Marcel Marceau, El Maestro del silencio
No tengo edad porque soy un marinero de los aires.
Como llegué a la perfección tengo que seguir buscando nuevas secuencias.
Desde que en México debutó en el Palacio de Bellas Artes en 1957, Marcel Marceau visitó el país continuamente. Ofreció muchas conferencias El Señor Marceau y pocas entrevistas.
Sí, en algunas de mis obras he logrado lo perfecto. Por ejemplo, en La creación del mundo, o en La jaula, en El fabricante de máscaras. Y precisamente porque he llegado a la perfección sigo buscando y creando nuevas secuencias.
Todos los días uno retrocede para avanzar. El artista, a través de su búsqueda, no avanza siempre, a veces retrocede, a veces avanza. Tal es el combate de la vida. Yo soy un marinero de los aires. He ido a todas partes del mundo como un artista y la obligación de un artista es aspirar a la perfección. Como marinero de los aires, entonces, no tengo edad. Avanzo por los aires.
Eso es. Retroceder para saltar mejor es medir la propia mirada, calcular las propias posibilidades y cuando un artista hace eso, tiene el camino abierto para ir más allá de sí mismo.
La edad depende mucho de la conservación física, de la herencia corporal, valerosa o desgraciada, pero justa. Es algo que emerge y cuando se tiene una buena herencia corporal, el oficio se convierte entonces en una actitud mental y física y en un arte de la conservación.
Mi buen maestro Etienne Decroux me dijo en 1944, cuando yo era un desconocido: “Ah, Marcel Marceau, el arte de la pantomima lo conservará a usted en la juventud eterna”. Y ya ve usted, cuando estoy en escena yo me siento siempre joven, tan joven como siempre, simplemente con la edad que otorga un gran conocimiento de la vida y sus misterios.
Llega un momento de la vida en que la edad es exactamente nuestra edad. Pero así es la vida. Es la condición humana. Todos somos mortales, pero como dice Molière: al mismo tiempo intento ser inmortal.