Memorias del Dr. F. M. S. 3/5

Memorias del Dr. Felipe Martínez Soriano 3/5 

Conforme me recuperaba, las actividades en el hogar y en  el campo se ampliaron: con el corte de alfalfa y zacate en las mañanas, sin importar lluvias y el frío; cuidar una vaquita, el becerro, dos-tres burros, un yegua y sembradíos, que los perros no comieran los elotes, para ello, utilizaba ondas y tirarles piedras con la mano izquierda Por las tardes desgranaba maíz ayudado del “burro” un banco de olotes, sujeto  con mecates. 

Entonces el maíz el fríjol, alberja y haba era medidos con el almud, el medio y el cuarto; la arroba, la onza, el quintal, la fanega y contado en zapoteco “el gallo” igual a tres centavos, el real, el medio real, aunque no  entendía el zapoteco. 

La cosecha se acarreaba en canastos de carrizo y en la espalda con mecapal en pecho o en la cabeza, llevarlo hasta la carreta y en varias ocasiones sufrí caídas sin mayores problemas y cuando no era eso, entonces a levantar la milpa,  desyerbarla y  arrimarle más tierra. También sembrar  trigo era bonito y admirar el Valle de Etla, de color verde esmeralda. En Semana se cultivaban plantas y cereales como el trigo porque en  Semana Santa, las gentes llevaban macetas a la iglesia y  los niños  hacíamos con el tallo verde de la plana caracoles y peines para venderlos en el Quinto Viernes en Etla. 

El trigo seco se trillaba con garrotes, burros o caballos, en lugares conocidos como eras, luego se limpiaba con palas  contra el viento. En esos años existían muchos panaderos en la comunidad y quise aprender el oficio con los señores Ezequiel Ventura, un  bohemio que cantaba con su guitarra y decía versos o con los señores. Bartolo Cruz,  Manuel “Malàn” y Marcos López Sosa, jugador de pelota mixteca y con fuerzas en las manos para apostar a las “venciditas”. 

Como mi vida era el campo y aparte de los relatos anteriores, veía que en la Semana Santa, eran las peregrinaciones al Señor de las Peñas, en Reyes, Etla, un montículo conocido como “El Mogote”,  ruta  de Monte Alban y como no asistía a ellas, me mandaban a cazar chapulines en calabazo largo, de boca estrecha y base amplia, “bule”, los atrapaba en  milpas, en la alfalfa, en el zacate y cazaguate, ya en casa los depositan en agua hirviendo para limpiarlos, luego freírlos y agregarles limón para  buen sabor. 

Antes de seguir con el relato, siento gusto referir que, mi humilde choza era de adobe, techo de teja, un corredor y cocina cercada de carrizo, un patio ocupado en tiempos de cosecha y era agradable observar a las gentes que acudían a desgranar y limpiar trigo maíz y fríjol. Y mi abuela procuraba tener un espacio para sembrar flores y yerbitas de olor; un lugar para los animales y al fondo del patio, un árbol de toronjas, después  se construyó un pequeño  pesebre  Y mis abuelos y padre constaban con buenos vecinos: las tías. Cenobia (Vita), Petra y  Amalia. Pero las cercas de carrizo permitían la comunicación con ellos. Y  al oriente se colindaba con terreros de la señora Salomé y sus hijos Andrés y  Florentino, con el tiempo y dos partes fueron comprados por miss abuelos y padre.   .  

OTRAS INCLEMENCIAS-. Una vez con Ricardo  y Tomas, sufrimos torrencial aguacero que inundó la planicie zauteca, los pequeños arroyos  aumentaron el caudal de agua que lo observábamos como un brazo de mar, imposible de cruzarlo. Pero los animales que pastoreábamos por cañadas del “llutate” y el “Tecolote”, llegaron solos al   pueblo Y nosotros nos fuimos a Mazaltepec y lograr protección y tuvimos suerte, porque llegamos con la Sra. Quirina, amiga de mi abuela y nos ofreció su choza y dormimos en el suelo,  con enaguas y rebozo de la señora, nos dio café caliente, tortillas con queso y frijolitos negros, aunque sufrimos piquetes de pulgas, piojos y chinches.  Conforme me recuperaba, las actividades en el hogar y en  el campo se ampliaron: con el corte de alfalfa y zacate en las mañanas, sin importar lluvias y el frío; cuidar una vaquita, el becerro, dos-tres burros, un yegua y sembradíos, que los perros no comieran los elotes, para ello, utilizaba ondas y tirarles piedras con la mano izquierda Por las tardes desgranaba maíz ayudado del “burro” un banco de olotes, sujeto  con mecates. Entonces el maíz el fríjol, alberja y haba era medidos con el almud, el medio y el cuarto; la arroba, la onza, el quintal, la fanega y contado en zapoteco “el gallo” igual a tres centavos, el real, el medio real, aunque no  entendía el zapoteco. La cosecha se acarreaba en canastos de carrizo y en la espalda con mecapal en pecho o en la cabeza, llevarlo hasta la carreta y en varias ocasiones sufrí caídas sin mayores problemas y cuando no era eso, entonces a levantar la milpa,  desyerbarla y  arrimarle más tierra. También sembrar  trigo era bonito y admirar el Valle de Etla, de color verde esmeralda. En Semana se cultivaban plantas y cereales como el trigo porque en  Semana Santa, las gentes llevaban macetas a la iglesia y  los niños  hacíamos con el tallo verde de la plana caracoles y peines para venderlos en el Quinto Viernes en Etla. El trigo seco se trillaba con garrotes, burros o caballos, en lugares conocidos como eras, luego se limpiaba con palas  contra el viento. En esos años existían muchos panaderos en la comunidad y quise aprender el oficio con los señores Ezequiel Ventura, un  bohemio que cantaba con su guitarra y decía versos o con los señores. Bartolo Cruz,  Manuel “Malàn” y Marcos López Sosa, jugador de pelota mixteca y con fuerzas en las manos para apostar a las “venciditas”. Como mi vida era el campo y aparte de los relatos anteriores, veía que en la Semana Santa, eran las peregrinaciones al Señor de las Peñas, en Reyes, Etla, un montículo conocido como “El Mogote”,  ruta  de Monte Alban y como no asistía a ellas, me mandaban a cazar chapulines en calabazo largo, de boca estrecha y base amplia, “bule”, los atrapaba en  milpas, en la alfalfa, en el zacate y cazaguate, ya en casa los depositan en agua hirviendo para limpiarlos, luego freírlos y agregarles limón para  buen sabor. Antes de seguir con el relato, siento gusto referir que, mi humilde choza era de adobe, techo de teja, un corredor y cocina cercada de carrizo, un patio ocupado en tiempos de cosecha y era agradable observar a las gentes que acudían a desgranar y limpiar trigo maíz y fríjol. Y mi abuela procuraba tener un espacio para sembrar flores y yerbitas de olor; un lugar para los animales y al fondo del patio, un árbol de toronjas, después  se construyó un pequeño  pesebre  Y mis abuelos y padre constaban con buenos vecinos: las tías. Cenobia (Vita), Petra y  Amalia. Pero las cercas de carrizo permitían la comunicación con ellos. Y  al oriente se colindaba con terreros de la señora Salomé y sus hijos Andrés y  Florentino, con el tiempo y dos partes fueron comprados por miss abuelos y padre.   .  OTRAS INCLEMENCIAS-. Una vez con Ricardo  y Tomas, sufrimos torrencial aguacero que inundó la planicie zauteca, los pequeños arroyos  aumentaron el caudal de agua que lo observábamos como un brazo de mar, imposible de cruzarlo. Pero los animales que pastoreábamos por cañadas del “llutate” y el “Tecolote”, llegaron solos al   pueblo Y nosotros nos fuimos a Mazaltepec y lograr protección y tuvimos suerte, porque llegamos con la Sra. Quirina, amiga de mi abuela y nos ofreció su choza y dormimos en el suelo,  con enaguas y rebozo de la señora, nos dio café caliente, tortillas con queso y frijolitos negros, aunque sufrimos piquetes de pulgas, piojos y chinches. 

 

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