Recuento de una visita

Siguiendo las huellas de Moisés

 

Del Observatore Romano 

La peregrinación de Benedicto XVI a los lugares considerados santos por judíos, cristianos y musulmanes, es un ejemplo concreto del diálogo trilateral que él mismo ha auspiciado. Ese camino religioso no podía menos de comenzar por el memorial dedicado a Moisés en el monte Nebo, desde el cual, según la tradición bíblica, contempló la Tierra prometida y en el cual murió.

Desde hace casi medio milenio los predecesores del Obispo de Roma ven en la pared oriental de la capilla Sixtina la representación de la muerte del legislador de Israel junto a la de la resurrección de Cristo. Ahora su actual sucesor, como hizo Juan Pablo ii en el año del gran jubileo, pudo contemplar, en medio de la bruma matutina, la Tierra prometida por Dios al pueblo de la Alianza, para meditar en la única historia de la salvación y en la reconciliación entre judíos y cristianos.

Como aconteció a Moisés, también cada creyente cerrará definitivamente sus ojos en esta vida mortal antes de ver el pleno cumplimiento del plan divino, después de un camino diario más o menos largo por el desierto del mundo, participando -como subrayó el Papa- en el itinerario ininterrumpido de innumerables peregrinos, y confiando en que Dios da a todas las personas la posibilidad de una vida nueva cada día y de un mismo futuro, que ya ahora se puede anticipar en la caridad y en la búsqueda de la paz.

En la mezquita de Hussein bin Talal, Benedicto XVI fue acogido, en calidad de humilde peregrino de paz y de Sucesor de Pedro, por el príncipe Ghazi.

Con esta visita, la tercera de un Papa a un lugar de culto musulmán y la primera a una mezquita recién inaugurada, como subrayó el alto dignatario, prosigue un diálogo cada vez más actual y urgente, iniciado hace mucho tiempo e intensificado después de la lección de Ratisbona, pues los hechos han demostrado que fue una etapa fructuosa e importante de un camino común.

Desde el lugar de culto dedicado precisamente al rey Hussein, que acogió al Papa Pablo vi en su memorable visita a Tierra Santa, Benedicto XVI elevó su voz para rechazar las teorías de quienes critican a las religiones presentándolas como factores de división, por lo cual se las debería relegar a la esfera privada. Sin embargo, estas críticas hacen aún más urgente la necesidad, por lo demás siempre presente, de una purificación continua de las religiones, a fin de que sean fieles a sus principios más auténticos.

En esto musulmanes y cristianos deben colaborar, superando una historia difícil de conflictos, enemistades e incomprensiones, como demuestra el modelo positivo de Jordania y como resulta urgente e indispensable en Irak, donde es necesario que se respete el derecho de los cristianos a convivir en paz con los ciudadanos musulmanes.

Para esto es fundamental el reconocimiento común del vínculo entre amor a Dios y amor al prójimo, mientras la razón lleva a identificar en la dignidad humana el fundamento de los derechos, que se deben garantizar a toda mujer y a todo hombre, sin distinción.  

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