Pórtico Por Jaime Septién

Escrito por Jaime Septién   
Domingo 31 de Agosto 2008
PÓRTICO

Image La mamá ha dado un paso de un valor incalculable: ha salido a los medios para pedirles a los delincuentes que tienen a Silvita que tenga piedad de su alma, que recuerden que hay un Dios que juzga pero también perdona…

Por Jaime Septién

Silvia Vargas Escalera cumplió 18 años de edad en cautiverio. Fue secuestrada en septiembre de 2007. Hasta esta semana, la hija de doña Silvia Escalera y don Nelson Vargas, permanece (roguemos a Dios) en manos de los criminales que la privaron de su libertad, de su vida normal y han matado, lentamente, a su familia y a México.

La mamá ha dado un paso de un valor incalculable: ha salido a los medios para pedirles a los delincuentes que tienen a Silvita que tenga piedad de su alma, que recuerden que hay un Dios que juzga pero también perdona; que somos hijos del mismo Padre y que la familia los perdona, los retribuye y les garantiza no emprender ninguna acción penal en su contra con tal de poder volver a abrazar a la jovencita ultrajada.

¡Qué gesto de dignidad cristiana el de doña Silvia! ¡Que lección de amor, de caridad, de estupenda raíz en Dios Nuestro Señor! ¡Qué baño de pureza frente al lodo en el que han metido al país los delincuentes, los (y ahora las) policías corruptos (as) y las autoridades ineptas! Doña Silvia y, hace dos semanas, don Alejandro Martí, han revolucionado el lenguaje mismo de los medios de comunicación introduciendo, en medio de la tragedia, el elemento que nos hace cristianos de verdad: el amor.

Lo que ha hecho doña Silvia es una predicación de valor inefable para la paz y la concordia. Lejos de la amenaza, del retruécano político, del (estúpido) comercio amarillista o de la ira que en nada ayuda a deshacer el nudo de la violencia brutal que vive la Patria, doña Silvia Escalera y Silvita, su hija, nos han enseñado que el único camino para lograr la paz es poner el bien donde sobreabunda el mal; la santidad contra la venganza.

La defensa de la vida -decíamos hace unas semanas en esta misma columna- exige algo más que bellas palabras y notables sentimientos: exige una batalla pública por la fraternidad. Esto es: exige testimonio sin adjetivos. ¿Quieren un ejemplo de lo que es esto? Doña Silvia y su petición a los plagiarios se lo pueden dar hasta al más despistado (que suele serlo por conveniencia o por fodongo). ¡Eso es cristianismo ejemplar!

Una cosa más: recemos, de verdad, porque Silvita vuelva a abrazar a sus padres. Su reencuentro será el inicio del reencuentro de México.

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