José Emilio Pacheco en Gijón, recitándose
Gijón, 18 de julio.
Después de diez años de silencio editorial y al cumplirse medio siglo de la publicación de su primer poemario, el escritor mexicano, considerado en España “el poeta vivo más importante en lengua castellana”, ofreció un inédito regalo a sus cientos de admiradores de esta ciudad asturiana: una docena de poemas de su libro inédito que consta de cinco cuadernos y que será publicado el año próximo en coincidencia con su cumpleaños 70.
El poeta mexicano agradeció las muestras de cariño, se quejó de la intensa luz y aceptó con gusto usar un sombrero rojo y dijo:
“Es lógico que yo conociera a Joaquín Sabina, pero nunca pensé que él me conociera a mi”.
Y a continuación leyó dos poemas pequeños sobre el agua, advirtiendo antes que le resultaba sumamente raro hablar con micrófono en mano.
El primer poema, titulado Posesión, dice:
“Te hice mía. Bebiste agua de lluvia.
El agua se rió de mi y se me fue entre los dedos”.
El segundo lo llamó Fracaso:
Pacheco se mostró ciertamente abrumado y cohibido ante la multitud que solicitaba al término del acto, su firma.
“Me siento muy contento, pero sigo inhibido”, dice a la mañana siguiente sentado en la cafetería del hotel Don Manuel, mientras desayuna una tostada con tomate y aceite de oliva.
“Yo soy de una época que no consideraba esto. Escribir era una cosa solitaria que hacías en tu cuarto. Se hacía el libro y nunca tenías que dar la cara, porque la página y ahora la pantalla te la cubre.
En este momento yo estoy bajo tu mirada y eso no existe cuando escribes. Hay una gran libertad”.
Añade: “Fue una experiencia maravillosa. Yo he leído frente a dos o cuatro personas, pero nunca esto.
Cuando yo presento, pienso: voy a rifar un pollo rostizado a ver si va alguien.
Ahora después de esto, voy a decir: yo no leo si no viene conmigo Sabina, porque esa es la diferencia entre cuatro personas y
El poeta mexicano advierte:
“Me da vergüenza leer en publico, como que son cosas muy personales. Los tres somos muy distintos. Me sorprendió tanto que él hiciera el dibujo de mi libro (editorial Visor), por eso me pareció lógico que yo conociera a Sabina, lo que nunca creí es que él me conociera y me leyera.
¿Viste que tenía mi libro subrayado y todo?
Fue muy sorprendente y muy grato”.
Luego de diez años sin publicar libros de poesía, Pacheco se prepara para editar con Era en México y Visor en España, dos nuevos libros, uno que consta de cinco cuadernos que no ha querido publicarlos por separado y otro más compuesto de poemas en prosa:
“Me he tardado mucho. Es una cosa inconsciente porque pienso que nunca más volveré a escribir nada. Voy a cumplir 70 años”.
Además prepara el libro de las Versiones poéticas que empezó a escribir en 1958 y lo entregará este año para publicarse también en 2009.
El autor de La intimidad de la serpiente reconoce que su poesía no es del dominio generalizado de los españoles, pero recuerda lo que dijo Francisco Brines: “La poesía no tiene público, tiene lectores”.
“A mi no me conoce el gran publico español, pero siempre he tenido lectores muy generosos, sobre todo, diría que son lectoras”, señala al aclarar que siempre ha sido un poeta favorecido por las mujeres.
Recomienda a los nuevos escritores no tener prisa por ser conocidos: “Yo les digo: no se apresuren. Las cosas te llegan o no. A mi me encantaría tener el publico de Sabina, pero no lo tengo.
¿La poesía no es masiva?
¿Sigue siendo gusto de círculos pequeños?
A las personas jóvenes les interesa mucho más la poesía como espectáculo, como algo que escuchas, y para mí que soy de una vieja generación es algo que tú lees en silencio. Es una comunicación muy íntima que no puede existir en público”.
Recorriendo las calles de Gijón, ciudad que visita por primera vez, Pacheco recordó al gran poeta neoclásico nacido en esta ciudad, Gaspar Melchor de Jovellanos:
“leí a Jovellanos y fue muy bueno para mí. Dudo que si no me lo hubieran dado en la escuela yo hubiera ido a una librería a buscarlo, a él o a Juan Valera”.
Pacheco está ligado a la vida del exilio español: tomó clases con Cernuda y conoció a Emilio Prados y después a Alberti.
“quien por cierto vivió en el edificio Ermita cerca de
Pacheco analiza la forma en la que un poeta puede sobrevivir a las intrigas del entorno intelectual mexicano: “Sobrevivo en parte porque no me interesa el triunfo, la notoriedad, ni nada”.
El grupo de los intelectuales no me parece más cruel que el mundo de los peluqueros o de los médicos.
Recuerda que vivir con subsidio del Estado no es subsidio del gobierno. Es una posición muy difícil.
¿De que vas a sobrevivir si no es del poder? Lo ideal sería que pudieras vivir de tu trabajo.
Yo lo hago, pero tengo subsidio.
Monsiváis y yo tratamos de vivir de escribir. Pero es muy difícil. Aún así seguimos criticando todo lo que queremos.
No ha habido una crítica más feroz contra Fox que la de Monsiváis. Además ya no se puede vivir totalmente de la escritura. La traducción ya no existe en México, porque lo traducido se hace primero en España.
El periodismo literario está desapareciendo, porque en vez de pagar un artículo lo toman de
Pacheco cuenta que tiene un poema sobre Guantánamo que inicia en
“Es una gran innovación de la policía mexicana. El tehuacán surgió en 1928 y desde entonces lo usan para torturar. Es horrible”.
Precisamente México vive una involución en sus garantías individuales en el presente sexenio y un aumento en la violación de derechos humanos
¿Qué opina de Felipe Calderón?
Le agradezco que no se haya ocupado de la cultura. No ha habido censura a los creadores. No les interesa nada la cultura. Y eso es de agradecer”.
Era la una de la mañana. Tras bambalinas, José Emilio Pacheco, Joaquín Sabina y Luis García Montejo esperaban el momento esperado para salir al escenario.
La multitud expresaba su impaciencia, mientras los tres reían ansiosos por apoderarse de la palabra. Alrededor de los temas detectivescos llenos de intrigas de
Fue una noche memorable que los unió a través de la poesía en la carpa del encuentro de
Tomado de la nota de Sanjuana Martínez