Un nuevo modo de estudiar la historia: Desde los oprimidos.
José Félix Zavala
“Desde los centros de poder se dice: los que mandan, mandan mandando. Aquí debemos decir: Los que mandan, mandan obedeciendo. Es otro concepto de poder. Eso sí que es crítica de la modernidad.”
Enrique Dussel propone un lente distinto para asomarse a la realidad latinoamericana. “Quiero hacer una filosofía desde el bloque de los oprimidos”, dice
Su libro, Política de la liberación, historia mundial y crítica se propone superar una serie de límites teóricos como: el helenocentrismo, el occidentalismo, el eurocentrismo, la periodización de la historia según los criterios europeos, el secularismo tradicional de las filosofías políticas y la exclusión de América Latina en los orígenes de la antigüedad.
Las lecciones terribles de Hegel:
“Lo notable es verificar en Hegel una ignorancia extensísima sobre el hecho americano, que coloca a
Es así como se siente autorizado para hacer estas afirmaciones: «De América y su grado de civilización, especialmente en México y Perú, tenemos informaciones, pero que no importan sino como cosa enteramente nacional, que muere en cuanto se aproxima el español. América ha demostrado siempre en ella misma ser impotente física y psíquicamente, y así ha permanecido hasta hoy. En cuanto los europeos llegaron a América, los aborígenes fueron evaporándose al solo aliento de la actividad europea.
En los Estados Unidos de Norteamérica todos los ciudadanos descienden de europeos, que no pudieron fundirse con los aborígenes: los fueron echando atrás.
Los aborígenes ciertamente han adoptado algunos usos y costumbres europeos, entre otros el beber brandy, que les han traído consecuencias mortales. En el sur los nativos fueron tratados con violencia mucho más grande, y empleados en trabajos tan pesados que exigían una fortaleza para la cual no estaban capacitados.
Una disposición débil y desapacible, la falta de carácter y una sumisión pasiva frente a los criollos, y mayor frente a los europeos, son las características principales de los aborígenes americanos que están muy lejos de que logren los europeos hacer que nazca en ellos el espíritu de independencia. La inferioridad de estos individuos en todo sentido, hasta en su propia estatura, es notoria; sólo cabe descontar una raza aislada como la de los de Patagonia, en el sur, de naturaleza más vigorosa pero que todavía se mueven dentro de una condición de rudeza y barbarie.
Cuando los jesuitas y el clero católico se propusieron iniciar a los indios en la cultura y costumbres europeas (como es bien sabido fundaron en el Paraguay un Estado, y conventos en México y California) comenzaron a tener con ellos una intimidad más cerrada y les prescribieron las obligaciones de la vida diaria que, a pesar de su propia disposición, cumplían bajo el comando de los frailes. A medianoche se tocaba una campana para que cumplieran sus deberes matrimoniales. Ante todo se quería, sabiamente, despertar la formación de deseos, despertar de modo general la actividad humana…».
La obra Política de la liberación, historia mundial y crítica, de Dussel es el primer tomo de una serie de tres volúmenes de un contrarrelato crítico que tiene en los “condenados de
A través de sus 587 páginas y sus 2 mil 422 notas a pie de página, en el primer tomo, propone un nuevo modo de estudiar la historia.
La obra, utiliza el método crítico, tal como lo define Hermann Cohen: “Consiste en colocarse en el espacio político de los pobres, las víctimas, y desde allí llevar a cabo la crítica de las patologías del Estado.”
Existe un mito nacido en 1962, leyendo un libro de Leopoldo Zea donde dice que América Latina está fuera de la historia, lo peor es que nosotros lo repetimos.
¿Qué tal si esa visión de la historia es una pura invención de los románticos alemanes del siglo XVIII? y que Hegel hizo filosofía
Al igual que el libro de Franz Fanon es necesaria la lectura del voluminoso libro de Hans Jürgem Priem “La historia del cristianismo en América Latina” para mayor comprensión de la obra de Dussel.
Franz Fanon es uno de los intelectuales que con mayor precisión ha trabajado el tema de la colonización política, ideológica y cultural. Su presencia en
“Los condenados de la tierra”, es un ensayo prologado por Jean Paul Sartre, es la obra más emblemática, sobre el colonialismo publicada en 1961. Para Fanon, la liberación nacional significaba mucho más que la independencia, ya que se constituyó en un proceso de autoliberación y reconocimiento.
La obra de Frantz Fanon, “Los condenados de la tierra” libro que cualquier occidental hoy no soportaría leer, al encontrar en sus páginas la apología del atentado contra el colonizador y una justificación lúcida y exhaustiva de la violencia política del FLN en el contexto histórico en que nació.
¿Donde están este tipo de testimonios hoy? Hoy que el planeta sigue jalonado con guerras sangrientas.
Sería imposible que alguna cadena de televisión «occidental» hubiese programado La batalla de Argel precisamente en estas fechas. Y, sin embargo, parece que es un muy buen comienzo para abordar la discusión sobre la utilización de la violencia con fines políticos.
Razonar los precios que se está dispuesto a pagar o si merece la pena perder la vida por una idea. El terrorismo no debiera ser única y exclusivamente una opción radicalmente individual, al estilo de Mateo Morral, o si sólo el argumento de la fuerza —la progresión de un nuevo imperialismo— define qué tipo de violencia es legítima.
Tantas cosas que tienen que ver con esa “condición humana” de Malraux y que es a un tiempo historia política y cosmovisión abarcadora de lo humano. De alguna manera, escapemos a la retórica patriotera e imperial que masacra desde cualquier poltrona mediática.
La televisión ha mostrado a Bush, en sobreactuado duelo, escuchando su himno patrio, silbaba las notas de Barras y estrellas con una inocencia tragicómica. ¿Hay atentados justificables?
Dice el tlatoani-poeta:
En un año como éste,
Entonces irá a menos la tierra
Se acabarán los señores
De tal suerte que el maguey pequeño y sin razón
Será talado,
Los árboles aún pequeños
Darán frutos
La tierra improductiva siempre irá a menos.
Será cuando la malicia, deleites y sensualidad
Estarán en su punto
Se darán a ellos
Desde su tierna edad
Los hombres y las mujeres,
Unos y otros se robarán las haciendas.
Las aves hablarán
De la salud y el sustento.
Para librar a sus hijos de estos vicios y calamidades.
Enrique Dussel ha emprendido la demolición de la visión eurocentrista y helenocentrista de la historia, la política y la filosofía. En su lugar, ha emprendido la elaboración de una historia de los pueblos a partir de “una reconstrucción epistemológica desde los vencidos, desde las víctimas de la modernidad”.
La teología de la liberación, la ética de la liberación, la filosofía de la liberación y la teoría de la dependencia, son corrientes en las que Enrique Dussel ha desempeñado un papel central.
Su experiencia consiste en el descubrimiento del hecho masivo de la dominación.
La filosofía de la liberación tiene como fundamento la pobreza creciente de la mayoría de la población latinoamericana y la existencia de tipos de opresión que exigen practicar una liberación encaminada a la libertad.
Dussel está en contra del colonialismo teórico de la filosofía política, como se practica en América Latina. Apuesta por tomar en serio “el giro descolonizador en el que está empeñada desde hace años la filosofía de la liberación”.
El doctor en filosofía, nacido en Argentina en 1934 pero exiliado en México desde 1975, explica: “en filosofía política, en teoría política somos completamente eurocéntricos.
(Tendencia emocional que hace de la cultura europea el criterio exclusivo para interpretar los comportamientos de otros grupos, razas o sociedades).
“En filosofía partimos siempre de Atenas, todo pasa por Atenas. Hablamos de la democracia ateniense.
Yo me pregunto: ¿cuál democracia ateniense? La palabra demos viene de Egipto. Significa aldea. La política no nació en Grecia. Prácticamente todas las instituciones políticas en Grecia son fenicias, caldeas o egipcias. La palabra dique, que es justicia, es caldea.
“En las facultades de filosofía todos son helenocéntricos. La figura que representa
Pero está la filosofía china, que es inmensa, que es mucho más actual que la griega, porque ha seguido viviendo. La gente en China lee a Confucio. Está la filosofía India. Está el mundo islámico.”
Para el hombre que nació en un pueblo argentino que, según él, podría ser parte de Cien años de soledad de Gabriel García Márquez, resulta lamentable que no se estudie Bizancio.
“Europa nos ha vendido que fue el centro del mundo, pero eso es cierto tan sólo desde hace 200 años. El europeo estaba aislado en
Bagdad, fue durante 500 años el centro de las principales conexiones políticas del mundo. “Había cientos de caravanas que salían de todo el mundo a Bagdad.
Allí estaba el Instituto Tecnológico de Massachussets del siglo IX. Estaban muchísimo más avanzados que los europeos.”
Tenemos, una visión distorsionada de historia. Y eso es grave, entre otras razones, porque la historia es el horizonte de las ciencias sociales. “Se habla del feudalismo cuando sólo existió en Europa. En el mundo árabe nunca hubo feudalismo.”
“Hace 50 años que estoy en el tema. Mi tesis doctoral en Madrid fue sobre problemas de filosofía política. En 1997 envié la Ética de la liberación al mismo editor. Un año después se publicó un libro grande, de 700 páginas, que daba los fundamentos de una ética. Desde ese momento comencé a hacer la política. Me puse a releer los clásicos, me puse a leer los filósofos más importantes actuales y el tema se fue agrandando.”
Enrique Dussel es un conocedor profundo de la filosofía clásica, del mundo hebreo y de la historia latinoamericana. Nacido de la convicción de que hacen falta categorías para explicar lo nuestro.
“Ha sido un trabajo arduo de revisar la filosofía política contemporánea y desde allí pensar lo que está pasando en América Latina, y desde allí dar una filosofía política. Hago la deconstrucción y la reconstrucción teórica. Primero hago una historia mundial, luego entro a América Latina, luego entro a los movimientos populares”.
Gramsci lo llama el bloque social de los oprimidos. No sólo de la clase obrera, del proletariado, del sujeto histórico tradicional, sino desde el pueblo.
“Hay que romper una cantidad de esquemas que permiten la posibilidad de nuevas visiones”.