El Jubileo en Mesoamérica
Josph de Acosta
Varios son los capítulos que dedica Acosta en su Historia Natural y Moral de Las Indias, al tema de la religión entre los mexicanos prehispánicos.
En el capítulo XXlX del libro V de esa obra suya, habla acerca de la fiesta de Toxcatl, descrita por él como una especie de Gran Jubileo.
En lo que consigna Acosta se trasluce la información recibida del jesuita mexicano Juan de Tovar, en estrecha relación, por cierto, con lo que había escrito Fray Diego de Durán, en su Historia de Las Indias de
No obstante esto, la clara exposición de Acosta, cumple su cometido de presentar un aspecto más de lo que él llamó:
“Los mexicanos no fueron menos curiosos en sus solemnidades y fiestas, las cuales de hacienda eran mas baratas, pero de sangre humana, sin comparación más costosas”.
De la fiesta principal de Huitzilopoxtli, ya queda arriba referido.
Tras ella la fiesta del ídolo Tescatlipoca, era muy solemnizada.
Venía esta fiesta por mayo, y en su calendario tenía el nombre de Toscatl, pero era la misma cada cuatro años, concurría con la fiesta de la penitencia, en que había indulgencia plenaria y perdón de pecados.
Sacrificaban este día un cautivo, que tenía la semejanza del ídolo Tescatlipoca, que era a los diez y nueve días de mayo.
En la víspera de esta fiesta venían los señores al templo, y traían un vestido nuevo, conforme al del ídolo, el cual le ponían los sacerdotes, quitándole las otras ropas y guardándolas con tanta reverencia como nosotros tratamos los ornamentos y aún más.
Había en las arcas del ídolo muchos aderezos y atavíos, joyas y otras preseas de brazaletes y plumas ricas, que no servían de nada, sino de estarse allí, todo lo cual adoraban como al mismo Dios.
Además del vestido con que le adoraban este día, le ponían particulares insignias de plumas brazaletes, quitasoles y otras cosas.
“Compuesto de esta suerte, quitaban la cortina de la puerta, para que fuese visto de todos, y en abriendo, salía una dignidad de las de aquel templo, vestido de la misma manera que el ídolo, con unas flores en la mano y una flauta pequeña de barro en la mano, de un sonido muy agudo, y vuelto a la parte del oriente la tocaba y volviendo al occidente, y al norte y sur hacía lo mismo.
Y Habiendo tañido hacia las cuatro partes del mundo, denotando que los presentes y ausentes le oían, ponía el dedo en el suelo, y cogiendo tierra la metía en la boca y la comía en señal de adoración, y lo mismo hacían todos los presente, y llorando, mostrábanse invocando a
En tocando esta flautilla, los ladrones, fornicarios, homicidas o cualquier género de delincuentes, sentían grandísimo temor y tristeza, y algunos se cortaban de tal manera, que no podían disimular haber delinquido.
Y así todos aquellos no pedían otra cosa a su Dios, sino que no fuesen sus delitos, manifiestos, derramando muchas lágrimas con grande compunción y arrepentimiento, ofreciendo cantidad de inciensos para aplacar a Dios.
Los valientes y valerosos hombres y todos los soldados viejos que seguían la milicia, en oyendo la flautilla, con muy grande agonía y devoción, pedían a Dios de los creado y al Señor por quien vivimos, y al Sol, con otros principales suyos, que les diesen victoria contra sus enemigos y fuerzas para prender muchos cautivos, para honrar sus sacrificios”.