Muere el periodista Jacobo Zabludovsky a los 87 años

Muere el periodista Jacobo Zabludovsky a los 87 años

El que fuera el presentador estrella de los informativos de Televisa durante 27 años entrevistó a personajes fundamentales de la historia de América

JUAN DIEGO QUESADA

El País

El periodista Jacobo Zabludovsky murió este jueves en la Ciudad de México a los 87 años. Durante 27 fue presentador del informativo con más audiencia de Televisa, 24 horas, donde entrevistó a personajes fundamentales de la historia reciente de América. Los mexicanos lo escucharon retransmitir en vivo, a bordo de un coche que recorría una ciudad desolada, el terremoto de 1985 o contando en última hora el asesinato de Luis Donaldo Colosio en 1994. «¿Ahorita en el hospital, junto a ti, no hay ningún médico que pueda informarnos?», guiaba al desorientado reportero de espectáculos que había sido testigo del crimen.

Zabludovsky aparecía de traje y corbata, sobre un fondo en el que había serigrafiado un mapamundi. Llevaba unas gafas enormes y redondas. Estas apariciones en televisión lo hicieron enormemente popular. La gente, sencillamente, lo conocía como Jacobo.

Su figura no ha estado exenta de polémica. Cercano al poder, muchos lo consideraban la voz del Partido Revolucionario Institucional (PRI), el partido que estuvo en el Gobierno durante 70 años y tras un lapso de 12 regresó a la presidencia en 2012. La televisión, el gran medio de comunicación en México, se entendía como el principal instrumento para manejar la opinión pública. Y su rostro era Zabludovsky.

La suya ha sido una vida dedicada al oficio. Siendo adolescente entró como corrector de erratas en el periódico El Nacional. Tras abandonar la televisión -estuvo al aire entre 1970 y 1997- encontró refugio en las ondas. Si un conductor encendía la radio en medio de un atasco del DF, de repente aparecía su voz: «Este debate es muy interesante. Como yo escribí en un artículo hace 60 años….».

«Nadie se acuerda de ti después del último informativo»

JUAN CRUZ 2 MAY 2007

Jacobo Zabludovsky es un icono de la televisión mexicana, una vocación del periodismo. Dejó hace siete años Televisa (según algunos, porque bajó la audiencia, y su informativo se plegó demasiado al Gobierno; según él, porque pretendieron ningunear a su hijo), pero a sus 79 años (que cumple en mayo) sigue haciendo comunicación, ahora al frente del principal programa de Radio Red y Radio Centro, en México. Le escuchan, dicen, veinte millones de mexicanos. Hace unos días, participó en San Millán de la Cogolla (La Rioja) en el congreso El español en los noticiarios de televisión de los dos lados del Atlántico, organizado por la Fundación del Español Urgente y la Fundación San Millán.

Pregunta. ¿Cómo le mordió el periodismo?

Respuesta. Empecé a los 15 años, ayudando a corregir pruebas. Me gustó el olor de la tinta; quise ser reportero y locutor de radio. El 3 de enero de 1945 me metí en un estudio. 63 años en esta profesión.

P. Y sigue tan campante.

R. No sé si campante o no. Me divierte. Y me angustia también.

P. ¿De qué viene la alegría de trabajar en esto?

R. Es mi oficio; y da alegría tratar de adivinar si lo que pasa es noticia o no.

P. Pues ahora hay un conflicto: se dice que la noticia y la opinión se están juntando demasiado.

R. Es algo reciente. Es muy difícil distinguir lo objetivo de lo subjetivo; aunque sólo des los datos, ya el modo de situar la noticia, en primera o en octava página, ya es subjetivo. En Estados Unidos exigen que verifiques por tres fuentes, ¡pero luego pones la noticia donde te da la gana!

P. Le mordió pronto la tele.

R. Cuando la tele llegó, yo ya estaba. Como en el cuento de Augusto Monterroso, el del dinosaurio. Apareció la primera estación de televisión en México, y yo ya estaba trabajando con los dueños. Me pusieron a hacer los noticieros.

P. Ahora la gente dice que la tele tiene la culpa de casi todo…

R. Es el medio más importante que ha creado el hombre. La imagen es lo fundamental, y a no ser que hagas trampas es la que dice todo. La narración es accesoria. Las Torres Gemelas: cuando se estrelló el segundo avión ya todos los locutores del mundo decíamos lo mismo. «Oh my god, oh dios mío». Qué más ibas a decir. En la radio la cosa es distinta: todo es producto de la voz. Sin la voz no eres nadie.

P. Después de cincuenta años, se fue de Televisa. ¿Cómo se va uno de un sitio después de tanto tiempo?

R. Mi hijo aspiraba a ser el titular del noticiero más importante de México, y creyó que tenía méritos para ello. No lo nombraron, renunció, y yo me fui con él. Me fui, sin rencor; sigo siendo amigo de Emilio Azcárraga.

P. Dicen que se fue porque bajó la audiencia de Televisa, influida por el Gobierno.

R. Teníamos entonces un Gobierno que dominaba todos los poderes, y dominaba también la televisión. Y en función de eso actuaba el medio. Pero me fui por lo que le dije.

P. ¿Nostalgia de la tele?

R. La radio me la ha quitado. La radio es la tela en blanco de un pintor. Te obliga a contar: a qué huelen las cosas, cómo son los terremotos, cómo está el incendio. Periodismo puro.

P. En 1985 usted retransmitió en directo el terremoto de México. Con un teléfono.

R. Experiencia imborrable. El 18 de septiembre de 1985, a las 7.19 de la mañana. Tenía un teléfono unido al coche; era un gran avance técnico. Había desaparecido la señal de televisión y salí de casa, me acerqué al centro de la ciudad; se cayeron las antenas. Yo era el director de todos los noticieros de Televisa, y narré por radio, a través del teléfono, todo lo que veía. La ciudad destruida. Una cosa espantosa. Yo era el único que lo estaba narrando, pero yo no lo sabía entonces.

P. Era un hombre poderoso, de los más poderosos de México.

R. No lo era. Yo tenía el programa más importante de la televisión. Importante era el medio. No hay nada más fácil que sustituir al conductor de un informativo. Al día siguiente la gente dice: «Estaba mejor el anterior». Pero luego se olvida, y al cabo de un mes ya no eres nadie. Vas subiendo escalones, y de pronto te caes.

P. Y es muy fastidioso el escalón de bajada.

R. La vanidad impide que uno vea bien el de bajada. En mi caso, renuncié. Pero, sí, en general la derrota es inaceptable, el olvido, la indiferencia de la gente; cómo sustituyes la elefantiasis del ego.

P. Está en España, hablando del lenguaje en los medios. ¿Qué tal estamos de errores?

R. Se cometen más errores en la televisión y la radio que en la prensa escrita. Hay menos tiempo de preparación. A la larga yo creo que la televisión servirá para que hablemos mejor. Y para difundir el español en más sitios. Fíjese en EE UU: cincuenta millones hablan español. Lo tendrán que escuchar en televisión, además.