Las cinco grandes fundaciones
femeninas en Querétaro
Dos beaterios
Tres fundaciones de extracción franciscana
Dos fundaciones de carmelitas reformadas
Tres claustros conservados maravillosamente
Dos oratorios conservados, con sus retablos barrocos, en todo su esplendor
Un oratorio, «Teresitas», como ejemplo del neoclasicismo, con Tolsá y Tresguerras
Doscientos sesenta años de esplendor, durante los siglos XVll, XVlll, XlX
Estas fundaciones femeninas dieron a Querétaro, gran parte de su identidad actual, en dos de ellos, Santa Clara y Carmelitas sobresalieron indias otomíes, en otro, el de Capuchinas se motivó la construcción del acueducto, por falta de agua limpia en la ciudad, y en la última fundación monástica de esta época, el convento conocido como Teresitas, sobresalió por su arquitectura, donde el neoclasicismo obtuvo su gran esplendor.
El más importante de ellos, Santa Clara, fue patrocinado por la familia fundadora de la ciudad, Los Tapia, para la india María Luisa y el último por la Marquesa de Selvanevada,
En estas importantes fundaciones femeninas, se manifestó siempre el gran aporte de la mujer local, al desarrollo social, económico, político y cultural de su tiempo y algunos de esos impresionantes edificios, sirvieron como prisiones, en forma coincidente, a personajes ilustres de la historia de México.
» Prácticamente no había hacienda queretana que no contara con fundaciones piadosas. La mayoría de ellas, fueron realizadas durante los siglos XVll y XVlll, aunque existían las fundadas en el siglo XVl»
La aportación de la mujer en Querétaro, dentro de estos claustros, fue importante, para la educación de las niñas y jóvenes de la época, lo mismo su participación en la alta costura religiosa y civil, en la elaboración y creación de alimentos, en la relación de familia, dentro de la sociedad local, entre otros aportes más.
Los claustros de Santa Rosa de Viterbo, Capuchinas y Teresitas, mantienen hasta la fecha, el esplendor de su época y se conservan en magnífico estado.
Los Oratorios de Santa Clara y Santa Rosa, conservan una gran parte de sus retablos dorados, ultrabarrocos y churriguerescos, pinturas, esculturas y decorados, siendo un orgullo local, hasta nuestros días.
El templo deTeresitas, diferente en su planteamiento arquitectónico, a los otros conventos, ofrece un recinto muy agradable y hermoso a la vista, con su portada consistente, en un frontispicio sostenido por seis columnas monumentales, mientras el templo de Carmelitas, mantiene su sencillez, dando refinada elegancia al centro de la ciudad.
El rescate y restauración del claustro de Capuchinas, está dando la oportunidad, junto con la rehabilitación del Beaterio de Carmelitas, el poder disfrutar y reconocer la contribución de la mujer en Querétaro, durante doscientos sesenta años, en estas cinco fundaciones.
La reforma juarista de 1857, se hizo realidad en 1863 en Querétaro, con la exclaustración de las religiosas de estas cinco fundaciones femeninas queretanas.
Estas fueron:
Real Convento de Santa Clara de Jesús
Real Colegio de Santa Rosa de Viterbo
Convento de San José de Gracia para Monjas Capuchinas Pobres
Real Colegio del Señor San José de Hermanas Terceras Carmelitas Descalzas
Convento del Dulce Nombre de Jesús para Carmelitas Descalzas Reformadas de Santa Teresa de Jesús
Santa Clara
A partir de la muerte del indio cacique Diego de Tapia, ningún otro indio volvió a contar con el reconocimiento real de la magnitud del gozado por la familia Tapia, patronos del primer y más grande monasterio femenino en Querétaro.
» En 1850, como fecha aproximada, los caciques indígenas perdieron la fuerza y la presencia que habían tenido sus antecesores, tanto por el aumento del mestizaje, y de la población española como porque al restablecerse la paz después de la guerra chichimeca, las autoridades virreinales ya no necesitaban sus servicios militares»
La india cacique María Luisa y su dote, hija de Diego de Tapia, fue el motivo para levantar tan suntuoso monasterio en 1607, con monjas traídas del convento de Santa Clara y San Juan de la Penitencia de México, encabezadas por Sor Elvira Sánchez Figueroa, en un principio establecidas frente a la huerta del Convento Grande de San Francisco, el tramo actual de la calle Juárez, entre Madero y Pino Suárez, en otro tiempo calle de Las Rejas.
Para el 23 de junio de 1633, en solemne procesión, fueron trasladadas las monjas de este monasterio, a su convento definitivo, ubicado en cuatro manzanas, comprendían las actuales calles de Madero, Hidalgo, Allende y Guerrero o las antiguas calles de Santa Clara, del Marqués, Locutorios y Capuchinas.
Fue este convento, un verdadero pueblo cerrado, majestuoso e imponente, comenzando por sus 120 viviendas, para ciento veinte monjas de coro, y más de 500 mujeres, entre servidumbre y niñas españolas iniciadas, sus diez capillas interiores, más su impresionante oratorio o templo de Santa Clara.
La Virgen del Rosario
La Degolladita
De La espada
De San Antonio
De Los desterrados
Del Santo Entierro
De Jesús Nazareno
De Señor San José
Este monumental convento, fue destruido por etapas, quedando solo en pie el oratorio o templo de Santa Clara, una capilla, una parte pequeña y menor del claustro y está ocupado su lugar por el jardín Guerrero, el Jardín de Santa Clara, con su maravillosa fuente de Neptuno, creación de Tresguerras y el teatro de la Ciudad.
Santa Clara, fue uno de los conventos femeninos más ricos de La Nueva España, contaba en un principio con seis fincas de trigo, seis de maíz y estancias de ganado mayor, donadas por el cacique Diego de Tapia, más las regalías de las capellanías otorgadas para su beneficio por el rey de España.
Tanta riqueza, más la acumulada a travez del siglo XVlll, influyeron en la vida de las monjas, creando en ellas costumbres contrarias a la regla de San Francisco, como la ocupación de servidumbre para realizar las labores propias de las monjas.
El templo u oratorio de Santa Clara, tiene en el exterior, dos portadas gemelas, una torre de tres cuerpos, cúpula esbelta, adornada con azulejos de Talavera, el escudo de armas de Los Tapia, el escudo de armas de la ciudad, las esculturas en cantera de Santa Clara y San Francisco, los santos patronos.
En el interior del oratorio se da un juego de pilastras, capiteles, medallones, repisas, nichos, hojarascas, formando retablos sobredorados de una gran belleza, resaltando el retablo gudalupano y el abacial.
Se destaca la extraordinaria escultura de Manuel Tolsá, llamada «La Inmaculada», un púlpito en filigrana, un enrejado del coro bajo y alto donde se forma un abanico con lienzos, impresionantes.
En 1697 las hermanas Alonso, Francisca de los Angeles, Gertrudis de Jesús María y Clara de la Asunción, en un solar donado por su padre, iniciaron vida de clausura, apegándose a la regla de la Tercera Orden Franciscana.
Tuvieron una gran intervención en el desarrollo y en el gran esplendor a donde llegaría este beaterio, los ilustres frailes Franciscanos, Margil de Jesús y Francisco Frutos, los padres de las beatas iniciales Juan Alonso y Antonia Herrera, además de Juan Caballero y Osio.
La fundación fue aprobada por el rey de España, por Cédula Real del 28 de julio de 1728 y por el Papa Clemente Xlll, por Breve del 21 de octubre de 1727 y su regla en 1745.
Con las autorizaciones correspondientes, 56 beatas, bajo la rectoría de Sor Francisca de los Angeles Alonso, se construyó el actual oratorio y claustro, dedicándose el templo, un 22 de enero de 1752
El claustro de este Real Colegio es de un valor arquitectónico singular, comenzando en el patio principal, con la fuente de tres niveles comunicados entre sí, en la parte alta de este patio, existen unas arcadas con lóbulos, circundando cuatro galerías, los corredores se dividen por arcos dando entrada a las amplias estancias y se llega a la planta alta por una escalera que arranca con un par de columnas majestuosas, apreciándose su decoración inicial de grecas y flores, en la azotea existe un reloj de sol.
La grandiosidad de este claustro y oratorio se debe al patrocinio del Capitán José Velázquez de Lorea y a la obra genial del arquitecto Ignacio Mariano de las Casas.
En el oratorio o templo de Santa Rosa de Viterbo, se encuentran cuatro retablos sobredorados, El llamado Altar del Perdón, el de San Francisco de Paula o Abacial, el Guadalupano y el del Señor San José, obra de Francisco de Rojas.
Proliferan relicarios, pinturas, esculturas, un enrejado de los coros alto y bajo, un púlpito de ricas incrustaciones de marfil, carey, ébano y plata
Pinturas de Miguel Cabrera, Tomás Noriega, Javier Peralta, Diego Sanabria y José Páes, entre otros. Resaltan los retratos de la Monja, Sor Ana, el del benefactor Velázquez de Lorea, el «Hortus Conclusus» y los catorce óleos llamados «Fundamentum Apostolorum».
Un reloj de repetición, realizado en América, funcionando e instalado en la torre, un órgano tubular singularísimo, las dos obras de Ignacio Mariano de las Casas.
«Sus dos portadas consisten en arcos clasicistas, en cuyas claves se localizan unas conchas y sobre estas, los monogramas de Jesucristo y de la Virgen María, en el segundo cuerpo se encuentran unos nichos conchiformes, flanqueados por pilastras y columnillas, en el nicho de la izquierda San Francisco y en el de la derecha Santa Rosa de Viterbo. Los botareles, que más bien parecen gigantes rocallas, presentan incrustados mascarones enigmáticos»
La torre mudéjar y la cúpula con tambor octagonal, son a la vista un deleite y se dejan ver por toda la ciudad.
Capuchinas
En compañía del Virrey, Marqués de Valero, Baltazar de Zúñiga y del Arzobispo de México, Fray José de Lanciego y Eguilaz, con el patronato del Marqués Antonio de Urrutia y Arana, llegaron del convento de San Felipe de Jesús, en la ciudad de México, seis monjas de coro y una lega, a fundar un monasterio en esta ciudad, el 31 de julio de 1721.
El caballero de la orden de Alcántara, Marqués de la Villa del Villar del Aguila, benefactor y protector de esta nueva fundación monástica, mantiene la gran leyenda, consistente en su amor por una de las religiosas de ese convento y señalando la motivación que tiene este ilustre varón, para construir el acueducto queretano y llenando de alegría a toda la ciudad.
Se funda gracias al Doctor José Torres y Vergara, albacea de Juan Caballero y Osio, por Cédula real de Felipe V, del 8 de septiembre de 1718 y Bula papal de Clemente Xl, del 10 de marzo de 1718.
Las monjas fundadoras son:
Sor Marcela de Estrada
Sor Catalina
Sor Nicolasa Gertrudis
Sor Jacinta María
Sor Olivia Cayetana
Sor Josefa María
Lega Petra Francisca
Su hermoso Claustro es pequeño y circundado por arcos de medio punto, con columnas cuadrangulares y capiteles, tiene un segundo patio y el corredor conducía a la huerta.
«La fábrica del convento es muy buena y cómoda para la habitación de las religiosas. La iglesia aunque es de un regular tamaño estaba decentemente adornada. En el coro bajo se veneraban dos imágenes de Jesucristo muy particulares»
«De este convento salieron el 11 de julio de 1798 un grupo de religiosas para fundar el de la Purísima Concepción y San Francisco de Asís en Salvatierra»
La gran leyenda de la construcción del acueducto por Urrutia y Arana, parte del apadrinamiento del Marqués, a las primeras novicias, Sor María Josefa y Sor María Micaela
Las monjas de este convento, al igual que los otros conventos, fueron exclaustradas, en 1866, siendo la última abadesa Sor Bernarda Francisca, en ese entonces ya habían profesado 133 monjas de coro, en un período de vida monástica, de 242 años.
Carmelitas
Al igual que el beaterio de las madres Rosas, la hermana María Magdalena del Espíritu Santo, alentada por el carmelita fray Simón de la Expectación, reunió a seis mujeres más, para proponerles la fundación de lo que sería «El Real Colegio del Señor San José».
Con donación de una casa en el lugar donde ahora se levanta el templo y el convento, por el bachiller Diego Corchado, se celebró la erección de aquel pequeño beaterio un 19 de marzo de 1750.
Su primer bienhechor fue el Arzobispo de México y Virrey de La Nueva España, Juan Antonio de Vizarrón, se erigió en Colegio Real, para la enseñanza de niñas, por cédula del 7 de junio de 1791 y para el 17 de febrero de 1800, se otorga el permiso para construir templo y convento, estrenados el 20 de julio de 1802.
«La torre resulta pequeña por ser baja, de muros anchos y gruesos, pero el remate es original y gracioso. El interior es muy florido, en la bóveda de nervadura, así como en los laterales de la nave, en donde ocho grandes ventanales permiten una gran luminosidad para apreciar los seis nichos. La bóveda tiene solo dos ventanas elípticas»
El altar de estilo neoclásico con cuatro columnas estriadas, basamento alto y capiteles jónicos, coronado por un frontispicio en arco. Hay un conjunto escultórico representando los esponsales de San José y La Virgen, ante un sacerdote levita, en este altar mayor
Floreció en este convento una india otomí, Sor Salvadora de los Santos, cuya biografía escribiera el Padre Antonio Paredes por 1762, según Manuel Septién.
Teresitas
El monumental convento y templo de monjas carmelitas reformadas, fundado en la ciudad, a principios del siglo XlX, con la mano magistral de Eduardo Tresguerras y Manuel Tolsá, tiene un origen aristocrático y de leyenda real.
Se otorgó el premiso para la fundación por cédula real de 25 de junio de 1802, sus fundadoras vinieron del convento Regina Coelli de la ciudad de México.
Sor María Josefa de Santa Teresa, primero criada del convento de San Jerónimo, en la ciudad de México y después monja de coro del convento Regina Coelli, antigua Marquesa de Selvanevada, con nombre en el siglo, de Antonia Rodríguez de Pedroso, donó su mayorazgo y marquesado a su hija mayor y 105 mil pesos para la fundación del Convento del «Dulce Nombre de Jesús», «Teresitas», en Querétaro.
Fueron También benefactores, el coronel Juan Antonio del Castillo y Llata, el capitán José de Escandón, conde de Sierra Gorda, y Loreto María Canal de Samaniego.
La grandiosa obra quedó terminada el 25 de julio de 1805, siendo su primera prelada, Sor María Bárbara de la Concepción y monjas de coro, Sor María Ignacia de San Elías, Sor María Eufrosina de San Juan Bautista, Sor María Clara de San Eliseo y Sor María Josefa de Santa Teresa, antigua Marquesa de Selvanevada.
Un 22 de abril de 1803 llegaron las monjas fundadoras y la antigua Marquesa, acompañadas del Arzobispo de México, Francisco Javier de Lizana y Beaumont, procedentes de la ciudad de México, siendo hospedadas en el convento de Santa Clara, trasladándose posteriormente, en forma temporal, a una casa, junto al mesón de San Antonio y posteriormente a su magnífico convento, en julio de 1805.
«El hermosísimo templo es una de las joyas arquitectónicas del neo clásico. Su majestuoso pórtico clásico está formado por seis columnas estriadas de tipo jónico de esquina, de grandes dimensiones, admirablemente labradas en tersa cantera y con correctos capiteles que sostienen el arquitrabe, friso, cornisa y un bien proporcionado frontón, bien moldurado, estilo jónico».
«El templo de no muy amplias dimensiones, pero de hermosas proporciones, con su precioso ábside en el presbiterio y en el altar mayor un hermoso ciprés»
La nave del oratorio alberga vistosos altares laterales, de cantera labrada y que se corresponden simétricamente. Existen notables esculturas de Santa Teresa de Jesús, el Cristo de Santa Teresa, obras de Perrusquía y Mariano Arce, entre otras muchas y bellas tallas.
Es de admirase las pinturas de la sacristía, allí se encuentra un conjunto llamado «El apostolado», las pinturas del coro alto versan sobre las vidas de San Elías y Eliseo, profetas, lo mismo la decoración del templo, a lo largo de la nave, con frescos de santos carmelitas. Todas ellas del arquitecto celayense, Eduardo Tres Guerras.
El claustro de sobria y proporcionada arquitectura, da acceso al patio central, enmarcado éste con arcos de medio punto y fuente central, con un segundo patio, no menos hermoso, con amplios corredores, formados por arcos de medio punto, sostenidos por pilastras.