En el Valle donde se encuentra la actual ciudad de Querétaro ya no encontramos ninguna Capilla Abierta de Indios, que fueron tan útiles a los doctrineros para ir mezclando poco a poco los rituales mesoamericanos con los cristianos, hasta lograr tenerlos en templos o capillas cerradas.
En Querétaro solo tenemos buenos ejemplos de estas últimas a las que llamaron capillas de indios y de haciendas y de las que enumero las que tengo presentes.
“en amaneciendo se juntan los indios en el patio de la iglesia, adonde los traen repartidos como por escuadras sus tribunos y centuriones que tienen cargo de recogerlos cada uno a los de su barrio, y allí los cuentan […y] en acabando de contarlos pónense asentados por su orden adonde las han de predicar, y antes del sermón dicen allí toda la doctrina dos o tres veces en voz alta, y luego les predica un Religioso en su propia lengua; y acabado el sermón se canta la misa, y dicha la misa, que se acabará a las nueve, poco más o menos, luego se van a sus casas”. Códice Franciscano, s. XVI.
El Espíritu Santo (Parroquia de indios)
Garita de México
“Varios fueron los elementos que utilizaron los frailes hasta llegar a formar en México un tipo de conjunto arquitectónico nuevo en el mundo. Frente a la iglesia se formaron: un atrio o “patio” amurallado, una cruz central, cuatro posas o capillas en las esquinas del atrio y una capilla abierta, por lo general adjunta a la iglesia.
El amplio atrio novohispano, forma casi desconocida en España, tuvo funciones religiosas, sociales, políticas y administrativas. Nació de un antecedente prehispánico: el inmenso atrio del templo pagano y de la necesidad de los religiosos de decir misa ante miles de neófitos indígenas que no cabían en la iglesia, la cual, en muchos casos, estaba todavía en proceso de construcción. Tal como servía el atrio de la iglesia al aire libre, también funcionaba como “sala” o espacio para que se acomodara el público que asistía a una representación teatral.”
“Cuando llegaban al patio hacían oración al Santísimo Sacramento arrodillados ante la puerta de la iglesia. Y aunque no hiciese mucho frío, por ser de mañana, hacían muchas hogueras de fuego donde se calentaban los principales. La gente se iba asentando, los hombres en cuclillas (según su costumbre) por rengleras, y las mujeres por sí, y allí los contaban por unas tablas donde los tenían escritos y los que faltaban íbanlos señalando para darles su penitencia, que era media docena de azotes en las espaldas”.
El tamaño de los atrios era comparable al de los grandes recintos ceremoniales precortesianos y pocos espacios urbanos al aire libre en Europa pueden haber competido con ellos. Iban de
El más pequeño podía albergar varios miles de espectadores. San José de los Naturales en la ciudad de México podía albergar a 50.000 personas, siendo una de las tres o cuatro iglesias más grandes del mundo.
En las capillas abiertas más complejas, como Teposcolula, Cuernavaca o Tlalmanalco, cabían en el atrio unas 200 o 300 personas, entre ministros, acólitos, músicos y cantores.
La capilla abierta no caía bajo las prohibiciones de papas y reyes que vedaban las representaciones dramáticas en las iglesias. No tenían espacio cerrado, no estaba consagrado, no era depositado allí el Santísimo Sacramento. No se le puede llamar iglesia en el sentido usual de la palabra.