Julio Scherer, 1997, esos años…

Julio Scherer, 1997, esos años… 

Julio Figueroa 

A Susana S. Ibarra   

    

Desde hace años, por lo menos una vez al año, durante las fechas de su nacimiento o muerte, leo y releo y escribo alguna nota sobre mis autores favoritos. Es el caso de Octavio Paz, José Emilio Pacheco, Julio Scherer, Canetti, Tolstói… Por puro azar, libertad y necesidad este veloz 2008 no he dejado de leer al periodista de México Julio Scherer García (DF, 1926). Y en espera de su próximo libro de inminente aparición, he vuelto casualmente a unas notas escritas en el año axial de 1997, con motivo de sus entonces 71 años y de su libro de entonces Estos años (Océano, 1995). La mirada crítica de Julio Scherer sobre Carlos Salinas fue y ha sido más acerada, implacable y certera que la de Octavio Paz. Vale la pena volver a ella. Poco después escribió Salinas y su imperio (Océano, 1997). Scherer no sólo hace la radiografía del poderoso sino que traza el cuadro corrupto del poder. Y todavía nos debe su larga e íntima entrevista con Carlos Salinas de Gortari en Dublín.

     Foto de don Julio: Marco Antonio Cruz (Portada de Proceso 1598, 17-VI-2007).  

     En seguida mis notas de 1997, tal como fueron escritas y publicadas entonces. (Qro. Qro., lunes 21-VII-2008).      

Don Julio, 71 

    

De vez en vez hacer público lo privado y nunca de los nuncas privatizar lo público. Sin falsas purezas virtuales: se aceptan algunos regalos personales y se piden algunos favores humanos. Sólo los dioses no necesitan nada. Ese hombre es de una pieza, hecha naturalmente de varias piezas. Implacable con sus adversarios y generoso con aquellos que ama. ¿Divide al mundo en blanco y negro? No, su pluma carga más colores. En diálogo y disputa permanente con el poder. Esta es para mí la enseñanza de Julio Scherer García, que este 7 de abril (1997) cumple 71 primaveras, con sus respectivos infiernos, triunfos y derrotas. Ya liberado de la carga semanal de hacer Proceso, ¿dónde anda ahora, qué hace, qué piensa, qué lee, qué está escribiendo? ¿Disfruta el pan ácimo del anonimato? ¿Es rico su tiempo sin relojes? ¿Cómo se vive sin mujer? ¿Y su contacto con los poderosos? ¿Cómo siente y ve al paisito desde la calle, o desde la distancia del mundo?

     Tomo sus libros del librero, tengo algunos días libres y releo su prosa veloz y punzante de Los presidentes y Estos años. Cinco o seis presidentes y un buen puño de personajes cincelados por su poderosa pluma críptica. Las palabras en sus manos moldean, levantan y destruyen reputaciones. Procesa, sentencia, esculpe. Somete a juicio a los poderosos y él mismo queda en cueros en varias páginas. Es parte del mundo que califica. Quien hace creación, hace su enajenación. Liberación y condena. En sus libros Scherer se permite hacer lo que no hizo en su revista: personalizar al poder, humanizar al enemigo, llevar la disputa al terreno común y mostrarse desnudo en su doliente intimidad de hombre. La caldera se calienta al máximo y hay que sacar la presión o se vuelve un infierno. Adjetivar es valorar. Arriesgar en la interpretación del mundo. Hablar del otro es ponerse entero. Ya el tiro del tino es cosa de cada quien. Sólo García Márquez puede ser García Márquez.

     En su verdad interior y en la fuerza de su trazo, a un tiempo brutal y sutil, la prosa de Scherer se asemeja a la pintura de Siqueiros. Colores violentos y mirada fina. En los sesentas, cuando Siqueiros estaba preso en Lecumberri, escribió Alberti de Siqueiros: 

     «Cuando el pincel es machete,

     cuando el color un disparo,

     cuando el dibujo, la línea,

     una tralla, un latigazo…» 

     El pincel en uno y la pluma en otro, el hacha y el bisturí. ¡Ver el mundo es crear el mundo y moverlo, conmoverlo, removerlo! Con la llama de la pasión y la fuerza de la vida chorreando por todas partes. Sangre acalorada. Hierve helada la luz de la mirada. Alberti:  

     «¡Empujad! ¡Abrid las puertas, 

     que estamos vivos, que estamos 

     vivos, que no sepultados…! 

     ¡Las puertas! ¡Pronto! Y la luz 

     se abra de nuevo en sus manos.» 

 

     Extremoso, exagerado y rotundo. Todo eso y más. Don Julio Scherer. ¿Por qué tanto coraje en su periodismo? ¿Por qué tanta impunidad del poder? «El periodismo no es blando, como no es tersa la política». Más que la fuerza moral y la verdad política, es la vida que puja. Patalea. Apenitas araña al poder.

     ¿Qué decía Octavio de Julio, en aquella autoentrevista del primero, que parecía el testamento del escritor? Dice Paz a Scherer: «Eres un apasionado y esto, a veces, te hace perder objetividad y aun los estribos. Te salva tu pasión por la libertad…» (Proceso 885, 18-X-93). Y en otra parte expresa Paz: Mi aprecio por Scherer ha sido siempre mayor que mis diferencias. Y otras famosas palabras de Octavio a don Julio: «No te acerques demasiado al fuego del poder, que no es fuego que purifique». Oficio y carácter obligan.

¿Qué piensa Scherer de Paz? La admiración sin atenuantes hacia García Márquez, ¿cómo es hacia Octavio Paz? Krauze dice que Scherer es un cruzado de la verdad. ¿Un cruzado o un poseído? Como sea, dice Krauze que dijo Paz de Scherer: «Es un personaje extraído de la literatura rusa». 

     Jules Renard escribió en su Diario, año tras año, la vida prodigiosa de un hombre común, roído por la envidia y las frustraciones. Es bueno «hojear ese espíritu»: puede ser un espejo. ¡Escucha, pequeño hombre! Es mi voz interior con las palabras de Wilhelm Reich. En una anotación de marzo de 1891 Jules Renard se dice a sí mismo: «Escribir en la forma en que Rodin esculpe». Creo que quiere decir: con fuerza y grandeza. De golpe, a tajos, con la llama viva de la pasión ardiendo. ¿Qué más grande verdad que la vida, que es más que la pura verdad? Aquí está la clave. ¿No es Julio Scherer una criatura esculpida por Rodin? Y los libros de Scherer, ¿no son trocitos del poder creador de la vida? Y un grito de combate: ¡No el poder, sino la potencia crítica y creadora! 

     Sigo esta senda quebrada y al fin acabo.

     Escribe Julio Scherer en Los presidentes: «La voluntad es una línea recta, la obsesión un círculo». ¿Y la vida, don Julio? ¿Qué es la vida desde la altura de sus 71 años, la anchura de los 69 de García Márquez y la hondura de los 83 de Octavio?

     Suyo, su lector fraterno y crítico.

     (El Nuevo Amanecer de Querétaro, 7 de abril de 1997; Queretanas 97, Ediciones Sangremal, Qro. Qro., 1999, pp. 177-179).

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