«La dignidad de la mujer» por Jaime Septién

Image Se cumplen, este mes de agosto, los 20 años de la publicación de uno de los más profundos aportes de Juan Pablo II al pensamiento y a la actualidad de la Iglesia y del mundo: su carta apostólica Mulieris dignitatemPor Jaime Septién

Se cumplen, este mes de agosto, los 20 años de la publicación de uno de los más profundos aportes de Juan Pablo II al pensamiento y a la actualidad de la Iglesia y del mundo: su carta apostólica Mulieris dignitatem, (Dignidad de la mujer), sobre el sentido y la vocación de quien, por María, ha sido elevada a conservar el don y el misterio de la vida y la divinidad en su seno.

No oculta el Santo Padre su admiración por la mujer.  Entre las páginas de este vibrante documento, Juan Pablo II asegura, sin rubor alguno, que la mujer existe como vocación especial de dar, servir y amar.  De ello depende el destino humano y la obra de Dios.

Nada más y nada menos: la mujer enseña «el don sincero de sí» a la humanidad.  Con ello nos hace abrir los ojos a la dimensión suprema del amor que, como decía Dante, mueve al universo todo.  En la mujer –en su dignidad maravillosa—reside el principio que puede construir la civilización del amor. 

Sea como madre, como consagrada, en cualquiera de las áreas profesionales, la mujer tiene la misión de humanizar al mundo recordándole, siempre, que la vida es regalo de Dios; que cada uno somos una historia sagrada y que nadie, absolutamente nadie, tiene «derecho» a disponer de ella porque esta violando el tejido sutil de la esperanza.

«La fuerza moral de la mujer, su fuerza espiritual, se une a la conciencia de que Dios le confía de un modo especial el hombre, es decir, el ser humano. Naturalmente, cada hombre es confiado por Dios a todos y cada uno. Sin embargo, esta entrega se refiere especialmente a la mujer –sobre todo en razón de su feminidad– y ello decide principalmente su vocación», escribió Juan Pablo II hace dos décadas.  Y sus palabras han de resonar en nuestros oídos endurecidos por la propaganda sexual que hace de la mujer un objeto de uso.

¿Cuál es la verdadera «revolución» que espera el mundo?  La «revolución» del amor.  Y ahí mandan las mujeres, nos susurra el Papa, con el recuerdo de Emilia, su madre, y de María, nuestra dignidad elevada al cielo.

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