Tomar la palabra
Agustín Ramos
A veces, como hoy, la forma de no olvidar significa descubrir nuestro origen. El Instituto de Artes (IDA), de la Universidad Autónoma del estado de Hidalgo, se abrió a principios del siglo XXI en la misma edificación realmontense en la que, en el siglo XVIII, Pedro Romero de Terreros, dueño de casi toda la plata de la comarca minera, estuvo a punto de morir acuchillado durante un motín que no por anecdótico deja de ser sangriento. El miedo cambió de bando, Romero de Terreros corrió a esconderse en la mina de San Cayetano, ahí donde, dos siglos y medio después, el Movimiento Estudiantil por la Libertad REBEL-ARTE se atrevería a enfrentar las arbitrariedades típicas de una universidad siempre manejada por agentes del gobierno estatal y, desde hace cuarenta años, bajo el imperio del grupo caciquil de Gerardo Sosa Castelán… Escribo esto el 2 de octubre, a cincuenta y cinco años de otro movimiento estudiantil que Gustavo Díaz Ordaz quiso resolver con una matanza.
La memoria histórica traza formas diversas. La de este momento es de luz y es de agua, un río que colorea los afloramientos del metal más precioso, la rebeldía juvenil. El color base sobre el que se despliega esta constelación de recuerdos es la movilización colectiva. De 1765 a 1777, los operarios de las minas más ricas de Real del Monte se opusieron a su empleador, Pedro Romero de Terreros. En 1968, los estudiantes del Poli y la UNAM, principalmente, protestaron en calles y plazas capitalinas contra el autoritarismo bestial de los gobiernos del PRI. El 26 de septiembre de 2014, los normalistas de Ayotzinapa salieron a tomar autobuses para transportar a sus compañeros de otras normales rurales a la conmemoración de la masacre de Tlatelolco en 1968, pero unas cargas de heroína con destino a Chicago provocaron que el Estado y su delincuencia organizada los desaparecieran hasta hoy. Hoy, en septiembre y octubre de 2023, el Movimiento Estudiantil por la Libertad REBEL-ARTE se organizó contra la imposición de María Teresa Paulín Rivas como directora del IDA.
Estas movilizaciones, todas, se iluminan con el trazo firme del paro de labores, la fase de lucha que más esfuerzo exige pero que garantiza, a corto o a largo plazo, las victorias más sólidas. El 15 de agosto de 1766, los trabajadores se negaron a bajar a las minas porque el patrón no cumplió los acuerdos respecto al pago. El intento de forzarlos a laborar plasmó el episodio más vistoso pero no el principal del movimiento. El virrey envío a Real del Monte a la máxima autoridad en legislación minera del XVIII, Francisco Javier de Gamboa, quien nomás con dar la razón a los trabajadores creyó solucionado el conflicto. El 2 de octubre de 1968, echadas a andar las pláticas de avenencia entre representantes estudiantiles y emisarios del gobierno federal, elementos del Ejército, del Estado Mayor Presidencial y del Batallón Olimpia, hicieron de la tercera unidad de Tlatelolco una ratonera donde acribillaron a traición a la multitud que se manifestaba pacíficamente. El 25 de septiembre de 2023, un día antes del noveno aniversario de la desaparición forzada de Los 43, REBEL-ARTE logró el primero de los 21 puntos de su pliego, la renuncia de la directora.
Estos tres movimientos cristalizaron en pliegos petitorios trascendentales. Las demandas del elaborado en 1766 están plasmadas en el artículo 123 de la Constitución de 1917. El pliego del ’68 exigía, justamente, el cumplimiento de la Constitución. El de 2023, volviendo a Real del Monte, podría resumirse como el reclamo de mayor participación de la comunidad en el destino de su alma máter, mejor nivel académico y rendición de cuentas por parte de las autoridades. En otras palabras, por la democracia y contra la corrupción.