El Itsmo de Tehuantepec

En el Querétaro del Cinabrio, veamos al Juchitán de las mujeres

  El Istmo de Tehuantepec tan ardientemente deseado


  

Antes de entrar a las palabras de la inigualable Elena, quisiera pensar cuándo los queretanos podremos defender nuestra cultura y nuestra identidad como los juchitecos. Nosotros de tanto decir que conocemos lo nuestro, pensamos que somos un sueño y nos queremos volver un Disneylandia.

 Nadie recuerda las docenas de ciudades prehispánicas en nuestro territorio, nadie nuestras danzas, nadie nuestros dioses, nadie nuestros artistas, ni los más de ocho mil libros escritos sobre nosotros mismos en los últimos 475 años. Analicemos el hermoso texto de la Princesa de Polonia y reflexionemos sobre nosotros mismos. J.F.Z.


Francisco Toledo. Por Ezequiel Leyva

 

 

 

A la sombra de los tamarindos, el municipio de Juchitán se convirtió en uno de los primeros en ser gobernados por un partido de izquierda desde la Revolución Mexicana, pero a pesar del júbilo, dentro de Palacio Nacional era difícil olvidar las veces en que la policía entró y capturó a los militantes para encarcelarlos, allanar sus casas y saquearlas, torturarlos y asesinarlos.

 

Nadie defiende sus valores como Oaxaca, nadie su idioma, nadie su tesoro artístico. Y aquí cabría mencionar de nuevo a Francisco Toledo.

 

La defensa de la propia cultura impulsó como en ningún otro estado los propios valores, el zapoteco, las costumbres, y como en Oaxaca hay muchos grupos étnicos, huaves, chontales, zoques y mixes, éstos se volvieron de una riqueza formidable.

 

En 1981, por primera vez, la Coalición Obrero Campesino Estudiantil del Istmo de Tehuantepec ganó sorpresivamente las elecciones municipales de Juchitán, Oaxaca.

 

Nunca había sucedido que en algún municipio ganara otro partido que el PRI, y la COCEI, una liga de jóvenes que estudiaban ciencias políticas en la UNAM, entre ellos Manuel López Mateos y tenía relación con estudiantes y campesinos de Juchitán, logró ese triunfo que asombró al resto del país.

 

Demostró que era capaz de movilizar a más de 10 mil personas y de quitar, si así lo decidía, al entonces gobernador del estado, como antes los juchitecos derrotaron a los franceses en Tehuantepec, en 1866.

 

De por sí, Oaxaca ha sido considerado un estado heroico. Con razón dijo Alvaro Obregón: «No hay un panteón en la República donde no esté un juchiteco muerto por la causa de la Revolución Mexicana«.

 

Juchitán dio a la Revolución 10 generales, mil hombres y muchas soldaderas que cargaban el máuser a su hombre. Por algo Oaxaca es cuna de Benito Juárez y de los hermanos Flores Magón, de Rufino Tamayo y de Francisco Toledo.

El hecho de que triunfara la izquierda por primera vez desde la Revolución Mexicana atemorizó a muchos.

 

Habría que leer a dos grandes observadores: Howard B. Campbell y Jeffrey Rubin, de la Universidad de Harvard.

 

Aún recuerdo el júbilo en el palacio municipal, en el mercado, en el zócalo y en las enaguas floreadas de las mujeres cuando  ganó las elecciones.

 

Celebraban su victoria a gritos y abrazos, y brindaban a brazo levantado con su «coronita» que centelleaba como una mariposa amarilla. Los aretes de pescaditos de oro, las argollas, las cadenas de muchas monedas, los cabellos trenzados con flores y cintas de colores eran una gloria.

 

Allá fuimos a acompañarlos Rosario Ibarra de Piedra, Fernando Benítez y muchos otros simpatizantes de Francisco Toledo, Leopoldo de Gyves, Víctor de la Cruz, Héctor Sánchez y su hermano, asesinado en 2003, a los 49 años, Carlos Sánchez López, Macario Matus que se vino a México a trabajar como periodista en El Día y otros luchadores como los Pineda, los López Nelio, los López Lena, los López Chiñas, los López Miro, los López Rosado, los Rasgado, los Matus, los Petrikowsky, los Castillejos y tantos apellidos más del istmo.

 

En los años 70 ser simpatizante activos de la COCEI era una prueba de fuego. Bajo la COCEI, el municipio de Juchitán se volvió centro de uno de los movimientos culturales indígenas más activos de América Latina.

 Nadie defiende sus valores como Oaxaca, nadie su idioma, nadie su tesoro artístico. Y aquí cabría mencionar de nuevo a Francisco Toledo.

 

Los campesinos e indígenas oaxaqueños siempre han luchado en contra de las intervenciones del Estado, y la COCEI fue uno de los resultados de esa lucha. La organización que crearon era muy aguerrida. No se dejaba ni se vendía.

 

Apoyada por campesinos sin tierra y pequeños propietarios, la COCEI abrazó la causa de los pobres por la propiedad comunal de la tierra.

 

Exigió la democracia municipal, la formación de sindicatos y el trabajo comunal. Se centró en el crédito agrícola y, desde luego, en la disputa por la tierra.

 

Hizo plantones, huelgas de hambre y movilizaciones masivas para recuperar el territorio comunal y organizó invasiones.

 

Su fuerza principal radicó en su agrarismo. Enarboló y defendió la causa de los artesanos, la de los pescadores. Protegió a las antiguas tradiciones y culturas.

 

Además de su riqueza prehispánica, probablemente sea Oaxaca el estado que más instancias culturales tiene entre museos, como el IAGO y el MACO, jardines botánicos, institutos, bibliotecas, hemerotecas, cines culturales como El Pochote (asistí al estreno de Los muxes).

 

En Oaxaca se exponen continuamente fotografías de Manuel Alvarez Bravo, así como de Graciela Iturbide, Rafael Donís y quien sabe cuántos más.

 

En esa época, Toledo hizo la serie de grabados Libertad para Víctor Yodo. Verónica Volkov, Miriam Moscona, Víctor Terán y Víctor de la Cruz publicaron con frecuencia en Guchachi’ Reza (Iguana rajada) y se vieron traducidos al zapoteco, bueno Víctor de la Cruz no, porque es zapoteco.

 

Oaxaca tiene la biblioteca especializada en arte y arquitectura más importante del país, su colección de gráfica va de Durero a José Guadalupe Posada y Leopoldo Méndez, además de Rembrandt; la única biblioteca braille; una fonoteca, y una fábrica de papel hecho a mano con fibras naturales, etcétera.

 

Este inusual florecimiento hizo que surgieran muchos escritores en lengua indígena y muchos imitadores de la pintura de Toledo.

 También a imitación de la COCEI, otros municipios que querían sacar al PRI del poder tomaron su alcaldía, pero fueron brutalmente reprimidos.

 

Uno de sus logros  importantes  fue la fundación de una radiodifusora que sirviera de caja de resonancia a su movimiento. Tener comunicación más allá de la plaza y sus alrededores era su objetivo.

 

El primer problema surgió pronto: «¿Se va hablar en español o se va a hablar en zapoteco?», «¿o se va hablar en zapoñol?» Ya lo dije, pero es que me parece bien significativo.

 

Oaxaca es uno de los estados que mejor defiende su patrimonio cultural, en parte, gracias a Toledo.

 

Un ingeniero de Guerrero vino a hacer la instalación de la antena y enseñó a los oyentes cómo encontrar la señal.

 

Marta Acevedo, enviada de Radio Educación, se dedicó a la programación y discutió y planeó las transmisiones, y hasta los niños tuvieron su propio programa.

 

Irma Pineda, poetisa, era una niña de ocho o nueve años, nieta del desaparecido César Pineda. Por allí también andaban los herederos de Víctor Yodo.

 

En varias ocasiones, miembros de la COCEI fueron más que maltratados. A Francisco Toledo y Víctor de la Cruz los persiguieron y los golpearon.

 

Conservó una imagen de ellos corriendo por un campo de maíz con la policía detrás de ellos, pero no sé si es producto de mi imaginación.

 

Los empresarios de las dos radios comerciales priístas encimaron su señal sobre la de ellos e hicieron todo para eliminarla, pero a pesar del acoso los juchitecos movían el dial para encontrar la estación  en determinado kilohertz.

 

De seis de la mañana a ocho el programa era para campesinos que planteaban demandas con coraje e inteligencia. Además de los consabidos programas de música, se hicieron programas para mujeres comerciantes y amas de casa.

 

Radio Educación envió con Marta Acevedo series como Hasta no verte Jesús mío, dicho por la actriz María Teresa Rivas.

 

Cuento esto porque en uno de mis viajes a Juchitán acompañé a Marta Acevedo a tapizar la cabina con cajas de huevo para aislar el sonido.

 

Sólo había dinero para comprar lo indispensable y las pedí regaladas de casa en casa. «¿Ah, vienes aquí a dónde se baten los huevos?», se burlaban de mí porque en Juchitán tienen fijación en los huevos. Total, todo gira en torno a huevos.

 

Una mañana, Marta se enojó con los zapotecos por su impuntualidad y les dijo que si no llegaban antes de las seis de la mañana, cuando se iniciaba la programación, ella los dejaría. «La primera función de una radiodifusora es la puntualidad».

  

Lejos de la disciplina urbana un tanto enajenante, en Juchitán el trabajo era voluntario y en el trópico a todos nos gusta platicar, tomarnos nuestras «coronitas» y nada mejor que discutir y desvelarse a la sombra de los tamarindos. Era bonito escuchar a Antonia Pineda Ruiz decir: «Mientras haya una mujer vestida de enagua habrá COCEI».

 

¡Viva Juchitán libre! ¡Viva el ayuntamiento popular! ¡Vivan los presos políticos! ¡Libertad presos políticos! ¡Libertad Víctor Yodo! ¡Viva Na’ Chiña! ¡Libertad Polo de Gyves Pineda!

 

La lucha fue larga y dura, tomó más de 10 años y el movimiento de pobres desafió al PRI y logró volverse una de las primeras fuerzas políticas de izquierda del país.

 Mucho antes, en los setentas, había yo ido a Juchitán con Margarita García Flores, invitada por Víctor de la Cruz a la Casa de la Cultura.

Entonces no conocía yo a Toledo, pero dejó recargados contra la pared blanca de una casa vacía varios cuadros sin terminar que Víctor de la Cruz -recién casado con Isabel- me enseñó.

 

Lo escribí en el periódico, y al día siguiente unos coleccionistas llamaron para caer sobre ese tesoro.

 

Sabía yo algo de Oaxaca por Alfonso Caso, Ignacio Bernal y Andrés Henestrosa, a quienes entrevisté, y más tarde por Guillermo Haro, quien tenía correspondencia con astrónomos oaxaqueños, pero sólo al llegar descubrí que la dinámica del istmo de Tehuantepec es mucho más acelerada que la del resto del país.

 El ferrocarril del istmo lo provocó. Un tren que atraviesa una superficie que la cambia por completo. El tren cambia la vida de los pueblos.

Los ingenieros, los contratistas y obreros dedicados a la construcción del ferrocarril influyen en la vida diaria.

 

 A Juchitán, que hoy, por desgracia, se parece a la colonia Narvarte y tiene 70 mil 714 habitantes, arribaron gringos de la Tehuantepec Railroad Co. y la Louisiana Tehuantepec Co., de Nueva Orleans; italianos como Gaetano Moro, el ingeniero que hizo el primer levantamiento exhaustivo del istmo; libaneses como los Musalem; chinos, franceses e ingleses.

 

Luego vino la carretera Panamericana. Los visitantes cambiaron la población al mezclarse con ella y Juchitán se volvió cosmopolita.

 

La película de Sergei Eisenstein, las fotos de Henri Cartier-Bresson, los libros de Pierre Brasseur y Miguel Covarrubias, y la foto de El obrero asesinado de Manuel Alvarez Bravo internacionalizaron a Juchitán. Era un must de Cartier. Ir a Juchitán y enamorarse de una istmeña.

 

Descubrí en el «México South», de Miguel y Rosa Covarrubias, que ningún estado tenía el caldo de cultivo de Oaxaca.

 

Juan Rulfo solía decir que en Tabasco los poetas se barren con la escoba, pero en Juchitán no sólo son poetas, sino pintores y artesanos.

 

Me di cuenta de que Juchitán era muy codiciada, porque los istmos son caminos, cruces, canales, pasos esenciales sobre la tierra y aun ahora nuestro istmo de Tehuantepec forma parte del Plan Puebla-Panamá.

 

Supe de «las velas» en que te sacan a bailar las mujeres y te envuelven en su sonrisa de dientes de oro.

 

Visité la bellísima Casa de la Cultura en la que el poeta bilingüe Víctor de la Cruz montaba exposiciones de pintura, gráfica, fotografía, arqueología, textiles, arte popular y organizaba ciclos de cine y proyecciones callejeras que no se habían visto en Juchitán, además de cursos de idiomas, teatro, música y conferencias.

 

Sobre todo, Víctor cuidaba que se hiciera un uso correcto del idioma zapoteco. Insistía en el zapoteco, es un fanático del zapoteco. Si no hubiera sido tan lenta, por poco y también aprendo zapoteco.

 

 Allí también, en la Casa de Cultura, había mucha obra de Toledo arrumbada, el espíritu de Toledo siempre estaba detrás de cualquier manifestación cultural y para mi sorpresa, en el suelo del hermoso patio vi secarse al sol, alineados y parados sobre testículos de regular tamaño, un ejército de penes de barro y cuando pregunté por qué, Víctor de la Cruz me respondió: «La mayoría son para exportación».

 

La confección de pitos era una de las actividades de la Casa de Cultura de Juchitán, además de invitar a personas tan serias como Margarita García Flores y como yo a dar una que otra conferencia.

 

Por Juchitán, Margarita y yo conocimos los huevos de tortuga y los tamales de iguana, el bupu, el pozole y el atole, pero nada tan espléndido como los totopos, esas inmensas tortillas delgadas y blancas que le calientan a uno el alma y crujen como leña seca al darles la mordida.

 

Me fascinaron las dunas naturales de Playa Cangrejo, y al abandonar Juchitán pensé que había perdido al paraíso terrenal.

 

Aunque llegaban muchísimos autobuses, algunos muy destartalados, también conocimos las calles llenas de baches, sólo había dos avenidas principales, la 5 y la 16 de Septiembre, la falta de alcantarillado y alumbrado público y de drenaje, el mercado en el que regateaban marchantas y compradores.

 

Algunas tardes soplaba un viento muy fuerte y los juchitecos batallaban contra «el norte», como lo llaman.

 

Lo primero que pidieron al ganar fue limpiar el río «de los perros», que atraviesa la ciudad; antes estaba poblado de nutrias que a lo mejor se confundieron con perritos.

 La COCEI siempre apoyó a Cuauhtémoc Cárdenas y, por tanto, le resultaría muy fácil más tarde formar parte del PRD. Después de 20 años de gobierno, la COCEI perdió en 2002 frente al PRI.

La culpa fue de las divisiones internas que son ya tradicionales en la izquierda, la corrupción, el desprestigio de algunos líderes, las disputas internas y la ambición de quienes le dan una probada al poder y quedan envenenados para siempre.

 

La COCEI ganó en 2005, pero perdió su impulso inicial. Corromperse cuesta. Total, el clima político de Oaxaca es deplorable e inquieta a todo el país.

 

Ahora me dicen que la COCEI se ha venido abajo y ha perdido toda su fuerza, su capacidad de lucha social y política.

 

Oscar Cruz López comentó que «hacen falta partidos en Oaxaca para darle espacios a todos los líderes de la COCEI, porque hay COC-PT, COCEI-PRD, COC-PAS, COC-Panal.

 

Lo que yo veo es que la eterna división de la izquierda y el ansia de poder dan al traste con todo.

 

Sin embargo, a Juchitán puede salvarlo su cultura, muy por encima de los totopitos Barcel y los videos made in China, los discos de piratería y los videojuegos que ahora pululan en el mercado.

 

Gracias a la resistencia y a la oposición de los oaxaqueños, Mc Donald’s no se instaló en el zócalo.

 

De Oaxaca salen muchos migrantes a Estados Unidos en busca de una vida mejor. En 2000 salieron 53 mil 839 hombres y mujeres y siguen saliendo.

 

Llevaron muy adentro sus tradiciones y conservaron el zapoteco. Son indígenas de Juchitán, San Blas Atempa, Ixtaltepec y Unión Hidalgo, de donde es Isabel, la mujer de Víctor.

 

Ojala que regresen con el viento del norte, porque son la principal energía de México; ojala se recuperen los oaxaqueños golpeados por el mal gobierno y se conviertan en un viento que azota a la corrupción, la desidia, el abandono y el racismo que ahora campea en Oaxaca.

 

Quité algunos paréntesis, entrecomillados, siglas y cambié el título, los puntos y seguidos en su mayoría los cambié a punto y aparte. El texto es íntegro de Elena Poniawtoska, quien nos cuenta la agresión cultural y los intereses transnacionales que existen sobre la zona istmeña. La autora nos invita a compartir este texto. José Félix Zavala.