JUAN RULFO…*
Retrato del escritor jalisciense, quien el pasado 16 de mayo habría cumplido 90 años, en imagen tomada del libro Cartas a Clara, publicado por Plaza & Janés
Juan Rulfo es uno de los pocos pensantes de la ciudad de México. Hoy que hacen tanta falta las ideas y debates sobre la urbe, bien vale la pena incursionar en algunos de sus pensamientos, releyendo su obra y de paso, rendirle así, un digno homenaje a 90 años de su nacimiento.
Escritor y fotógrafo de sensibilidades inigualadas para expresar en sus obras el México rural y urbano de mediados del siglo XX, Rulfo llega a esta ciudad en 1935, con 18 años de edad; huérfano y solo, es parte de una ciudad que contaba en ese entonces con un millón y medio de habitantes.
Años antes, con las imágenes de su padre asesinado cuando tenía seis años y las de su madre fallecida cuando tenía 10, había sobre-vivido en un orfanatorio de Guadalajara. Desde entonces el abandono y la depresión, muy común entre los hijos del México agrario, no desaparecería de su vida; ya en la ciudad de México, fue empleado de migración, del archivo de
Después, no volvería a publicar nada trascendente hasta su muerte, acaecida por un cáncer pulmonar, el 7 de enero de 1986.
¿Cuáles fueron los lugares de la ciudad de México transitados por Juan Rulfo?
Después, ya como estudiante oyente, vive horas de estudio en el edificio de Mascarones, ubicado en las calles de Tacuba; y de ahí todos los días, a una casa de huéspedes de ubicación desconocida. En el apogeo de su vida literaria, Juan Rulfo vivió en la colonia Cuauhtémoc, en el número 84 de la calle de Río Nazas; aquí comparte vecindad con Pedro Coronel, en medio de infinidad de ríos (…) asfaltados. Así lo platica Elena Poniatowska: »(….) le gustaba mucho agarrarse de las ramas de los árboles de la colonia Cuauhtémoc (…) después (cuando) se hizo famoso (…) caminaba por las calles de Tíber, de Duero, de Ganges, Nazas y Guadalquivir (y) no se le veía por ningún lado la tristeza (…) así caminaba Rulfo, platique y platique por los ríos de la colonia Cuauhtémoc».
Durante muchos años, en compañía de Juan José Arreola, Alí Chumacero y Ramón Xirau, entre otros, Rulfo deambuló, escribió y leyó sus escritos en diversos cafés; esos refugios de la creatividad literaria que por fortuna todavía quedan en la ciudad. En diversas conversaciones menciona uno de nombre Nápoles, frente al desaparecido cine Variedades; y otro más en la calle de Dolores, donde escribió parte de sus cuentos Talpa y La cuesta de las comadres.
Cuando se mudó a la colonia Guadalupe Inn, Rulfo pasa largos ratos escuchando música y tomando café en la legendaria cafetería El Agora, ubicada sobre Insurgentes Sur, casi esquina con Barranca del Muerto.
Dice: »México no es una ciudad que tenga características propias, es una ciudad mistificada totalmente, son muchas ciudades, ¿de cuál ciudad se habla, de cuál barrio, de cuál colonia, de qué rumbo(…)? yo uso la tercera persona porque (…) me siento totalmente ajeno a estas gentes que viven en la ciudad de México. No a los aledaños de la ciudad. El 70 por ciento de los que vivimos en la ciudad hemos venido de la provincia. Entonces hay una población que no se adapta al hombre que ha nacido y vivido en el barrio de vecindad. Esa es una realidad: gentes que viven en condiciones difíciles, barrios que están fuera del Distrito Federal pero que no están separados sino unidos por casas a la ciudad. Y muchos de estos hombres, campesinos que llegan a la ciudad, viven en la periferia porque no quieren perder contacto con el campo, no quieren perder ese contacto con la tierra que les permite soportar la miseria de la ciudad».
Estos pensamientos sobre la ciudad inaugurarían, años después, los múltiples estudios sobre la pobreza de las periferias de Ciudad Nezahualcóyotl y del Valle de Chalco.
A los pocos años de su llegada a la ciudad de México, Rulfo aborda la migración urbana en una corta obra, probablemente la primera que iniciara en su vida. Con los sentimientos de abandono producidos por los recuerdos de asesinatos y muerte de su natal Jalisco, comienza en 1938, con sólo 20 años de edad, Los hijos del desamparo, una novela con referencia a la zona de tolerancia del céntrico callejón de Valerio Trujano (atrás del actual Museo Franz Mayer), donde un solitario migrante, con un niño en brazos, busca el cobijo de una madre para él y para el pequeño.
De la obra se conservó un pequeño fragmento fechado en enero de 1940 y publicado 21 años después, en
Fuentes de textos citados: »Ay vida, no me mereces. Juan Rulfo, pon la cara de disimulo», de Elena Ponitowska y »Conversaciones con Juan Rulfo», de Fernando Benítez, ambos leídos en el Homenaje Nacional rendido al escritor jalisciense. INBA/SEP, septiembre 1980; de Internet, la página oficial y principal, y otras de diversas autorías
*JORGE LEGORRETA