La guitarra de Paco de Lucía. Alcanzaba a herirnos la piel y en la sensualidad

Paco de Lucía entre dos aguas

Juan Vadillo

 

Habrá un silencio verde

todo hecho de guitarras destrenzadas.

La guitarra es un pozo

con viento en vez de agua.

“Guitarra”, Gerardo Diego

 

Entre dos aguas sonaba la guitarra de Paco de Lucía. Con la fuerza de su picado1 alcanzaba a herirnos la piel pero, a su vez, algunos toques nos sumergían en la sensualidad de una laguna. Entre estas dos maneras de sentir la música se dibujaba aquella guitarra que podía expresar simultáneamente la vitalidad del agua en movimiento y el simbolismo mortal del agua estancada. Entre dos aguas también era una forma de tocar expresando dolor y placer, tensión y relajación, delirio y cordura al mismo tiempo. Tocando de esa manera, el espejo invisible de la guitarra de Paco de Lucía consiguió reflejar la esencia andaluza, que también tiembla entre dos aguas: la Mezquita de Córdoba cristiana y musulmana, la arquitectura Bética con su arco del triunfo y su puente romano, pero también la árabe con sus ventanas laberínticas y, sobre todo, el agua de Granada, galería de transparencias que se escucha cuando Paco desenreda los acordes y en todos sus trémolos,2 expresando el sonido del agua en movimiento de las acequias, pero también del agua en los aljibes y los albercones. En este sentido habría que mencionar especialmente su granaína3 “Generalife bajo la luna,” donde no solamente consigue evocar la atmósfera nocturna del Generalife, sino que también nos deja escuchar el agua de Granada en todas sus manifestaciones.

 

Más eterna cuanto más efímera

Cuando Paco toca una falseta4 sentimos que una toda trama puede caber en un solo instante. Como la copla, la falseta expresa una unidad orgánica que, gracias a la brevedad, puede alcanzar emociones muy intensas. El tocaor va y viene de una falseta a otra, de una triste a otra alegre; en eso se parece a las emociones de los niños. El paso de una falseta a otra es como el pasaje de un sueño a otro sueño.

La guitarra de Paco de Lucía va de un sueño a otro; es como el fruto de un árbol, viene desde la raíz de la tierra. Su hueco es un pozo de viento, un aljibe que nos bendice con agua oscura. Su picado entre dolor y placer, entre erotismo y muerte, nos rasga la piel y el alma. Cada nota es una herida, una banderilla torera que estimula y mata, un dolor primordial, un la lírica desnuda. Cada nota es una emoción, más intensa cuanto más pasajera, más eterna cuanto más efímera.

Cuando su dedo anular desenreda un acorde, se dibuja en el aire una catedral. Sus notas expresan la arquitectura laberíntica árabe que convive con la romana enjuta. Su delirio quiebra la mezquita de Córdoba en resonancias. “Córdoba quebrada en chorros. Celeste Córdoba enjuta”, dice Federico García Lorca, como si hubiera escrito estos versos inspirado en la guitarra de Paco de Lucía, que puede expresar la desmesura del agua y al mismo tiempo la precisión de una columna.

Tres ciudades andaluzas5 resuenan en la guitarra de Paco de Lucía: Granada con su “aurora salobre” y sus “mulos cargados de girasoles”; Sevilla con su Arcángel juncal y con su Anunciación manchada de luna; Córdoba con su Arcángel aljamiado y sus vendedores de tabaco. Y cuando San Gabriel camina con sus dos ritmos que cantan, la guitarra de Paco lo acompaña por bulerías.

También por bulerías la guitarra de Paco dibuja el toreo: el vuelo de la capa que deja pasar a la muerte, el movimiento incesante del toro, un surtidor de imágenes que se quiebra cada instante. Recordemos a José Bergamín, que escuchaba flamenco al ver torear, en silencio. Esa música callada también se siente en los matices de la guitarra, y en el manto oscuro que nos deja su sombra. Sonidos negros –diría Lorca–, sonidos que vienen de la oscuridad, de la locura y de la muerte.

 

Rasgueos de canto y llanto

Las seis cuerdas de la guitarra también suenen entre dos aguas: tres de ellas, las primas (hechas de nailon), producen los sonidos de mayor dulzura, las otras tres, los bordones (hechos de metal), pueden producir los sonidos más desgarrados.6 Es por ello que la prima canta cuando el bordón llora en la siguiente estrofa de Manuel Machado: “La prima que canta y el bordón que llora…/ Y el tiempo callado se va hora tras hora./ Cantares…/ Son dejos fatales de la raza mora.”

Habría que añadir también que la prima puede cantar al mismo tiempo que el bordón está llorando, y esa sería la paradoja expresiva de un rasgueo: canto y llanto, placer y dolor, erotismo y muerte coincidiendo en el mismo pulso del compás. Ningún rasgueo ha llegado a herirnos más hondo que los rasgueos de Paco de Lucía, desplegando en un solo pulso la muerte y toda la sal del puerto de
Algeciras.

Entre dos aguas, entre La Habana y los puertos andaluces, se forjó la rumba, y la guitarra de Paco, más que ninguna, consiguió expresar ese viaje de ida y vuelta, de salitre y luna, de velas hinchadas al viento, de tabaco y brea, entre las dos orillas de un mismo mar.

Desde un aljibe de madera, la guitarra de Paco de Lucía expresaba la esencia del agua, del agua que se transforma en aire para volver a ser agua, del aire que se transforma en sombra hasta rozar la muerte, de la muerte que vuelve a ser vida con una sola nota. Un manantial, un pozo, un laberinto, un río caudal, el fluir eterno de una fuente, la música que, como el agua, no se puede asir, que se escurre entre las manos; que no se puede escribir, que tiene todas las formas y ninguna, toda esa música quedó expresada en la guitarra de un genio, Paco de Lucía,

 

Notas:

1. El picado es una técnica de la guitarra flamenca en la cual se utilizan los dedos medio e índice con fuerza y apoyándose en la cuerda inmediatamente superior a la que se hace sonar. El resultado es un sonido staccato que se caracteriza justamente por su fuerza y expresividad. Cada sonido punzante es como una herida, tiene sangre. Manuel Machado describe el picado en una seguiriya de su poema “La copla andaluza”: “Son melancolía/ son ayes,/ de las otras cuerdas, heridas punzadas,/ las notas vibrantes”, en Cante hondo 1916, Barcelona, Nortesur, 2008.

2. El trémolo consiste en la repetición de una sola nota, en una misma cuerda. En la guitarra clásica generalmente esta nota se repite tres veces alternando con una nota distinta que se toca con el pulgar (casi siempre en los bordones); en la guitarra flamenca se repite cuatro veces, y de igual manera esta repetición alterna con una nota distinta que se toca con el pulgar. La sensación que nos da es de temblor, tal como lo indica su etimología.

3. La granaína es un palo del flamenco. Palo es un término que proviene del léxico flamenco que se utiliza para designar los estilos o subgéneros de este arte. Algunas veces el palo se caracteriza por una tonalidad o armonía específicas, otras por el compás que utiliza.

4. La falseta es una composición para guitarra muy breve, puede durar un compás. Igual que la copla, su brevedad expresa cambios de ánimo repentinos, de la alegría a la tristeza. El guitarrista tiene un repertorio de falsetas y puede pasar de una a otra según lo vaya sintiendo.

5. Algunas imágenes en este párrafo fueron tomadas de tres romances de Federico García Lorca, también dedicados a estas tres ciudades andaluzas: “San Miguel (Granada),” “San Gabriel (Sevilla)” y “San Rafael (Córdoba)”; en este mismo orden las imágenes entre comillas corresponden a cada uno de los romances de Lorca, mientras que otras, en una suerte de glosa, fueron recreadas.

6. Se trata de una generalización, así como las primas pueden desgarrarse, los bordones también pueden expresar dulzura. En este sentido, el maestro Manolo Sanlúcar señalaba que una de las características de la guitarra flamenca consiste en que los bordones son cantores.

 

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