Querétaro ante la patria en 1867
“Viva México. Querétaro esta en nuestro poder” Benito Juárez, el 15 de mayo de 1867.
A las tres de la mañana había comenzado el ataque final sobre la ciudad, después de más de 70 días de encontrarse sitiada.
Sí en Querétaro quedaron sepultadas las propuestas monárquicas y la religión de Estado; en Querétaro las balas que cegaron la vida de Maximiliano también aniquilaron al partido conservador.
Barrios en ruinas, edificios perforados por la artillería republicana, plazas y jardines tapizados de escombros y sus árboles talados, cuarteles destruidos, el acueducto averiado y sus calles y caminos devastados.
Las enfermedades, el hambre y el luto, dos meses de sitio a la ciudad acabaron con todo bastimento y agua. Los propietarios arruinados por los ya rutinarios préstamos de guerra, pedían desesperados el retorno de la paz.
Una pobreza general se palpaba en los mercados, en el erario y en las familias.
La aristocracia expresó su descontento ocultando los pocos capitales que sobrevivieron a la rapiña y los retiraron de la circulación.
En Querétaro, los robos, la delincuencia y la rapiña estuvieron al orden del día, más de 90% de los habitantes de Querétaro se dedicaban a actividades delictivas y que solo el 3% de la población era honrada y vivía de su trabajo.
La ciudad estaba en ruinas y había muchos cadáveres insepultos. Como “horroroso” fue descrito el estado que guardaba la población y sus alrededores, pues todo era un foco de corrupción y fácilmente podrían sobrevenir una peste que diezmara a sus habitantes.
Las cañerías del agua potable quedaron dañadas y eso ocasionó que el vecindario no pudiera surtirse debidamente de ese líquido. La hermosa alameda quedó convertida en un desierto, pues sus jardines sirvieron de pasto a sus caballos.
De las campanas de sus templos se hicieron granadas y metrallas, igual destino cupo a los balcones, el elegante teatro fue destechado y su techumbre, sus puertas y ventanas se convirtieron en combustible para el rancho del soldado. Otros muchos edificios fueron destruidos hasta sus cimientos y de su material se construyeron parapetos.
El Paseo de
Era tanta la penuria y la escasez< de recursos, que hasta el reloj público de San Francisco dejó de funcionar, por falta de pago al encargado de darle cuerda.
Miles de huérfanos, viudas y ancianos recorrían las ciudades, los pueblos y hasta las más remotas aldeas, en busca de un pedazo de pan. Querétaro había quedado completamente arruinado.
Querétaro era un cuerpo inanimado, una miseria espantosa devoraba a la mayor parte de sus trabajadores, la ciudad estaba en la ruina. Todo estaba por reconstruirse.
Al cumplirse el primer aniversario del sitio de Querétaro. Los reportes eran: Los efectos de la pasada guerra están vivos y aún no borradas sus sangrientas huellas, nuestros edificios en ruinas, presentan la verdadera imagen del abatimiento de estos habitantes: no tiene vida el comercio; la agricultura lejos de florecer decae; las bellas artes huyen asustadas de tan triste suelo y solo la miseria pública impera con todos sus horrores.
Todos o casi todos, resultaron afectados, comerciantes, hacendados, artesanos, obreros, estudiantes, madres de familia, niños. La miseria en la “clase pobre” fue descrita como alarmante. Una multitud de infelices sin hogar, sin pan, sin abrigo, y sin trabajo.
En Querétaro no había un hospicio, un orfanatorio, ni una casa de asilo, la beneficencia era inexistente, los agiotistas eran numerosos. Robar, para muchos era el único recurso para sobrevivir.
El gobierno se dio a la tarea de escribir varias cartas a las personalidades más destacadas de la localidad, pidiéndoles su colaboración en algunos ramos particularmente en la administración pública d esta manera:
A Hilarión Frías y Soto, a prospero C, Vega y a Nicolás Campa, se les solicitó un plan para la instrucción pública; A los licenciados Zacarías Oñate, Próspero C. Vega, y a Agapito Pozo, un proyecto de administración de justicia; a José M. Rivera, Carlos M. Rubio, Bernabé Loyola, Manuel Marroquín, y Francisco Diez Marina, uno de hacienda; a los señores Rodríguez y Helguera y al Licenciado Diez Marina, uno para organizar en los caminos una fuerza que diera las garantías de existencia y propiedad a los viajeros y que no tuviera carácter “político”.
A Francisco Diez Marina, Carlos Rubio, José Méndez, y Bernabé Loyola, uno relativo al camino de Tampico; a Francisco Figueroa y a los señores Guisasola y Mena, uno para crear establecimientos de beneficencia; a Manuel Marroquí, José M. Rivera, Pedro Castro y Joaquín Ruiz, uno para reactivar el comercio.
A José Ma. Rivera, Silvestre Méndez, Manuel Marroquín y Luciano Frías y Soto, una propuesta para fundar una penitenciaría; a Bernabé Loyola y al Licenciado Vázquez, una para sacar a la agricultura del estado del “decaimiento en que se encuentra”; a Rodrigo Valdés, Agustín Barbosa y Santiago Carmona, uno para proteger las artes; y a Hilarión Frías y Soto, Manuel Marroquín, Crecencio M. Pérez y Manuel M. Rubio, un plan para organizar los hospitales.
Poco a poco Querétaro se fue recuperando, se organizó la instrucción pública, se atendieron los hospitales, las Diligencias,
Se acusaba a Querétaro de ser una ciudad maldita y traidora. “Querétaro no era una ciudad maldita, aclararon. Sus habitantes eran a lo más, víctimas que tendían sus escuálidas manos al hermano que había venido a libertarla del verdugo y sobre los escombros de sus hogares escribió con tizón apagado, la gloriosa fecha del 15 de mayo, día de su libertad”.
“A Querétaro no le era permitido ni pensar, pues se encontraba vigilada por la más suspicaz de las policías”, debía levantarse el anatema que pesaba sobre Querétaro.
En Querétaro se había luchado contra Santana; se había enviado a los batallones a la batalla de Churubusco; Aquí nació la coalición que había salvado al país de la traición de Tacubaya; de aquí salió José Ma. Arteaga a las cumbres de Acultzingo; de aquí salieron las guardias que fueron a tener su parte en el triunfo de la batalla de Puebla; Aquí los franceses no pudieron recabar ni siquiera diez firmas de adhesión al llamado imperio.