Hasta un menú dentro de las tradiciones de «Semana Santa» en México

Semana Santa ayer y hoy

Ángeles González Gamio

Cada año no deja de emocionarme advertir que continúan vivas tradiciones que nos dan identidad y gozo; una de ellas son los festejos de Semana Santa. Al margen de las creencias religiosas, hay costumbres, ceremonias y comidas que guardan un significado especial y establecen lazos de cercanía entre comunidades, amigos y familia.

Muchos cronistas decimonónicos dejaron testimonio de dichas costumbres; uno de mis favoritos son los de la escocesa Frances Erskine, esposa de Ángel Calderón, quien fue el primer embajador de España en el México recién independizado. Sus experiencias en los dos años que estuvo en nuestro país las plasmó en copiosa correspondencia que envió a su familia, de la que se publicaron 54 cartas.

En vísperas de la Semana Santa es interesante recordar sus comentarios que comienzan el Domingo de Ramos en que visita la Catedral en medio de una multitud, y de lo que califica de “un bosque de palmas, agitado por un viento suave”. Referencia a las centenas de palmas que llevaban los indios para que se las bendijeran. A éstos los describe con “rostros de bronce y una mirada dulce y quieta, que sólo puede alterar el anhelo con que ven acercarse a los sacerdotes, para la bendición”.

Señala que a partir de esa fecha se suspendían todas las actividades con el fin de prepararse para los actos de los días santos, dice: “el Jueves Santo es un día en que México cobra una animación por demás pintoresca: No se permite transitar a los carruajes y las damas aprovechan la oportunidad de mostrar su ricos vestidos ahora que van a pie. Sólo se usan en este día rasos y terciopelos y las perlas y diamantes se han echado a la calle: las mantillas son de bonda blanca o negra; los zapatos de raso blanco o de color”.

Señala la marquesa el contraste con las mujeres del pueblo: “vestidas casi todas con muselinas blancas transparentes y muy almidonadas; algunas con muy ricos bordados, con la falda adornada de encajes y con los vestidos extremadamente cortos, con los que se ven muy bien; Todo esto se cubre con un rebozo”.
En las ceremonias religiosas la conmueve la devoción de los pobres, de los que expresa admirada las muestras de adoración y recogimiento, especialmente hacia la virgen, a la que ve como “una Reina complaciente y bienhechora, que a pesar de sus joyas, comparte las aflicciones de los humildes, siente sus privaciones y les otorga su intercesión todopoderosa”.

Hoy prácticamente todo eso ha desaparecido, sin embargo, permanecen vivas en los templos del Centro Histórico ceremonias como el lavatorio de pies, la cena de Pascua, las siete palabras, la pasión y el sermón del pésame. En muchos barrios de la ciudad, además de la famosa de Iztapalapa, se llevan a cabo procesiones del Viernes Santo, como la de San Juan Tlilhuacán, en Azcapotzalco.

En el bello San Ángel hay muchos actos. Se pueden admirar altares de Dolores en el Museo del Carmen y en el Centro Cultural Isidro Fabela. El Museo Casa-Estudio Diego Rivera muestra judas de su colección y el Museo de Arte Carrillo Gil organiza talleres de huevos de pascua para niños.

Para saborear platillos de la temporada, excelentemente preparados, nada mejor que la Fonda San Ángel, que ocupa desde hace 28 años, una hermosa casona del siglo XVII, situada en la Plaza San Jacinto 3. Aquí, su encantador dueño y cheff Roberto González, personalmente dirige la elaboración de las viandas. Por cierto que él tuvo importante participación para lograr el reconocimiento de Patrimonio Intangible de la Humanidad, que le otorgó la UNESCO a la cocina mexicana.

Y… vamos al menú de Semana Santa: sopa de habas con charales, sopa fría de aguacate, camarones aguachile, tacos de carnitas ¡de atún!, tostadas de la costa: de jaiba, pulpo, camarón y atún, romeritos con tortas de camarón fresco, steak de atún y de postre, mousse de frutas de temporada o helado de elote.

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