “Rositas”, enclavada en la Sierra Gorda queretana, al fondo de una cañada y junto a un torrente.
“…le hubierais visto cargando a las espaldas algún niño que ya no tenía calzado, llevar por las noches agua caliente y darles baños de pies a los enfermos, cuidar la fruta de los árboles para sus niños…”.
“…poseía la Sagrada Escritura como ninguno de los sacerdotes que yo he conocido: Había aprendido a interpretarla entre las hayas y encinos de los bosques, como San Bernardo, siendo su maestro el Espíritu Santo… al corazón humano lo estudiaba en sí mismo y en el confesionario…”, es el decir orgulloso de sus alumnos.
Canónigo magisterial y Arcediano de nuestra Catedral el Padre Florencio Rosas, hombre de su tiempo, en sede vacante, mantuvo a su cargo el gobierno de la diócesis y a los 70 años de su vida, seguía participando en la peregrinación a pié, a la Villa de Guadalupe, para volverse de la misma manera.
“…su talento a la vez que analizador, era eminentemente sintético, ascendía en el acto a las ideas generales… su espíritu era místico por excelencia…” Narran sus amigos.

María Olvera, quién vivía en la antigua calle de Zamora, ahora calle de Pasteur sur, con sus más de cien años acuestas y una inteligencia aguda, me contó mas de alguna vez, del padre “Rositas”, con quién convivió en su infancia y adolescencia.
“ Se quedarán muchas cosas sin decir de este hombre de Dios”, poseedor de una gran visión del mundo que surgía firme, en los albores del siglo XX, visión aun no reconocida lo suficiente, por los habitantes de esta ciudad.
Los últimos meses del año de 1916, pasó de su antigua casa ubicada en la calle de 5 de Mayo, ahora Altamirano, al barrio de la Otra Banda, San Sebastián. Solo llevó consigo la Sagrada Escritura y su temple de acero, eran los tiempos de la persuasión religiosa, la vida del Señor Rosas ya no duraría mucho tiempo.
“…Eras joven aún ¿no lo recuerdas?, Cuando oíste a Jesús que agonizando bajo la carga del sagrado leño, te convidó a seguirle. Tú lo aceptaste con filial anhelo, te cubriste de negra vestidura, abrazaste la Cruz del clericato y te fuiste con él…”, dice el Poeta.
Sobre Florencio Rosas dijo el Canónigo Salvador Septién: “ Dios sabe y Querétaro es testigo, de cuanto espíritu cristiano se infiltró en la sociedad por medio del establecimiento de la educación dirigidos y fundados por el Señor Rosas durante casi medio siglo…”
Cuentan del Padre “Rositas” que cuando ya estaba cercano el término de sus días:
“…Como acudiesen a su puerta muchísimas personas para darle el último adiós y recibir su bendición, las estuvo recibiendo… acerca de su cadáver previó con entereza todos los detalles. Dijo que desearía ser sepultado en viva tierra y sin honores…” este texto apareció en el periódico.
“…ahora entiendo porque tanto te place estar con el que sufre, con el débil, apuntando con él heroicamente, su cáliz de dolores que tu vista perspicaz descubre, las ondas huellas en que su barro pobre han dejado, las plantas adorables del Jesús al pasar…”
“…expira el santo y las gentes se apresuran a tocar rosarios en su cuerpo y a llevarse como reliquias las flores que adornan su cadáver, enterrado en el panteón de San Sebastián…”
“…aquí yacen los restos de mi Señor, Arcediano Don Florencio Rosas, varón extraordinario que por su fe firmísima, su caridad inagotable y su ardiente celo apostólico, fue el padre en Cristo de todos los queretanos…”
“… ¡Pobrecito¡, trayendo mi camino, no podías llegar a otra parada, el sendero de la Cruz a Cruz conduce…”
Cosa notable es que a pesar de haber transcurrido 72 años de su muerte se conserva vivo su recuerdo, de que fue un hombre de Dios.