La Historia de Querétaro; La Revolución

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LA PAZ PORFIRIANA  

 

LA REVOLUCIÓN 

Tras 50 años de crisis política vino la paz porfiriana, cimentada en una política conciliatoria con los conservadores y la Iglesia Católica, así como en la represión de cualquier tipo de oposición al régimen. La estabilidad permitió reactivar las actividades económicas impulsadas con la invasión extranjera. También se consolidaron grandes latifundios a raíz de la ley de deslinde de terrenos baldíos, lo cual permitió a los hacendados apropiarse las tierras comunales indígenas. 

En Querétaro, los encargados de implantar el proyecto porfirista fueron los gobernantes Antonio Gayón, Rafael Olvera y sobre todo, Francisco González de Cosío fomentó el cultivo del lino en las haciendas (incluyendo su propia hacienda) rebajando los impuestos de los hacendados que lo sembraran. De la misma manera, dio impulso a la industrial textil. Esta fue la época de mayor éxito de la fábrica El Hércules. Protegió también la industria minera, quitándole impuestos a los minerales. 

Como parte del proyecto de modernización, se llevó agua potable a San Juan del Río y a algunas cabeceras de distrito y en la ciudad se construyó un tanque colector al pie del acueducto y de ahí, ya entubada, se distribuía a la población. También se construyó una planta termoeléctrica para dotar a la ciudad de electricidad y se tendieron las primeras líneas de teléfono y de telégrafo.  

La energía eléctrica movió las fábricas ya existentes y dió nacimiento a nuevas industrias como la del hielo y la del nixtamal. Se instalaron más de 30 molinos de nixtamal. Dentro de las haciendas también fue importante la llegada de la energía eléctrica pues los hacendados perforaron pozos e instalaron norias. En el ramo de los transportes, la noticia más importante fue la llegada del ferrocarril. Todas estas empresas fueron posibles por la acción conjunta del gobierno y de las empresas privadas.  

En el plano educativo se promovió uniformar la educación pública y diseñarla de modo que forjara un sentimiento de unidad e identidad nacional. La historia patria jugó un papel muy importante y surgió un calendario cívico para celebrar a los héroes y sus hazañas. Para cumplir con este punto se abrieron escuelas públicas primarias para niños y para niñas, se fomentó la apertura de escuelas privadas en  

todos los niveles y se adoptaron nuevas pedagogías. Para surtir a las escuelas de profesores se creó la Escuela Normal. El mayor impulso se dio en la educación profesional. En el Colegio Civil, donde sólo se ofrecía la carrera de abogado, se abrieron las carreras de Ingeniero Topógrafo, Farmacéutico, y Notario Público.  

Tanto en la Escuela Normal como en el Colegio Civil, la mayoría de los estudiantes no se inscribían a las carreras profesionales sino a los cursos rápidos de taquigrafía, mecanografía, telegrafía, contabilidad, inglés o francés que les daban la oportunidad de obtener, en poco tiempo, un empleo en uno de los múltiples negocios que aparecieron en la ciudad o en los recién abiertos Bancos.  

Sin duda uno de los signos más importantes de la modernización fue la llegada del ferrocarril, aunque para algunos significaba una obra del demonio por las descripciones que oían de aquel gigante que rugía y echaba lumbre por el hocico y humo por la cabeza. Para celebrar este acontecimiento, se organizó la primera feria industrial queretana. Todos los queretanos, así como los habitantes de otros estados, fueron invitados a exponer sus productos. La ocasión fue aprovechada para lucir los productos queretanos: Las maderas finas de Jalpan, Tolimán y Cadereyta; los minerales de El Doctor, Vizarrón y de Ranas; el lino cultivado en San Juan del Río; los trigos de Ajuchitlán; el fríjol de Obrajuelo; el maíz de Tlacote; las mantas de El Hércules y muchos otros artículos. También se expusieron obras de arte como esculturas, pinturas, grabados y fotografías de artistas queretanos, así como las obras históricas y literarias. Debido al éxito que tuvo la feria queretana, muchos expositores se animaron a participar en la exposición de París, ciudad que era entonces la capital de mundo, obteniendo varios premios y poniendo el nombre de Querétaro en alto.  

El crecimiento económico también se reflejó en el embellecimiento de la ciudad, pues se construyeron fuentes, jardines, monumentos y se mejoraron las condiciones materiales de cárceles, hospitales y edificios gubernamentales. 

La modernización y la prosperidad porfiriana no llegó a todas las capas de la sociedad mexicana. Mientras que la clase alta de la sociedad, a la que pertenecía tan sólo un 10% de la población, era cada vez más próspera y participaba en reuniones donde abundaba la comida y los vinos franceses, los peones de las haciendas y los obreros de las fábricas seguían sufriendo de explotación y malos tratos.  

Las diferencias entre ricos y pobres ocasionaron graves disturbios sociales. Obreros de minas y fábricas realizaron huelgas: los obreros paraban de trabajar para conseguir mejores salarios, pagos en efectivo y no con vales y mejores condiciones laborales. Muchos de estos movimientos fueron duramente reprimidos por el gobierno porfirista.  

Aunque una parte de la población aprovechó la generación de nuevos empleos originados por la modernización y el acceso a la educación, la mayoría siguió sufriendo los abusos cometidos por los abusos cometidos por hacendados e industriales y no pudo mejorar su precaria condición de vida. El analfabetismo, la falta de garantías en la posesión de la tierra y las malas condiciones laborales aumentaron el descontento de la población.  

En Querétaro los problemas agrarios no fueron sustantivos, como sí lo fueron los de las fábricas. El Hércules que alcanzó su auge durante el porfiriato, llegando a ocupar a más de dos mil obreros, fue teatro de abusos, vejaciones, castigos y explotación. Los enfrentamientos entre los obreros y patrones culminaron en huelgas que fueron duramente reprimidas. Los trabajadores solicitaron arbitraje del presidente Díaz con la esperanza de que éste fallara a su favor, pero no fue así. Por ello, los obreros se unieron a las filas revolucionarias que demandaban justicia social.  

Al descontento social se le sumó el político, pues Porfirio Díaz se negaba a dejar la silla presidencial. El resultado fue una revolución que se extendió casi por todo el territorio de la República Mexicana pero que no afectó de la misma manera a las diferentes regiones. Se ha dicho que durante la Revolución Mexicana los queretanos se limitaron a observar a los diferentes grupos que peleaban por el poder y que pasaron por aquí. Pero la presencia de villistas y carrancistas en la ciudad hizo que se formaran bandos y la lucha se centró más en la cuestión religiosa que en la diferencia de ideas políticas.  

Los carrancistas pretendían reducir la presencia política y económica de la Iglesia Católica, y sus soldados tradujeron esta postura en la destrucción material de las posesiones del clero. Desde que llegaron se dedicaron a saquear los templos, tomar prisioneros a los sacerdotes y a destruir libros y pinturas religiosas, con las que hacían sus fogatas. Llegaron a cometer excesos como convertir el templo de la Congregación de Guadalupe en un salón de baile, en donde bailaron La Cucaracha  a los acordes del órgano.  

Los villistas, en cambio, mostraron más respeto hacia la Iglesia Católica y mientras que los carrancistas cerraban las iglesias, los villistas las mandaban abrir.