Tzintzuntzan, “lugar de colibríes”
Tzintzuntzan capital del reino tarasco y más tarde, después de la conquista, la primera Ciudad de Mechoacán, antes de que se trasladara a Pátzcuaro, ya en los días de Don Vasco de Quiroga.
En ella existen varios grupos de edificaciones, destacándose las cinco yácatas que eran los templos o cués de los antiguos moradores.
Por lo mismo Tzintzuntzan posee importantes vestigios prehispánicos a la vez que construcciones de tipo español.
El centro ceremonial prehispánico está emplazado sobre una plataforma artificial excavada en las faldas de un cerro que mira al lago.
Otro sitio michoacano donde las yácatas parecen trascender de su sentido religioso a una especie de fortificación defensiva, es Tzintzuntzan, » lugar del colibrí mensajero «.
Sus construcciones dan testimonio del poderío tarasco,
El centro ceremonial es descrito por el arqueólogo Piña Chan:
«..se compone de una gran terraza artificial, con cuerpos escalonados que se van adaptando a los accidentes del terreno, al parecer existió una amplia escalinata en la parte central, por la cual se ascendía a ella. Sobre esta terraza se construyó una larga plataforma, y se alinearon de suroeste a noroeste cinco yácatas o basamentos que combinan la planta circular con la rectangular; aunque desde luego hubieron varias épocas de construcción.»
Quedan cerca lo que fueron palacios o habitaciones, patios interiores con altares, y osarios.
También aquí se encontraron enterramientos de personajes acompañados con objetos de uso y ornamentales.
Desde este lugar los franciscanos iniciaron su conquista espiritual para catequizar la población tarasca.
Abajo, al poniente de la moderna carretera, quedan las edificaciones franciscanas del siglo XVI y otras construcciones religiosas católicas de los siglos XVII y XVIII precedidas por un gran atrio en el que se encuentran los viejos olivos, que debieron ser plantados por los propios franciscanos.
En Tzintzuntzan como en las otras poblaciones de fuerte raigambre indígena, la celebración de ANIMECHA KEJTZITAKUA muestra ese complejo fenómeno religioso, en el que perfectamente mezcladas, sin visibles soluciones de continuidad, las tradiciones prehispánicas coexisten con el culto a los muertos traídos a estas tierras por los evangelizadores franciscanos y agustinos
Actualmente, Tzintzuntzan es punto de alto obligado por los caminos de Michoacán, cerca del lago de Pátzcuaro y de esta población, que sobre la raíz indígena ha construido una de las ciudades arquitectónicamente más características coloniales o hispanomexicanas.
La fiesta del día de muertos, el primero de noviembre en la noche, es precedida en Tzintzuntzan por un festival de música y danzas que tiene a las yácatas como escenario.
También son famosas las celebraciones, con representaciones «en vivo» de
En las Fiestas del Señor del Rescate, se bailan diversas danzas, entre ellas la original Danza de los Viejitos.
Esta población cuya capitalidad indígena precedió a la de Pátzcuaro, adquirió también significación grande en los tiempos coloniales.
La construcción del antiguo convento de San Francisco fue dispuesta por él.
Ahí están aún algunos añosos olivos que se dice fueron plantados por el gran obispo, quien, además, cerca de Tzintzuntzan instaló uno de los hospitales que le hicieron famoso como asiento y fuente de trabajo organizado de los indios, el de Santa Fe del Lago, así como con el mismo nombre de Santa Fe del Lago, había antes fundado otro cerca de la ciudad de México.
Vestigios coloniales son también el Templo de
En fin, el mercado de las artesanías ofrece bellas muestras de los oficios aprendidos y desarrrollados por los indígenas.
Tzintzuntzan quizá hubiese llegado a mayor desarrollo, si el propio Quiroga, al día siguiente del 6 de agosto de 1538, cuando toma posesión del obispado, no decide trasladar esa sede a Pátzcuaro, de cuya importante población Tzintzuntzan es hoy una especie de antesala en la ruta que arranca desde Morelia hacia los bordes del lago.
Tzintzuntzan fue capital de los antiguos tarascos, que descendían de tribus primitivas que llegaron a la zona lacustre de Pátzcuaro, en el siglo XII y que conquistaron a quienes habitaban esa región y conformaron el imperio tarasco, el cual se extendió a partir de Tzintzuntzan, su capital antes de morir Tariácuri, en 1400, dividió el imperio entre sus descendientes Irepan, Hiquingare y Tanganxoán, a los que repartió Pátzcuaro, Ihuatzio y Tzintzuntzan.
Sólo Tanganxoán se mantuvo en el poder, centralizándolo en Tzintzuntzan, que se convirtió en el centro ceremonial más importante, donde se concentraba la producción de los tributarios de tierra caliente y fría, existía tal esplendor en la ciudad capital, que fue la más grande del imperio tarasco y la más poblada.
A la llegada de los españoles, gobernaba el imperio Tanganxoán II, que fue quemado por Nuño de Guzmán en 1529, quien al llegar a Michoacán, inició una de las etapas más cruentas de la conquista y se produjeron pleitos entre los españoles por la posesión de tierras.
Vasco de Quiroga llegó a Tzintzuntzan como oidor y trasladó la capital de la provincia de Michoacán a Pátzcuaro, que pertenencia a Tzintzuntzan y era considerado un barrio de la ciudad, pese a los pleitos y quejas de los españoles y nativos avecindados en el lugar.
La ciudad perdió su esplendor e importancia económica y social en 1539, aunque se había conferido el título de Ciudad en 1523 y dicho título era reconocido por el propio rey que lo emitió.
Posteriormente, ese rango se le otorgó a Pátzcuaro, que de hecho ya tenía la administración eclesiástica y civil, dejando a Tzintzuntzan reducida y abandonada.
Dependió desde la conquista hasta la independencia de la ciudad de Pátzcuaro.
Con el reacomodo republicano, fue tenencia de Quiroga en 1831.
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