El conformismo social y la resignación política

El desarrollo de la nación tiende, pues, a romper con los límites y superar las contradicciones de las naciones poderosas, las que se expresan fundamentalmente en la explotación de humana, el racismo, la segregación de pueblos indios, la opresión peculiar de la mujer, la discriminación a grupos de edad, el control imperialista de nuestras economías y sociedades.

Borrar el rostro de las naciones

José Félix Zavala

El Conformismo social y la resignación política.

La diversidad cultural debe ser patrimonio de la humanidad, para salvaguarda de la misma especia.

La construcción de una nación libre y democrática, la cultura, se transforma en un efectivo instrumento de cambio social y de resistencia a la opresión de los poderes fácticos internacionales.

No SE DEBE participar como actor o cómplice del sistema autoritario en los diversos espacios de la cotidianidad y la acción política.

Llegamos tarde a la fiesta de la democracia. Ahora esta de “moda” el imponer “La Globalización” que en todos los sentidos es la antidemocracia, de acuerdo a los conceptos de los dueños del poder y del dinero, pero sobre todo a los dominadores de la nueva tecnología, Nos llevan a ella a la globalización sin sentido y servicio para nosotros en parte por el gran vacío de no poseer el desarrollo tecnológico más avanzado que borra las fronteras y los lenguajes.

Los países pobres andamos “perdemos el tiempo” en busca de la “democracia neo liberal”, pasada de moda, mientras los países ricos andan en busca de la globalización, asunto para todos de vital importancia. Para los ricos la globalización  les lleva dominio y a los pobres nos deja desnudos y sin identidad. Este camino es antidemocrático, aunque nos vendan la idea contraria

Busquemos la resistencia a una globalización donde nosotros los países pobres seamos parte de las decisiones que toman los países ricos, evitemos los genocidios en Africa  y América, salvaguardemos las identidades, y  la defensa de la diversidad cultural y entremos a la globalización, perfectamente concientes que la democracia pasó como categoría y no perdamos tiempos en los supuestos.

La tras nacionalización corporativa neoliberal –globalización- trata de imponer su mensaje unidireccional por medio del dominio de los medios masivos de comunicación.

La manipulación de la información y a través de las poderosísimas industrias culturales que intentan homogeneizar y uniformar a la humanidad a partir de su modelo de vida y la mediatización de la fecunda creación nacida del imaginario popular y del rico patrimonio étnico-lingüístico-cultural de nuestros países.

 La Nueva expresión de la violencia y de la antidemocrcia, es la corriente homogeneizarte que amenaza con ahogar la diversidad cultural y con borrar el rostro de las naciones y de los múltiples sectores que conviven en ellas.

La globalización excluyente requiere de una humanidad indiferenciada, sujeta a las leyes del mercado, secuestrada por el individualismo competitivo que proclama la ley del más fuerte, darwinismo social, alienado por el consumismo y el egoísmo posesivo.

El capitalismo neoliberal necesita también de la propagación generalizada de un cosmopolitismo que rehúse la identidad nacional, la defensa de la soberanía, el derecho a la autodeterminación, la salvaguarda de los recursos estratégicos y naturales, las autonomías indígenas, las democracias participativas, no digamos ya el socialismo.

Rechazamos el provincionalismo, como si en ello se jugara a la mediocridad. Por el contrario quien sabe jugar a la vida provinciana tiene la capacidad de conocer la globalización en el sentido útil del concepto y sus verdaderas posibilidades de servicio a la humanidad.

Alcanzar el «paraíso terrenal» que significa imitar a la sociedad estadounidense proyectada como el ideal a realizar por las masas de consumidores desclasados, apátridas y apolíticos.

Se pretende que el mundo que ofrece la mundialización neoliberal en sus variantes estadounidense y europea es el único posible, sin alternativa viable, y que la única opción realista debe ser el conformismo social y la resignación política.

Pese a esta poderosa maquinaria cultural, ideológica y educativa puesta en marcha por el capitalismo neoliberal para lograr estos propósitos, tiene lugar en el ámbito planetario la resistencia de los explotados.

Que somos los pueblos originarios, los afro descendientes, las mujeres, los homosexuales, los jóvenes, los obreros y aun los sectores intermedios que conforman el pueblo nación que se manifiestan contra los efectos depredatorios del neoliberalismo.

En la época actual, caracterizada por una profundización de las tendencias universalistas del capital, La globalización al servicio del poder, encontramos,  el tránsito de los poderosos que buscan disolver los vínculos nacionales, proponiéndonos una entidad nacional de nuevo tipo: popular, multiétnica, pluralista y democrática, que conlleva al exterminio de la mayoría en todos los sentidos y al predominio de unos cuantos, pero en verdad muy pocos.

Estas contradicciones se dan en el interior de nuestras naciones, y las luchas por superarlas constituyen la esencia misma de la cuestión nacional de nuestros días.

De esta manera, la disputa por la nación como el espacio donde tienen lugar las resistencias contra el imperialismo y la explotación de clase pasa en primer término por la salvaguardia de la diversidad étnica, nacional y cultural y por el fortalecimiento de las identidades múltiples y complementarias, ciudadanía, condición de clase, adscripción étnica, conciencia de genero, etc. que otorga una visión integral de la actual realidad sociopolítica.

Asimismo, en la construcción de una nación libre y democrática, la cultura, la forma peculiar de ser y existir de los pueblos en sus distintas diferenciaciones étnicas, regionales, de género y clase, se transforma en un efectivo instrumento de cambio social y de resistencia a la opresión cultural capitalista.

Esto ocurre no sólo en las expresiones artísticas, sino también en la cotidianidad cultural, en la diaria forma de hacer frente a la dominación capitalista, en vivir de otra manera, en no participar como actor o cómplice del sistema autoritario en los diversos espacios de la cotidianidad y la acción política;

Todas ellas prácticas de resistencia en esa batalla por el mantenimiento y desarrollo de las identidades culturales contra-hegemónicas.

La familia, la escuela, el barrio, las relaciones sociales y laborales, los propios terrenos de la acción revolucionaria, constituyen los espacios de un singular enfrentamiento entre la cultura de la dominación y la cultura de la resistencia, con sus códigos, símbolos y señales propios.

El historiador cubano Jorge Ibarra plantea los procesos en los que se va formando el pueblo nación para el caso de su país:

En las gestas independentistas, en «la praxis revolucionaria de 1868, al abolir la esclavitud y sentar las bases de una comunidad nacional -el territorio que se llamaría Cuba Libre- fundada en los principios de confraternidad étnica, igualdad jurídica y libertad política» (nación y cultura nacional).

Igualmente, en cada uno de nuestros países latinoamericanos se han ido formando los pueblos-nación por medio de la participación de los distintos agrupamientos étnico-clasistas, objetivamente explotados y oprimidos, en las respectivas contiendas independentistas, liberadoras, antidictatoriales y de transformación social que fueron creando a su vez una cultura nacional popular, por ende representativa del cúmulo de rebeldías e insumisiones.

Esta cultura nacional popular es el sedimento de nuestras resistencias y de nuestro afán por un futuro donde la diversidad cultural sea patrimonio de la humanidad.

 

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