Hoy 27 de julio de 2010,
Muere un hombre, un queretano, un religioso y un comunicador muy especial y carismático.
El Pbro. José Morales Flores,
Párroco de Santa Ana
ha partido a la Casa del Padre.
El P. José Morales nació el 28 de mayo de 1929 en San Juan del Río,
recibió la Ordenación Sacerdotal el 28 de noviembre de 1954,
de manos del Sr. Obispo D. Marciano Tinajero y Estrada.
Fue director espiritual de la Peregrinación de Querétaro al Tepeyac de 1973 al 2006.
Siempre amó la comunicación, fue un periodista innato,
siendo seminarista ya escribía y dirigía dos publicaciones.
Colaboró en el Diario de Querétaro con su columna semanal y
colaboró con las Charlas Matinales en el 670 de AM.
Durante muchos años publicó el periodiquito Comunicación
que se distribuía gratuitamente en los templos.
Fue capellán de los Gallos Blancos,
así como de la plaza de Toros «Santa María» de Querétaro.
Pbro. Saúl Ragoitia Vega
Con pena te comunico que esta tarde he recibido la triste noticia del fallecimiento del Sr. Cura D. José Morales Flores, párroco de la Parroquia de Santa Ana, de esta Ciudad episcopal.
Me uno al dolor del Presbiterio diocesano, de sus familiares y numerosos amigos y de toda la comunidad parroquial de Santa Ana que, sin duda, mucho extrañarán a su Párroco. Al mismo tiempo que les pido lo encomienden al Señor y que supliquen a Dios que pronto tengan su nuevo Pastor.
El Presbiterio diocesano sin duda se empobrece con esta pérdida visible del Padre Morales, pero la Iglesia del cielo se enriquece con la llegada de un hijo fiel y de un sacerdote insigne que predicó incansablemente el Evangelio, que amó entrañablemente a Santa María de Guadalupe, en cuya última peregrinación todavía participó, y que contó con innumerables amigos, sobre todo entre los medios de comunicación, dejando para todos un ejemplo luminoso de sabiduría y de bondad.
Nosotros creemos que la vida se transforma, no termina y, que a los servidores fieles, les espera una corona inmortal en el cielo y la vida con Cristo. Con esta esperanza lo despedimos hacia la Casa del Padre. Descanse en la paz de Dios este Servidor del Señor.
† Mario De Gasperín Gasperín
Obispo de Querétaro
Una vida narrada por Manuel Naredo:
Esperó a cumplir con la fiesta de Santa Ana, ya con 81 años a cuestas, para reunirse con quien veneró toda su vida y a quien entregó su existencia. Lo hizo de pronto, como llegan las cornadas, la tarde de un apacible día posterior a la celebración de su Parroquia, que había dejado de lado, acaso en su honor, la lluvia permanente.
José Morales Flores fue un sacerdote sui géneris que supo combinar, sin rispidez ni contratiempos, su labor pastoral con otras actividades en las que cosechó tantos aprecios como fieles a una religión a la que se entregó sin cortapisas.
Había nacido el 28 de mayo de 1929 en San Juan del Río y se había ordenado sacerdote en 1954. Fue maestro de Filosofía en la Universidad, donde estudió también dos años de Leyes, y se desempeñó como capellán del Instituto Queretano.
Inquieto, entusiasta y emprendedor, fue por treinta y tres años director espiritual de la Peregrinación a pie al Tepeyac, pero también iniciador en Querétaro de la ya tradicional Procesión del Silencio como hoy se conoce, y organizador de la fiesta religiosa y popular de su Parroquia: la de Santa Ana, a la que incluyó la práctica, como en Pamplona, de soltar toros por las calles del barrio, en lo que la gente bautizó como «Santanada».
Más allá de su intensa labor en los templos, que recorrió con la tutela de tres Obispos: Marciano Tinajero y Estrada, Alfonso Toriz Cobián y Mario de Gasperín, el padre Morales se distinguió por su pasión por la comunicación y por dos gustos muy particulares: el deporte y la fiesta de los toros.
Fue por muchos años vocero de la Diócesis de Querétaro, pero también comentarista radiofónico, área en la que se inició en las estaciones XENA y XEJX, con programas como «Charlas Dominicales», donde abordaba temas religiosos, y uno para niños con música de Cri Cri, donde contaba fábulas los sábados y que propició su mote de «El Padre Cri Cri».
Ahí mismo, en la radio y ya con su licencia de locutor, comentó e hizo entrevistas de los partidos de futbol de los equipos queretanos, de los que por cierto, también fue capellán: «Gallos Blancos», «Estudiantes», «Atletas Industriales» y «Atletas Campesinos», con quienes vivió la felicidad del ascenso a la primera división.
Aún en la actualidad representaba un remanso de paz escucharlo todas las mañanas, unos quince minutos antes de las siete, a través de la señal de «ABC Radio», en su programa «Charlas Matinales», donde con su dulzura de siempre reflexionaba desde su postura de fe sobre muy diversos tópicos.
Fue siempre un amante fiel de la fiesta de los toros. Amigo de toreros, impulsor de novilleros y becerristas, organizador de festejos y colaborador de asociaciones, le dio el toque taurino a muchos de los sueños que en la vida forjó, siendo igualmente capellán de la Plaza Santa María.
Ya desde el seminario, José Morales Flores mostró su paralela vocación periodística, organizando publicaciones que, más tarde y ya como sacerdote, trocó por colaboraciones en periódicos como el semanario Tribuna o el diario El Amanecer, antecedente directo del DIARIO DE QUERETARO, su casa por casi medio siglo. Aquí, en el DIARIO, estuvo acompañando al entonces Obispo Alfonso Toriz Cobián en la bendición de las instalaciones de la calle de Escobedo, y aquí también hizo lo propio hace apenas unos años, al lado del Obispo De Gasperín, en la bendición del nuevo edificio de nuestra casa editorial. Entre ambas bendiciones forjó una trayectoria impecable de colaboraciones tanto de reflexión espiritual, como taurinas o deportivas.
La tarde de este veintisiete de julio, un día después de la fiesta anual de su Parroquia, el corazón le falló de pronto, así como llegan las cornadas sin aviso, así como cayeron muchos de los goles que le tocó narrar.
Su voz y su pluma callarán para siempre con la tranquilidad de haberlas utilizado con profesionalismo y pasión.
En DIARIO DE QUERETARO se extrañará su columna, y en ABC Radio su pausada voz matinal. Todos quienes lo conocimos lo extrañaremos también, y su presencia hará falta entre los muros de Santa Ana que con él parecía una sola y misma cosa.
Hombre serio y honrado, sacerdote sui géneris, comunicador apasionado, ejemplo de trabajo por los demás, impulsor de sueños, creador de realidades, acompañante de toreros y deportistas, propiciador de paz, nos deja su recuerdo imborrable y muchas enseñanzas.
En lo particular lo quiero recordar en aquella mañana de la primavera de 1964, cuando mucho más joven y fuerte, extendió su brazo frente a mi rostro para ofrecerme, por vez primera, la hostia consagrada en sus manos. Seguro estoy que cada uno de los que lo conocieron lo recordarán en su particular y especial momento.