Museo del Cerro de Las Campanas
Introducción
La cuidad fue también un importante centro agrícola, ganadero e industrial al descubrirse las minas de plata y abastecer el norte minero.
El auge económico se tradujo en un auge constructivo que inició a mediados del siglo XVII y concluyó en el siglo XVIII, erigiéndose edificios civiles y religiosos de notable belleza, muchos de ellos patrocinados por insignes benefactores Destacan, entre otros, las Casas Reales, el templo de Santa Rosa de Viterbo, el conjunto conventual de San Agustín y el Acueducto, uno de los monumentos más representativos de la cuidad.
Durante el siglo XIX y el XX, la cuidad fue escenario de importantes eventos históricos nacionales: aquí se inició el movimiento independentista; se firmaron los tratados de paz con Estados Unidos; se restauró
Los conflictos armados, la ignorancia, los cambios de moda y la modernidad ocasionaron el deterioro, destrucción y desaparición de numerosos monumentos, por lo que comenzaron a dictarse leyes para la protección, restauración y conservación del patrimonio.
SALA 1.
FUNDACIÓN DE
Antes de la llegada de los españoles, Querétaro estuvo poblado por asentamientos otomíes y chichimecas instaladas sobre el cerro del Sangremal, que tributaban a la provincia Xilotepec, sujeta al imperio tenochca. En los Códices Mendocino y
Por su posición geográfica, Tlachco era zona de frontera entre los territorios tenochcas y sus enemigos los tarascos y los chichimecas del norte. Los comerciantes tarascos eran los únicos que tenían permiso para entrar a estas tierras y muchos de ellos venían a Tlachco a comprar algodón y otros a vender sus productos, como por ejemplo la sal.
Todo lo que era el Imperio Tenochca pasó a pertenecer a
Fernando de Tapia, cuyo nombre en otomí era Conín, refundó sobre Tlachco el pueblo de indios de Querétaro, adoptando los reglamentos para hacer pueblos, conocidos como Pueblos de Indios, que proscribió el virrey, eligiendo el nombre en tarasco por su gran afecto a Acámbaro y a Michoacán, lugar de donde vinieron los frailes que evangelizaron este lugar.
A principios del siglo XVIII los franciscanos elaboraron el mito de fundación de la ciudad, basándose en las tradiciones que contaban los indígenas. El Mito de fundación cuenta sobre el cerro Sangremal, los otomíes aliados a los españoles y los chichimecas acordaron llevar a cabo una batalla, sin armas, peleando sólo con los puños. Los otomíes para entonces ya se habían hecho cristianos y bajo las órdenes de los españoles estaban camino hacia el norte por la peligrosa región chichimeca. Al mando de los otomíes venía el otomí Capitán General Nicolás de San Luis Montañés y traía consigo como a 12 capitanes indígenas, entre ellos se encontraba don Fernando de Tapia. La batalla celebrada en la cima del Sangremal fue muy cerrada, sin embargo, para ayudar a los cristianos otomíes a ganar, el apóstol Santiago Matamoros se apareció en su hermoso caballo blanco blandiendo su espada, al mismo tiempo que se vislumbró una cruz resplandeciente en el cielo. Fue tanto el terror que causó entre los chichimecas que de inmediato cayeron rendidos.
Al perder la batalla, los chichimecas aceptaron asentarse en Querétaro, que fue trazado de acuerdo con la mítica tradición mesoamericana.
La condición que pusieron los chichimecas para asentarse fue que les dieran una Cruz como la que habían visto en el cielo. Los otomíes construyeron la cruz con cuatro piedras de colores que se encontraron enterradas en un cántaro junto a
De acuerdo a la tradición mesoamericana, para trazar los ejes de los pueblos se elegían dos o tres cerros que estuvieron ubicados en los puntos cardinales, y mirando desde el centro hacia la punta de ellos se marcaba el eje. El cerro Cimatario marcaría el punto sur del eje norte-sur y
la iglesia. Luego todos los habitantes del pueblo y los ancianos realizaban una procesión acompañados de música de trompetas y chirimías, recorriendo los cuatro puntos cardinales y solsticiales partiendo desde el Cerro del Sangremal y concluyendo nuevamente en él. Con este ritual se sacralizaban las tierras, dedicándolas a su dios protector. Inmediatamente después que los españoles conquistaron e instalaron el gobierno de
Fernando de Tapia ocupó el cargo de Gobernado por la ayuda brindada a los frailes franciscanos en la conquista y pacificación de la región. Este puesto lo ocupó hasta su muerte, acaecida en 1571. Al faltar Fernando de Tapia, el gobierno quedó en mano de sus yernos porque su hijo Diego era muy pequeño.
En 1576, una terrible epidemia azotó al pueblo de Querétaro ocasionando la muerte de casi todos los caciques indígenas. Siguiendo la política de congregaciones, el virrey repartió a españoles aquellos solares que estaban dentro de la traza y que habían quedado sin dueño a causa de las epidemias padecidas por la población indígena. Muchos indígenas de las regiones aledañas fueron concentrados en los alrededores del pueblo, formando barrios como San Sebastián, San Roque, El Espíritu Santo o San Pedro de
En 1578 Querétaro fue nombrado Alcaldía Mayor, con su cabecera en este mismo pueblo. El cabildo indígena siguió funcionando con su gobernador a la cabeza, pero la última palabra la tenía el alcalde mayor que era español, a Querétaro le pertenecieron entonces las partidas de San Juan del Rio y Tolimán.
En 1655 Querétaro dejó de ser un pueblo de indios y le dieron el nombramiento de Ciudad directamente otorgado por el Rey de España.
Ahora se formó un cabildo español y además seguía funcionando el cabildo indígena. Quien dirigía el cabildo indígena era el gobernador y el cabildo español era precedido por el Alcalde mayor. Durante toda la época virreinal, estos gobiernos funcionaron de manera simultánea.
Al ser descubiertas las zonas mineras del norte del país, se trazó el Camino Real de Tierra Adentro. Para Querétaro, la construcción de este camino fue definitiva porque su localización geográfica, en el corazón de
Los minerales de Zacatecas, San Luis Potosí y Guanajuato, así como los pueblos presidios ubicados en el trayecto, se beneficiaron con productos queretanos de las prósperas haciendas agrícolas y ganaderas. El activo comercio que se desarrolló entre la capital del virreinato y el norte minero convirtió a Querétaro en una de las jurisdicciones más ricas y pobladas. La ciudad fue también un centro industrial importante especializado en la producción textil. La diversidad económica permitió a los dueños de haciendas, obrajes y comercios, todo ellos españoles, consolidar su poderío económico.
SALA 2
SIGLO XVIII. FORJANDO EL PATRIMONIO / AUGE ECONÓMICO
Desde principios de la época colonial, por ser Querétaro una zona de frontera, se asentaron aquí diferentes grupos étnicos: otomíes que vinieron de Xilotepec del norte, tarascos y españoles. Estos últimos trajeron negros de África para que sustituyeran la mano de obra indígena, sector poblacional que se vio diezmado por los malos tratos y las enfermedades traídas por los españoles. Los negros trabajaron como esclavos en las haciendas, minas, obrajes y en el servicio doméstico. De esta manera, la población no solo creció, sino que aparecieron nuevos grupos étnicos, como resultado de la mezcla de indios, españoles y negros. A los productos de la mezcla se les denominó castas.
Los españoles introdujeron en
Los dueños de las haciendas eran españoles y formaban parte de la clase más alta de la sociedad. Algunos de ellos eran además militares y ocupaban algún puesto importante en el gobierno o en
Para cada telar se necesitaban alrededor de 15 trabajadores, por lo que los obrajes ocupaban a más de dos mil queretanos. El trabajo necesitaba de especialistas, de acuerdo a los pasos seguidos en la producción: el lavado de la lana, la carda, el hilado, el tejido, el tinte y necesitaba de especialistas. Las operaciones eran dirigidas por el dueño del taller o un administrador o mayordomo que normalmente era también español. Algunos obrajes eran bastante grandes y su estructura era sólida pues sus paredes no estaba hechas solo de adobe sino con mezcla de piedra y barro.
Las condiciones laborales eran bastante malas puesto que a un obraje se llevaban a los presos a cumplir condenas, a chichimecas capturados en la sierra, a esclavos negros y mulatos y a aprendices que ingresaban para aprender algún oficio, ya fuera de manera voluntaria u obligados por sus padres. Era común que los trabajadores del obraje no recibieran un sueldo, pues a, los que no eran esclavos los mantenían enganchados por deudas desde su ingreso y a los aprendices se les pagaba con la enseñanza, el hospedaje, la comida y al terminar su periodo de aprendizaje se les dotaba de un traje completo.
Además de los obrajes o talleres existieron telares familiares llamados trapiches dentro de las casas de los mestizos e indígenas. Ellos trabajaban principalmente el algodón y aquí el trabajo se dividía entre los miembros de una sola familia. La producción de obrajes y trapiches era para el consumo de las clases populares pues las familias españolas se vestían con prendas importadas de Europa.
Otra rama industrial que ocupó a gran numero de queretanos fue
En la fábrica de tabaco también se dio una marcada división del trabajo, dividiéndose en tres etapas y ocupando a tres operarios en cada etapa. En la primera trabajaban los recolectores de la hoja de tabaco, los escogedores del papel y los cernidores. En la segunda etapa estaban los cigarreros, los envolvedores y los recortadores del cigarrillo. La etapa final era el empaquetado y requería de encajonadores, selladores y almacenadores. También se requería de administradores y capataces, así como de porteros y carpinteros que elaboraban las cajas. La elaboración de puros era un proceso más simple. Se seleccionaba el tabaco, luego se hacía el despalillado, el torcido, el prensado, el anillado y finalmente empaquetado.
La fábrica fue creciendo a tal punto que llego a tener unos tres mil trabajadores. Todo este proceso ya era parecido al moderno por la especialización del trabajo, la reglamentación que requería y los beneficios que tenía la clase trabajadora, pues a diferencia de los obrajes, aquí las condiciones eran mucho mejores. Los operarios tenían un horario establecido y los más viejos, menos horas y un trabajo más descansado que podían realizar sentados. En época de frío se entraba más tarde que en épocas de calor. Todos los trabajadores eran revisados a la entrada y la salida de la fábrica para evitar el contrabando del producto y si los cachaban eran castigados con el encierro, o les quitaban sus bienes o la pena de muerte dependiendo de la gravedad de la falta.
Las fábricas de tabaco se distinguieron por preferir la mano de obra femenina, procurando siempre el mantenimiento del respeto y la moral, por lo que las mujeres trabajaban en habitaciones separadas de los hombres. Preferían a las mujeres porque eran más delicadas en los trabajos de envolver y torcer los cigarrillos, pero además porque eran más cumplidas y sumisas. Para poder contar con la presencia de mujeres, tuvieron que ofrecerles servicios de guardería y permisos para tener con ellas a los hijos lactantes. Las guarderías funcionaban como escuelas pues ahí se enseñaban las primeras letras y el catecismo. Lo anterior hizo que muchas mujeres quisieran entrar a trabajar a la fábrica y que disminuyera el número se sirvientas.
La gran actividad industrial, agrícola, ganadera y comercial desarrollada desde la segunda mitad del siglo XVII y todo el siglo XVIII, permitió que Querétaro tuviera un auge económico que se tradujo en auge constructivo. La ciudad comenzó a crecer y se fue llenando de hermosos templos y conventos, así como de suntuosas casas y edificios públicos. Entre algunas de las más bellas construcciones civiles se encuentran
El estilo arquitectónico que predominó durante el siglo XVIII fue el barroco, que se distingue por el abigarramiento de formas y la profusión de adornos. Para la construcción de muchas de estas obras fueron muy importantes las aportaciones que hicieron algunos benefactores como el sacerdote y hacendado Juan Caballero y Ocio. Otro importante benefactor fue el Marqués de
obra. El acueducto funcionó hasta principios del siglo XX. Hoy en día es considerado uno de los más bellos monumentos históricos de la ciudad.
A finales del siglo XVIII, las Reformas Borbónicas, encaminadas a mejorar la industria, la minería y la agricultura, permitieron a la élite acaparar grandes cantidades de tierra y consolidar el sistema de la hacienda. Además, la creación de un ejército les brindó la posibilidad de comprar grados militares dentro del Regimiento Provisional de Caballería de Querétaro, lo cual significó gozar de honores y fueros, junto con los eclesiásticos y los comerciantes.
Sin embargo, las Reformas no favorecieron a todos. Algunos criollos y la población en general se vieron gravemente afectados. A los criollos se les negó el acceso a los altos cargos del gobierno y del clero; los jesuitas, educadores por excelencia de los criollos, fueron expulsados por negar los derechos reales; y la expedición de
A pesar de que las reformas borbónicas modificaron la división política de
La denuncia de tales abusos, que eran muy frecuentes, le ocasionó al Corregidor la enemistad del gremio de obrajeros. Esta delación, aunada a la negativa de poner en práctica