La lengua nahuatl y Angel Ma. Garibay…
Con fama de osco, pero con las puertas abiertas del corazón, de par en par. En creación sin reposo, alejado del mundo, pero no de espaldas a sus problemas, fue el raro ejemplar del humanismo sin fronteras.
Se han valorado en mucho sus merecimientos de sus estudios de textos nahuas, grecolatinos y hebráicos.
Angel María Garibay Kintana, nació en la ciudad de Toluca el 18 de junio de 1892, segundo hijo de Manuel Garibay, obrero mecánico hábil y Ma. Soledad Kintana, se establecieron con sus tres hijos a orillas del Pueblo de Santa Fe, a su vez a orillas del Distrito Federal y allí Angel Ma. Garibay pasó su infancia. Su Padre murió cuando el tenía seis años.
Aprendió a leer en una escuela oficial y a los catorce años entró al Seminario Conciliar de México, donde aprendería Latín, griego, hebreo, alemán, inglés, nahuatl y otomí.
Fue humanista, hebreólogo, helenista y descubridor del legado literario de los antiguos mexicanos.
El 28 de octubre de 1917 de ordenó de sacerdote.
Fue enviado dos años a Jilotepec donde aprendió el otomí. Después estuvo en San Martín de las Pirámides, en Huisquilucan, en Tenancingo y en Otumba.
Entre sus discípulos se cuenta al historiador y obispo de Cuernavaca, Sergio Méndez Arceo, a Guillermo Tardiff, al P. Octaviano Valdés, entre muchos.
Entre sus primeros amigos estuvieron Justino Fernández, Edmundo O·Gorman, Agustín Yánez y su obra “Llave del náhuatl” ha servido a muchos estudiosos para aprender esta lengua.
Con fama de solitario y trato difícil, siempre tuvo abiertas las puertas a sus discípulos y a quien buscara su consejo. Se pasó los últimos 27 años de su vida consagrado enteramente a la investigación.
Fue profesor extraordinario de
Solo la muerte pudo impedir al maestro Angel Ma. Garibay el rescate completo de la poesía náhuatl. 1968.