Marguerite Yourcenar, la sirena y el laberinto

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– Guadalupe Calzada Gutiérrez

Marguerite Yourcenar, la sirena y el laberinto

 

“Yourcenar” es un anagrama de Marguerite Antoinette Jeanne Marie Ghislaine Cleenewerck de Crayencour. Ella es una de las pocas mujeres que han abordado la literatura griega con tanta belleza y precisión. Con trazos delicados y fina escritura, Yourcenar emerge de la inmensidad del tiempo para envolverse en el vértigo del conocimiento. Desde muy pequeña ingresó al estudio de los clásicos griegos, que se convirtieron en su pasión, además de viajar y escribir. Poeta, novelista, ensayista, traductora y gran humanista, nos muestra, a través de sus obras “el hondo color del agua de la tarde”, para escuchar el canto de las sirenas en el silencio del mar. “Me acosté lentamente en la playa de arena/ donde el mundo se gasta con áridas dulzuras/ y a la hora asombrada en que los astros nacen/ del nácar de sus sueños sobre sus cuerpos largos/ vi venir hacia mí mis hermanas Sirenas…”

Su primer volumen de poemas fue El jardín de las quimeras (1921); al siguiente año publicó otra colección titulada Los dioses no han muerto y posteriormente Fuegos. Aunque su poesía no es tan conocida como sus novelas, en ella pone de manifiesto su amplio conocimiento de los mitos griegos. Su primera novela fue publicada en 1929: Alexis o el tratado del inútil combate. En esta obra, Yourcenar aborda con maestría un tema tabú: la homosexualidad. Polémica e innovadora, es el retrato de una voz, la de Alexis, que confiesa en una carta a su esposa, su inclinación sexual: “Si es difícil vivir; es aún mucho más penoso explicar nuestra vida.”

Indudablemente, la novela por la que es más conocida es Memorias de Adriano, donde relata la vida y la muerte del emperador romano (siglo II aC). Con frases precisas y profundas, la autora reflexiona acerca de la política, la vida y la muerte, la sociedad y el amor. Así, pone en boca del emperador las memorias, dedicadas a su nieto Marco Aurelio: “El frote de dos parcelas de carne no define el fenómeno del amor así como la cuerda rozada por el dedo no explica el milagro infinito de los sonidos” o cuando expresa: “Nuestro gran error es intentar obtener de cada uno en particular las virtudes que no tiene, y desdeñar el cultivo de las que posee.” De este modo, “un hombre que lee, que piensa o que calcula, pertenece a la especie y no al sexo; en sus mejores momentos llega a escapar de lo humano”.

En la novela Opus nigrum narra la vida de un médico y alquimista del siglo XVI, de nombre Zenón. Como en Memorias de Adriano, narra con maestría una historia de estilo clásico, ubicada entre en la Edad Media y el Renacimiento. Muestra al lector los dilemas y angustias que debe superar un hombre sabio, humano y libre, como el filósofo Campanella, tal vez Giordano Bruno o Paracelso, grandes estudiosos de la alquimia y perseguidos por sus ideas tan adelantadas a su época. También se ha dicho que Yourcenar creó el personaje de Zenón pensando en su padre, Michel-René Clenewerck de Crayencour, hombre aristocrático y culto, quien le enseñó latín y griego clásico.

Escribió teatro y tradujo obras de Virginia Woolf, Henry James y Constantino Cavafis. Es muy conocido el ensayo Mishima o la visión del vacío, fruto de las extensas lecturas de la obra del escritor japonés Yukio Mishima. Considerada una escritora clásica, se adentra en el laberinto de la vida para colmar su oquedad y encontrar “a lo oscuro, por lo más oscuro; a lo desconocido, por lo más desconocido”. Marguerite Yourcenar murió el 17 de diciembre de 1987, pero sigue viva en sus obras. “El amor inmortal –canta como en un epitafio para sí misma- corre en la lejanía/ de la sangre, y no turbaré con mi alegría/ la cita infinita de la tierra y la muerte”.

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