Arp, por primera vez en México

Arp, por primera vez en México

ANNE MARIE MERGIER

PARÍS, Francia

Proceso

 

México fue elegido como puerta de oro para mostrar en América Latina la obra polifacética, sensual, única de este artista de las vanguardias del siglo XX: 80 esculturas de bronce, piedras, cobre, latón, aluminio, duraluminio, madera, yeso –además de relieves, pinturas, litografías, dibujos, papiers collés, tejidos, bordados, fotografías–, prestadas por la Fondation Arp, coleccionistas privados y el Museo de Arte Moderno y Contemporáneo de Estrasburgo. De la mano del curador Serge Fauchereau, Proceso adelanta la visita de la retrospectiva ARP que este sábado 8 abrirá el Museo de Arte Moderno de Chapultepec.

– ¿Cómo llamarlo? ¿Hans Arp? ¿Jean Arp? o ¿Hans-Jean Arp?

 

 “Arp. No más. Así lo llamaban todos sus amigos. Discrepo con los alemanes que buscan germanizarlo a toda costa y con los franceses que intentan afrancesarlo con el mismo empeño. Arp no se deja asignar a un solo país, un solo idioma, una sola cultura, un solo estilo. Arp es múltiple, libre, se burla de etiquetas y dogmas.”

Curador de ARP, retrospectiva de la obra de ese apasionante artista del siglo XX –la primera jamás realizada en América Latina– que se inaugurará el próximo 8 de abril en el Museo de Arte Moderno, Fauchereau concretiza por fin un sueño de mucho tiempo. Confía:

“La idea de exponer Arp en México nació hace varios años en San Luis Potosí durante una plática que sostuve con Enrique Villa Ramírez, director del Museo Federico Silva, único museo latinoamericano exclusivamente dedicado a la escultura. A ambos nos parecía profundamente injusto el hecho de que por razones económicas –el prohibitivo costo de transporte de las obras– los grandes escultores del siglo XX nunca podían ser exhibidos en América Latina y que solamente se daban el lujo de acogerlos unos cuantos museos estadunidenses.”

Vicepresidente de la Fondation Arp y curador de una muestra del artista en el Círculo Bellas Artes de Madrid en 2006, el destacado historiador del arte dedicó dos libros al escultor –entre los más de cincuenta que escribió sobre los grandes movimientos del arte moderno y sus principales actores.

“Para mí no cabía la menor duda: Arp tenía que viajar a México. Sylvia Navarrete se enteró de mi proyecto y se entusiasmó”, comenta escuetamente antes de precisar:

“Alrededor de ochenta obras –esculturas de bronce, piedras, cobre, latón, aluminio, duraluminio, madera, yeso, además de relieves de madera, pinturas, litografías, dibujos, papiers collés, tejidos, bordados, fotografías– prestadas por la Fondation Arp, coleccionistas privados y el Museo de Arte Moderno y Contemporáneo de Estrasburgo familiarizarán al público mexicano con un artista polifacético.”

Y recuerda:

“Junto con su compañera Sophie Taeuber, sus amigos los poetas rumanos Tristan Tzara y Marcel Janco y los alemanes Hugo Ball, Richard Huelsenbeck y Hans Richter, Arp fue al origen del movimiento dadá que surgió en febrero de 1916 en una modesta taberna de Zurich que Ball había bautizado como Cabaret Voltaire. Fue una aventura tan iconoclasta como primordial. Sin el dadaísmo el arte del siglo XX no hubiera sido lo que fue.”

Entrevistado en París en víspera de su salida para México, Serge Fauchereau es inagotable cuando evoca la vida y la obra de “ese personaje sumamente atractivo” que a lo largo de cincuenta años de vida “lo exploró todo” con una mezcla de curiosidad, audacia e ingenuidad. André Breton, admirativo, decía que su creación nacía de la frescura de la infancia que Arp habia sabido preservar en lo más hondo de sí mismo.

* * *

Arp nació en 1886 en Estrasburgo, capital de Alsacia, cuando esa provincia ubicada en la frontera entre Francia y Alemania (que ambos países se disputaron de 1871 a 1945) estaba bajo dominio del imperio alemán.

De madre francesa y padre alemán, Arp hablaba francés en casa, alemán en la escuela y alsaciano con sus compañeros.

Desde muy joven se apasionó por la poesía leyendo con igual deleite a Novalis y Kleist, Rimbaud, Verlaine, Mallarmé y Baudelaire. No resistió a la tentación y a los 17 años empezó a escribir poemas primero en alsaciano y luego en alemán.

“Arp compuso poesía a lo largo de toda su vida y hoy está considerado como uno de los grandes poetas alemanes del siglo XX –enfatiza Fauchereau–. A partir de 1930 escribió también en francés, pero es en alemán que su talento poético se despliega mejor. Contaba tanto la poesía para él que en varias oportunidades afirmó que si estuviera en la obligación de elegir entre su obra plástica y sus poemas, renunciaría a la primera. Afortunadamente no tuvo que enfrentar ese dilema.”

Fue primero en la Escuela de Artes y Oficios de Estrasburgo y luego en la Künstakademie de Weimar que Arp se inició en las bellas artes. Pero el academicismo de ambas instituciones lo aburrieron. En 1907 dejó Weimar para ir a vivir en Lucerna (Suiza) donde se había trasladado su familia.

Según cuenta Serge Fauchereau, Arp viajaba con frecuencia a París, donde expuso sus primeras obras junto con Henri Matisse, Kees van Dongen y Paul Signac y se inscribió en la renombrada Academie Julian de la Ciudad Luz de la que también se hartó.

Tenía sólo 25 años cuando fundó en Lucerna El Moderne Bund, una asociación de artistas internacionales que expuso en la misma muestra colectiva, sumamente ecléctica, obras de Paul Gauguin, Paul Klee, Pablo Picasso y Auguste Herbin… La exhibición dejó a los suizos bastante perplejos pero permitió al joven artista conocer a Vassili Kandisky y Max Ernst, con quienes tejió duraderos lazos de amistad.

Finalmente en 1914 Arp realizó su sueño: instalarse en París. Vivía en Montmartre y sus amigos se llamaban Guillaume Apollinaire, Amedeo Modigliani, Arthur Cravan, Max Jacob, entre tantos otros. Entabló relación con Pablo Picasso y frecuentaba también el taller de Montparnasse de la artista rusa Marie Vassilieff en el que Diego Rivera conoció por primera vez a Marevna Vorobieff. Serge Fauchereau sin embargo no halló indicio de un eventual encuentro de Arp con Rivera.

Esa estadía en la Ciudad Luz fue importante en la evolución artística de Arp, quien se interesó profundamente en el cubismo y sobre todo en la técnica de los papiers collés (papeles pegados).

“Su obra plástica se diversificó mucho en París –subraya Fauchereau–. No sólo hizo pinturas y dibujos, sino numerosos collages así como hermosas ‘construcciones’ de madera, sin hablar de su incursión en el universo del bordado. A lo largo de toda su vida Arp siguió fiel a ese eclecticismo. En la muestra de México por supuesto estarán presentes estas obras tempranas del artista.”

Paralelamente, entre 1912 y 1914 Arp dedicó mucho tiempo a la poesía y compuso su famoso poema “Kaspar ist tot” (Kaspar está muerto), cuyo misterio fascinó tanto a sus cómplices del Cabaret Voltaire. Al grado de que se convirtió en uno de los textos de culto del dadaismo. Enfatiza Serge Fauchereau:

“Kaspar es un personaje complejo. Hace años, cuando lo descubrí, pensé en una especie de duende, amable y travieso. Pero un día escuché una grabación extraordinaria de Arp leyendo su poema con un tono de voz tan lúgubre que casi me sacó lágrimas. Entendí entonces que Kaspar era un enigma… El avatar de Arp quizás. O su doble… Quién sabe. En todo caso Arp lo resucitó en 1930 en una escultura de 50 centímetros de alto, tan enigmática como el poema. Esa escultura –una de mis predilectas– es emblemática a la vez del dadaísmo y del surrealismo. Por supuesto se exhibirá en el Museo de Arte Moderno.”

El curador se endereza en su sillón y entusiasta anuncia:

“En realidad habrá dos Kaspar. Una escultura de yeso en la que aún se vislumbran las huellas de los dedos de Arp. Es en realidad la obra original a partir de la cual se realizó la versión en bronce que también estaré en México. Es absolutamente excepcional que viaje un yeso original. Los museos casi nunca aceptan prestarlos por temor a un accidente. Pero Claude Weil-Seigeot, presidenta de la Fondation Arp, comparte conmigo el deseo de ofrecer al público mexicano la emoción de ‘sentir’ las manos de Arp dando forma a Kaspar.”

* * *

En mayo de 1915 Arp tuvo que dejar Paris. En ese segundo año de guerra el nacionalismo francés estaba exacerbado y las autoridades consideraban bastante sospechoso a ese alsaciano bohemio de nacionalidad alemana.

De regreso a Suiza en ese mes, Arp acabó viviendo en Zurich, donde se había refugiado un sinnúmero de artistas e intelectuales europeos así como revolucionarios alemanes y rusos atraídos todos por la neutralidad del país.

James Joyce radicaba en el casco viejo de Zurich, a pocas cuadras de la Spiegelstrasse donde Lenin alquilaba un piso a unos pasos del Cabaret Voltaire.

A Serge Fauchereau le parece descabellada la “leyenda” según la cual todos se conocían.

“No existe testimonio fidedigno al respecto. Pertenecían a círculos totalmente distintos. Es probable que se cruzaran en los mismos cafés, pero no se frecuentaron”, asegura.

La primera noche dadaísta se dio el 5 de febrero de 1916 y fue delirante. Los artistas llegaban con sus obras “futuristas” bajo el brazo y las colgaban en las paredes de la taberna, los poetas aullaban sus versos y provocaban al público, improvisando auténticos happenings. Se hablaba rumano, francés, alemán, italiano. Las siguientes noches fueron aún más extremas. Explica Faucherau:

“Todo ese grupo de gente cultísima estaba literalmente traumado por la barbarie de la guerra. ‘¿De qué sirvieron tantas bellas teorías artísticas, tanta cultura, tantas civilización?’, preguntaban. ‘De nada. Basta ver cómo se destripan alemanes y franceses’, contestaban. Ya no creían en nada. El horror que les inspiraba la guerra los llevaba a cuestionarlo todo, a repensarlo todo.

Y agrega:

“Dadá fue un movimiento de coraje y asco, un movimiento nihilista y filosóficamente anarquista que se reía amargamente de todo. Los dadaístas querían arrasar con todas las formas artísticas que les habían antecedido. Pero ese movimiento que se proclamaba destructivo fue increíblemente constructivo e inventivo. Arp y Tzara, por ejemplo, cada cual a su manera, otorgaron una importancia capital al azar y al sueño en su proceso creativo abriendo camino a los surrealistas.

“Arp insistía para dejar que la obra surgiera en ‘forma natural’. Esa noción de ‘naturalidad’, que no excluía un trabajo intenso de creación, fue el eje de su pensamiento artístico. Ese periodo de la vida y de la creación de Arp tiene un lugar importante en la muestra de México.”

La estadía en Zurich fue también fundamental en su vida porque encontró a Sophie Taeuber, con quien se casó en 1922 y con quien trabajó en perfecta ósmosis hasta la muerte accidental en 1943 de esa mujer talentosa y discreta, considerada hoy en Suiza como una de las mayores artistas modernas del país.

Egresada de la Escuela de Artes y Oficios de Saint Gallen (Suiza), Sophie Taeuber trabajaba la madera con suma destreza y realizó varias obras dibujadas por Arp; pintaba, tejía, bordaba, dibujaba, y pronto optó en pintura por la abstracción y una geometría lírica que admiraba Arp. Diseñó muebles que anticiparon los del Bauhaus. Además realizó títeres dadaístas y los vestuarios futuristas de los efímeros ballets del Cabaret Voltaire, en los cuales también bailaba.

“A lo largo de toda su vida artística Arp creó obras a cuatro, seis u ocho manos. Le importaba el trabajo colectivo. Solía integrar grupos de artistas, trabajar un tiempo con ellos y escaparse cuando sentía que el colectivo se tornaba demasiado dogmático. Pero tenía la elegancia de salirse sin enemistarse con sus integrantes. Fue una proeza excepcional en ese ámbito muy pasional. Participó en el movimiento surrealista desde su creación en 1924, luego se retiró, y sin embargo el implacable André Breton nunca lo marginó ni lo condenó. Creo que es un caso único”, cuenta riéndose Serge Fauchereau.

Entre los grupos en los que participó Arp se encuentra Cercle et Carré (Circulo y Cuadrado) –fundado por el pintor francés abstracto Michel Seuphor y el escultor y escritor uruguayo Joaquín Torres García–, al cual Arp se incorporó en 1929 y en el que tejió lazos de amistad con el mexicano Germán Cueto.

“Ambos se llevaban muy bien, porque además de compartir los mismos intereses artísticos tenían en común un carácter jovial, un inmenso interés por todo y un sentido del humor a toda prueba”, recalca.

Luego Arp, a partir de 1932, integró el grupo Abstraction-Création, al que pertenecían pintores abstractos radicales como Wassili Kandisky, Frantisek Kupka, Piet Mondrian y Auguste Herbin.

“Arp fue un abstracto ‘moderado’. Los visitantes mexicanos al Museo de Arte Moderno se darán cuenta de que la geometría de sus cuadros era una ‘geometría amable’. Pero eso no le impidió llevarse muy bien con los abstractos puros e inflexibles. Colaboró inclusive con Mondrian, que distaba de ser un hombre fácil…”, señala el historiador de arte con sonrisa maliciosa.

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Una de las grandes aventuras artísticas de Arp y Sophie Taeuber fue la que vivieron junto con Theo van Doesburg en Estrasburgo.

Fundador con Piet Mondrian del movimiento De Stijl, importante corriente artística de los Países Bajos, Van Doesburg preconizaba una colaboración estrecha entre artistas de distintas disciplinas: pintura, arquitectura, diseño y escultura para crear obras de arte total.

En 1926 dos empresarios alsacianos, los hermanos Horn, contrataron a los tres amigos. Su misión: convertir el ala derecha de un inmenso edificio del siglo XVIII ubicado en el corazón de la ciudad en un centro de diversión de cuatro pisos. El lugar, llamado L’Aubette, era inmenso y debía ofrecer al público una sala de cine, otra de baile, una tercera de billar, un salon de té, un bar… y, en el sótano, un caveau-dancing, discoteca de la época.

Arp, Taeuber y Van Doesburg dedicaron tres años de su vida a ese trabajo. Les entusiasmaba la posibilidad de concretizar la utopía de la obra de arte total. Y lo lograron. L’Aubette exhibía una estética vanguardista y constructivista abrumadora. Todas las salas estaban adornadas con atrevidos y vibrantes murales abstractos, cuyos colores vivos se combinaban con el negro y el gris y formas asimétricas que jugaban con otras más regulares.

En las paredes de la discoteca, adornadas por Arp, bailaban formas geométricas mucho más sensuales, redondas, casi sin ángulos. La magnífica escalera de línea pura de Van Doesburg estaba iluminada por un vitral de Arp compuesto de largos rectángulos azules, grises y blancos. El salón de té imaginado por Sophie Taeuber era una auténtica sinfonía geométrica de rojo, verde, negro y gris.

“Fue algo único en Europa, de una perfección y un atrevimiento impresionantes –recalca Fauchereau–. Si bien en ciertas salas era notoria la intervención de uno de los tres artistas, en todas cada creador logró introducir su toque. Fue realmente un trabajo colectivo inédito, demasiado vanguardista para esa ciudad dinámica pero bastante conservadora.”

Los habitantes de Estrasburgo no quisieron L’Aubette, los comerciantes que explotaron las salas no respetaron las obras, el conjunto se degradó a toda velocidad y acabó por desaparecer. Sólo queda una importante documentación fotográfica que Estelle Pietrzyk, directora del Museo de Arte Moderno y Contemporáneo de Estrasburgo, presta para la exposición de México.

Serge Fauchereau expone, junto con los tirajes originales de la época, fotografias en color de la parte de L’Aubette ‘milagrosamente’ restaurada. Fue en 1970 cuando las autoridades culturales de Estrasburgo decidieron resucitar esa obra maestra de su patrimonio artístico, devolviendo su esplendor original a la escalera y a tres salas que impresionan por su modernidad.

“Me importa que el público mexicano pueda descubrir murales franceses, realizados a finales de los años veinte, es decir, cinco años después de que Diego Rivera empezara a pintar La Creación en los muros del anfiteatro Simón Bolívar de la Escuela Nacional Preparatoria. Hasta la fecha no he logrado descubrir si Arp, Taeuber y Van Doesburg estaban enterados del surgimiento del muralismo mexicano.”

Gracias a la remuneración de su trabajo en L’Aubette, Arp y Taeuber compraron un terreno en el municipio de Clamart, en los alrededores de París, donde mandaron construir una casa a partir de planes arquitectónicos de Sophie.

El pequeño edificio, un rectángulo de piedra de dos pisos, es también atrevido para su época. Sobria, de líneas geométricas tanto en su fachada como en sus estructuras interiores, la casa refleja los conceptos estéticos y arquitectónicos de Taeuber.

Hoy es la sede de la Fondation Arp y alberga gran parte de las obras del artista. Asegura a la reportera Claude Weil-Seigeot, quien supervisó su restauración:

“No es un museo. A la hora de volverle a dar vida decidimos preservar antes que todo la intimidad de la casa y de los talleres. Existen muy pocos talleres de grandes artistas tan auténticos como el nuestro hoy día en París y sus alrededores.”

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Arp y Sophie Traeuber se instalaron en Clamart a finales de 1929 y muy pronto el lugar acogió a todos sus amigos: Max Ernst, Tristan Tzara, James Joyce, Kurt Schwitters… Empezó uno de los periodos creativos más densos de su vida, que duró hasta el principio de la Segunda Guerra Mundial.

En 1942 los dos artistas huyeron de París, ocupado por las fuerzas nazis, dejando su casa y todas sus obras al cuidado de su empleada de servicio. Se refugiaron primero en Grasse, sur de Francia, donde se encontraron con dos cercanos amigos artistas, Sonia Delaunay y Alberto Magnelli.

“Los cuatro buscaban escapar a los tormentos de la guerra aferrándose a su arte, y de vez en cuando creaban obras a ocho manos –enfatiza Fauchereau–. Realizaron así una serie de litografías que sólo se editó después de la guerra. Arp daba el motivo inicial de esa creación colectiva que luego desarrollaban los otros tres, cada uno trabajando por turno en la misma hoja. Y esa es la gran originalidad de ese trabajo que podrán admirar los visitantes del Museo de Arte Moderno.”

Después de algunos meses en Grasse, Arp y Taeuber retomaron el camino del exilio volviendo a Zurich, donde los acogió el arquitecto, escultor y poeta suizo Max Bill. La tragedia se dio al poco tiempo de su llegada: el 13 de enero de 1943 Sophie fue encontrada muerta, intoxicada por emanaciones de una estufa de carbón.

Arp pasó cuatro años sin pintar ni esculpir, refugiándose en la escritura y la poesía. Lo ayudó a sobreponerse una amiga de muchos años, Marguerite Hagenbach, rica coleccionista helvética con la que acabó casándose en 1959. La pareja vivió entre Locarno, Basel y Clamart, donde Arp recobró su pasión por la escultura.

A mediados del siglo XX era ya un artista reconocido, con múltiples galardones, como el destacado Gran Premio Internacional de Escultura de la Bienal de Venecia en 1954.

“Museos y coleccionistas compraban sus obras y eso le dio la posibilidad de asumir el alto costo de la fundición en bronce de esculturas monumentales como Pastor de nubes. Ninguna pudo viajar a México. Pero exhibimos una quincena de obras de bronce y dos de duraluminio de tamaño mediano que permiten apreciar la energía que emana del trabajo de Arp y entender hasta qué punto escapa a toda clasificación.

“Sus esculturas son abstractas sin ser abstractas, sorprenden por su armonía, su sensualidad y su pureza. Arp decía: ‘La escultura debe caminar con la punta de los pies, sin grandes fastos ni pretensión, ligera como la huella de un animalito en la nieve. El arte debería perderse en la naturaleza, inclusive confundirse con ella’.”

Agrega el curador de la retrospectiva:

“En la muestra del Museo de Arte Moderno decidí prescindir de elegantes pedestales y opté por colocar todas las esculturas sobre bloques de concreto, tal como lo exigía Arp.

Él solía repetir que una obra de arte se vale por sí misma y que no requiere escenografía alguna.”

En las dos últimas décadas de su vida Arp viajó mucho.

“En 1958 se trasladó a Estados Unidos para inaugurar una restrospectiva de sus trabajos en el Museo de Arte Moderno de Nueva York y aprovechó la oportunidad para pegarse un brinco a Yucatán. Ansiaba descubrir la civilización maya in situ –dice Fauchereau– . Hace poco encontramos en los archivos de la Fondation Arp un dibujo hecho en Chichen Itzá que por supuesto se exhibirá en México.”

El 7 de junio de 1966 Arp murió de un paro cardiaco en Basel.

 

Este reportaje se publicó en la edición 2109 de la revista Proceso del 2 de abril de 2017.