RENATO LEDUC; EL SEÑOR DEL TIEMPO

EL SEÑOR DEL TIEMPO

 

 

Conocí  a Renato Leduc en una comida que ofrecía el gobernador Camacho Guzmán en el Campestre en 1984. A tiempo llegó a mi vida y fue mi maestro. ¡ ¡ ah las escuelas de periodismo!

 

Muy a tiempo lanzaba sarcasmos y críticas a los que han matado el tiempo con el hambre de los demas, ya que al saber que el tiempo es oro, éste se lo han repartido todo el tiempo las gentes del poder.

 Luchó en las mesas de los políticos que  se han servido con la cuchara grande, mientras, desde siempre dejando levantar las migajas de las promesas oficiales a los de abajo.

Renato Leduc le dio su tiempo, su vida, a la lucha social, y por ello es más señalable desde su partida, un 1 de octubre de 1986.

 

No se le ha hecho un homenaje nacional como le correspondería. Lo único que se le ha ofrecido es que el entonces presidente López Portillo develó un busto el 23 de enero de 1982 en un jardincito que lleva su nombre, en la colonia Toriello Guerra, en la Delegación Tlalpan.

 

Pero al Señor del Tiempo, en esta interpretación no muy favorecedora realizada por Raymundo Cobo, se le ha echado el tiempo encima por el abandono en que se encuentra: pintarrajeos, mugre y olvido.

 

Bien decía Renato: «Los monumentos y los bustos sólo sirven para que los míen los perros y los caguen las palomas.»

 

El tiempo que nos legó Renato Leduc es de mayor trascendencia que el Premio Nacional de Periodismo que le fue otorgado cuatro años antes de su partida.

 

Hablar de Renato Leduc da para rato. ¿Cómo olvidar su trato? Todavía nos suena su crítica amena, que con desenfadado desacato y sin ningún recato, llamaba a las cosas por su nombre.

 

Le importaba muy poco decir de frente las verdades para no perder el tiempo en nimiedades.

 Vivaz y majadero, siempre dejaba algo en el tintero, para que después oportunamente lanzarlo, que con su ingenio demoledor, mezclando con derroche involuntario en su poética.

Este personaje impar de lengua suelta, mente aguda, si viviera tendría 121 años, «no la chingues» diría al momento, ya que nació en Tlalpan en 1897.

 Sus antecedentes franceses le vienen de que era nieto de un soldado francés de las tropas invasoras. «El idioma lo aprendí –decía– haciendo el amor con las francesas.»

Leduc, un hombre fuera de serie, tenía la virtud de dar.

  Daba en qué pensar, ee qué reír, en qué saber, soñar, vibrar, en sí, en qué vivir.

Manejaba el humor con maestría, y de esto tenemos una prueba en el periodiquito que por un tiempo publicó, El Apretado, para ridiculizar la campaña de Casas Alemán que pretendía lanzarse como presidente.

 Lo acompañaron en la tarea Arias Bernal y otros venerables caricaturistas, haciendo alarde de mofa. ¡Cómo hubiéramos gozado su descripción de todos los saineteros políticos

Con su aspecto de piel roja o yaqui semi  civilizado, Renato es el más típico representante de la generación que creció al ritmo de los disparos de la Revolución de 1910.

 Renato Leduc se infiltró en los campos de batalla con Villa, con telegrafistas de campaña.

Rudo fue para aquel muchachito descifrar en el acompasado ritmo del «tic tic» el cambio ideológico que se gestaba en su país, marcando las desigualdades de los futuros gobiernos.

 

Quizá de ahí le nació el rechazo a lo establecido. He ahí el porqué de su creencia en los de abajo y su tenacidad por desenmascarar a los de arriba que hicieron de la democracia una ganancia.

 

¿Qué hace con su casona que se derrumba en la esquina de Rosas Moreno y Antonio Caso?

 

Habitada entre otros por el presidente, Manuel González, posteriormente pasó a ser la Delegación rusa, y luego fue el Liceo Fournier, y más tarde el consultorio de un dentista que era el único que la habitaba.

 

Estacasa si hablara ¡cuántas cosas contaría! Primero, que está inundada por espíritus de toda monta: artistas, literatos, diplomáticos, políticos, periodistas líderes, gente del pueblo que visitaban a nuestro personaje y todos lo consultaban o le pedían algo.

 

Allí había una cama con una cabecera de latón y un águila dorada que le fue regalada por María Félix, aduciendo que había pertenecido a Maximiliano. Completaba el lecho imperial, con cobijas gruesas, artesanales. Así era «el teje y maneje» rústico, de austeridad franciscana, de Renato Leduc.

 

Renato Leduc  «no dejaba títere con cabeza», se inspiró en el primer Samborn’s el de los Azulejos para catalogar este sitio de «familias bien» como un «antro de la época».

 Samborn’s Decoración planeada
por algún pasteleo dadaísta.
Rastacuerismo y juventud.
El jazz tiene desfallecimientos
y los muchachos «bien»
también…
Exudación: esencias D’ Houbigant.
Elocuencia pedestre
de la jeunesse dorée,
y del áureo champagne

Corolarios:

 El resto de la noche
en casa de Madame…
Eficacia del Peeper, y mañana
abluciones de soda con coñac…
 «¿Habrá todavía tiempo para llegar a tiempo?»

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