«La fuga de la quimera» de Carlos González Peña

El ateneísta Carlos González Peña y ‘La fuga de la quimera’

Alejandro Anaya Rosas

Una invitación bien sustentada y documentada a la lectura de una novela poco conocida y sin embargo de alta calidad literaria: ‘La fuga de la quimera’, del escritor nacido en Lagos de Moreno, Jalisco, Carlos González Peña (1885-1955).

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Carlos González Peña nace el 7 de julio de 1885, en Lagos de Moreno, Jalisco. En 1902 viaja a Ciudad de México, lugar donde, a base de pasión y de no poco esfuerzo, desarrolla una erudición peculiar en las letras mexicanas, centrándose sobre todo en la narrativa. El contacto con el mundo del periodismo le acerca a figuras claves para su carrera literaria, como el mismo Irineo Paz, y también lo hace partícipe, de manera protagónica, de uno de los acontecimientos culturales que han marcado la historia de México: el nacimiento del Ateneo de la Juventud, en el segundo lustro del pasado siglo. Es de suponer que la Revolución Mexicana y la tendencia literaria que la plasma, dejaron en un relativo segundo plano la labor intelectual que los ateneístas pretendían. No obstante, la inmensa calidad literaria de sus integrantes, además de las aspiraciones por forjar una sociedad más crítica, los han encumbrado y vuelto cruciales para entender la historia de nuestro país.

Escribe Carlos González Peña La fuga de la quimera en 1915; cuatro años más tarde, el texto ve la luz. La novela dibuja una pequeña élite que, a contrapelo, pretende seguir en un país con tintes decimonónicos, una clase privilegiada que representa el inminente ocaso del porfiriato. La trama abarca los primeros años del movimiento armado revolucionario hasta la Decena Trágica (es decir, de 1910 a febrero de 1913), y, a pesar de que la fecha de su aparición coincide con lo que algunos estudiosos de las letras nombran “la primera etapa de la Novela de la Revolución”, el libro de González Peña no pertenece a tal acontecimiento literario, pues se sale del margen de lo que María Portal denomina el tema “monolítico de la narrativa mexicana” de aquellos años: la Revolución Mexicana.

De manera acertada, Emmanuel Carballo opta por no clasificar La fuga de la quimera, esto a pesar de los temas y el tratamiento de los mismos en algunas partes del texto: la infidelidad de una mujer años menor que su esposo, quien contrae nupcias con la joven después de enviudar. Muy por el contrario, para Carballo, González Peña no procede en La fuga de la quimera como verdadero naturalista, porque “[l]a novela para él no era un laboratorio sino un altar donde reverenciaba la belleza, quemando en su honor unos cuantos granos de incienso modernista”. Es decir que, en esta historia, los personajes son más afines al cosmopolitismo que intenta asirse, desesperadamente, al mundo aristocrático y a la idealización de una Europa que languidece ante los cambios vertiginosos que se dan a inicios del siglo XX; como los modernistas que voltean la mirada a Francia, a esa melancolía con reminiscencias románticas, dejando de lado la revolución y su esperanzadora y dinámica lucha que pretende, aunque de forma brutal, cambiar el país. Así, en la novela de González Peña se reconocen, o se intuyen, corrientes literarias diversas, que, aunadas a figuras con personalidades ambivalentes, escenarios citadinos y campiranos, estrategias discursivas como capítulos epistolares…, entre otras cosas, ofrecen una gran posibilidad interpretativa o diversas lecturas de dicha novela.

Ahora bien, Carballo también dice que en La fuga de la quimera, Carlos González Peña “[s]e propuso trasplantar a tierras mexicanas una tragedia: la de Fedra”. Démoslo por sentado: el jalisciense conocía bien la figura de Fedra y la tragedia de Eurípides, Hipólito, pues nos queda claro que la cultura helénica fue una de las bases ideológicas de los ateneístas. Empero, tanto Fedra como su hijastro Hipólito distan de Sofía y Jorge, protagonistas en La fuga de la quimera. Hipólito representa la castidad, odia a Fedra, desprecia a la mujer; Jorge no, se aviene a la vida licenciosa y se presta a los juegos de seducción con la joven Sofía, aunque está formalmente comprometido con otra mujer, Julia, quien, para alcanzar el summum de la deslealtad, es la hijastra de Sofía.

Hay tal vez otros referentes literarios más próximos al texto de González Peña, como la novela de Theodor Fontane, Effie Briest, o la célebre Madame Bovary, donde el tedio o la idealización de una vida que muchas veces no encaja con la realidad, llevan a la mujer a buscar alternativas para la anodina existencia del matrimonio. Octavio Paz, en su ensayo titulado “Máscaras mexicanas”, arroja luz para una susceptible interpretación del comportamiento femenino en la obra Carlos González Peña. El autor de El laberinto de la soledad, en sus reflexiones sobre la identidad del mexicano, delinea el carácter de las mujeres con rasgos como la impasibilidad, el rol activo adoptado por la mujer considerada en una sociedad machista como “mala”, o “ante la adversidad, sufrida”…, rasgos manifiestos en la novela en cuestión.

Así pues, estamos ante un autor, como suele decirse ahora, de bajo perfil, empero de alta calidad literaria; La chiquilla y su Historia de la literatura mexicana, entre tantas obras de este ateneísta, destacan. Sirva como homenaje a un escritor no tan explorado, don Carlos González Peña, esta invitación a la lectura de La fuga de la quimera.

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