La Primera Navidad mexicana

Escrito por Diana R. García B.   
Domingo 14 de Diciembre 2008
ESPECIAL :TRADICIONES MEXICANAS
La primera celebración pública de la Navidad en nuestra tierra desembocó en miles de conversiones indígenas
Image Fray Pedro de Gante tuvo una idea genial para evangelizar a los naturales de la Nueva España, allá en el siglo XVI

Por Diana R. García B.

El verdadero nombre de este religioso nacido en lo que hoy es Bélgica fue Pieter van der Moere. Partió de la ciudad de Gante, en compañía de otros hermanos de su orden, con rumbo a la Nueva España para evangelizarla, a la cual arribó en 1523.

Un panorama muy difícil

Pedro de Gante no era sacerdote sino lego. En una carta al rey Felipe II de España y Portugal, fechada en 1558, le relata las difíciles condiciones en que se realizaba el anuncio de la Buena Nueva en la región de México-Tenochtitlan. Los evangelizadores partían los sábados «de dos en dos (que no había otro sino yo con otros religiosos que no éramos más de cuatro para un mundo) a cada pueblo alrededor de México cinco y seis leguas, y a los de diez y de quince y de veinte algunas veces, de veinte en veinte días».

Aun así, siendo tan escasos, aquellos religiosos lograban algunas conversiones a Cristo entre las gentes de mayor rango: «Poco a poco se destruyeron y quitaron muchas idolatrías: a lo menos los señores y principales iban alumbrándose algún poco y conociendo al Señor».

Sin embargo, entre las masas era casi imposible la aceptación del Evangelio de Jesucristo: «La gente común estaba como animales sin razón, indomables, que no los podíamos traer al gremio y congregación de la Iglesia, ni a la doctrina, ni al sermón, sino que huían desto sobremanera, y estuvimos más de tres años en esto, que nunca, como tengo dicho, los pudimos atraer».

Una idea genial

Pero fray Pedro tenía bien claro que era un tesoro —el mayor que existe— lo que venía a ofrecer a los habitantes de aestas regiones, y no pensaba rendirse. Entonces tuvo una idea genial antes de 1528, es decir, cuando mucho a seis años de la caída dela gran Tenochtitlan: «Mas por la gracia de Dios empecélos a conocer y entender sus condiciones y quilates, y cómo me había de haber con ellos, y que toda su adoración dellos a sus dioses era cantar y bailar delante dellos, porque cuando habían de sacrificar algunos por alguna cosa, así como para alcanzar la victoria de sus enemigos, o por temporales necesidades, antes que los matasen habían de cantar delante del ídolo; y como yo vi esto y que todos sus cantares eran dedicados a sus dioses, compuse metros muy solemnes sobre la Ley de Dios y de la fe, y cómo Dios se hizo hombre por salvar el linaje humano, y cómo nació de la Virgen María, quedando ella pura e sin mácula; y estos dos meses poco más o menos antes de la Natividad de Cristo, y también diles libreas para pintar en sus mantas para bailar con ellas, porque ansí se usaba entre ellos».

La Natividad de Cristo transforma

Así, el buen fraile ya tenía todo listo para la primera celebración pública de la Navidad en tierras mexicanas: «Y luego, cuando se acercaba la Pascua, hice llamar a todos los convidados de toda la tierra, de veinte leguas alrededor de México para que viniesen a la fiesta de la Natividad de Cristo nuestro Redentor, y ansí vinieron tantos que no cabían en el patio, que es de gran cantidad, y cada provincia tenía hecha su tienda adonde se recogían los principales, y unos venían de siete y ocho leguas, en hamacas enfermos, y otros de seis y diez por agua, los cuales oían cantar la mesma noche de la Natividad los ángeles: ‘Hoy nació el redentor del mundo’. Desta manera que a V.M. he contado vinieron a los principios por bien, y algunas veces por mal, a la obediencia de la Santa Iglesia y de V.M. Dende entonces se continuaban las iglesias y patios de gente, que no cabían a honra de nuestro Salvador Jesucristo lo que antes se hacía a honra de los demonios. Considere V.M. qué trabajos se pasarían hasta venir a estos términos; y ansí estando ellos aquella noche de Navidad en el patio de nuestro Padre San Francisco de México, con deseo y hervor de aprovecharla ley de Cristo nuestro Redentor, alzaron una cruz de doscientos pies de alto, la cual está hoy en día en el mismo patio».

Conversiones difíciles de contabilizar

Se consiguieron tan abundantes frutos que fray Pedro informa al rey Felipe que si bien «está muy pobre la capilla», «no cabe el patio de gente, donde cabrán más de sesenta mil hombres».

En una misiva anterior, dirigida a los religiosos de Flandes (Bélgica) en 1529, confesaba cómo el número de conversiones era ya tan alto que tan sólo entre él y otro fraile habían «bautizado más de doscientos mil y aun tantos, que yo mismo no sé el número».

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