Agregó que la nueva historiografía fue llamada revisionista no sólo por contar una historia diferente, sino porque “y esto es lo más importante, cuestionaba interpretaciones previas, ponía de relieve situaciones hasta entonces desconocidas y rompía de plano con la historia de corte oficialista y con el prejuicio que mantenía a los vencidos ocultos o simplemente con el cargo de contrarrevolucionarios, como sucedió no solamente a los mapaches (en Chiapas), a Garrido Canabal (en Tabasco) y, en cierta forma, al socialismo yucateco, enterrado por mucho tiempo. No obstante, cuestiones de estatus continúan poniendo a la historia regional en una suerte de subordinación respecto a lo que se llama historia nacional. Se pretende mostrar así una dicotomía que epistemológicamente no existe, porque ambos enfoques tienen la finalidad de conocer la historia del país”.
Planteó que, finalmente, “a
En el acto, organizado por el Programa de Investigaciones Multidisciplinarias sobre México y el Sureste de
“Llegó como prácticas estatales que intentaban subordinar los campesinos a nuevas redes de relaciones paternalistas. Llegó como un marco cultural para imaginar las posibilidades y tácticas de cambio social en el campo, como toda una nueva forma de pensar la relación entre el campo y el Estado y, sobre todo, como un ataque contra la oligarquía agraria de lugares como Chilón.”
Sin embargo, sustentó que finqueros “se apropiaron de las nuevas formas posrevolucionarias de mediación política pero, a la vez, se encontraban navegando dentro de nuevos discursos de legitimación y canales de mediación política y, al fin, siendo cambiados por ellos de una manera significativa”.
Para uno de los coordinadores del encuentro, el doctor Miguel Lisboa Guillén, lo más destacado de la revolución en Chiapas “es la llegada paulatina del Estado nacional y la incorporación del estado a la política nacional”.