San Miguel y sus 30 años
de festival de música de cámara
Si mis lectores me permiten el feo vicio de la reiteración ad nauseam y el autoplagio, diré que este sólido y duradero Festival de Música de Cámara de San Miguel de Allende sigue teniendo como uno de sus grandes pendientes involucrar en mayor medida, en todos sus aspectos, a la comunidad mexicana de la ciudad, puesto que a 30 años de distancia, sigue siendo un festival de, por, y para la comunidad estadunidense.
El Festival de Música de Cámara de San Miguel de Allende, el más importante de su tipo en México, llega este año a su versión número 30 ofreciendo una programación que es consistente con la calidad mostrada a lo largo de tres décadas, tanto en los ensambles participantes como en el repertorio propuesto.
A la vez, el espectador del festival puede percibir sutiles señales de una cierta inestabilidad institucional, a consecuencia de los cambios que ha experimentado los años recientes en su directiva.
Sin embargo, en el ámbito estrictamente musical, el festival sigue siendo un punto de referencia obligado para otros encuentros similares en el país, como lo demuestran los tres conciertos llevados a cabo durante su primer fin de semana.
Crrónica de los conciertos:
El Cuarteto Ying abordó el Cuarteto Op. 12, de Mendelssohn, con una acertada combinación de nostálgica melancolía en sus páginas iniciales, y ligereza lúdica en su Allegretto, habitado por gestos análogos a los del scherzo del Sueño de una noche de verano.
Bien perfilado, también, el complejo movimiento final, como bien articulados fueron sus inesperados falsos finales. En el Cuarteto No. 3, de Lowell Lieberman, dedicado a las víctimas de la guerra, el Cuarteto Ying exploró con sobriedad sus perfiles expresivos similares, que no imitativos a la música de Shostakovich en sus Cuartetos Nos. 8 y 15. Música austera y dolorosa, sin exabruptos narrativos ni adornos melodramáticos, interpretada con intensidad contenida por el Cuarteto Ying.
Para finalizar el Cuarteto Op. 11, de Chaikovski, que recibió una ejecución alternativamente delicada y fogosa, equilibrada y sin manierismos, sobre todo en el conocido y famoso Andante cantabile. Buenos logros del Cuarteto Ying, también, en los otros tres movimientos, destacando lo compacto de ciertas texturas que en distintos momentos remiten a un atractivo arcaísmo.
A la noche siguiente, el Cuarteto Vocal Arveiros interpretó
A pesar de la acústica poco generosa del teatro Ángela Peralta, los cuatro cantantes mexicanos hicieron una versión redonda de esta obra sacra de Rossini, particularmente en la unidad de estilo y en una línea de conducta homogénea en esa difícil labor de conciliar los ampulosos gestos dramáticos del compositor de Pesaro con su intención devocional.
Porque, sin duda, esta Pequeña misa solemne es (digan lo que digan los demás) una pieza litúrgica con ropaje operístico. Logros singulares del Cuarteto Arveiros a lo largo de la misa:
Qui tollis, Quoniam, Cum Sancto Spirito, Et resurrexit, Sanctus, O Salutaris, y el Agnus Dei final, llevado por los cantantes a una conclusión lógica y orgánica en el contexto del total de la obra.
Y al día siguiente, un recital de la joven pianista Carmen Eloísa Sánchez, quien en 2007 fue elegida mejor estudiante del programa académico del festival.
En sus ejecuciones de obras para piano solo de Soler, Mozart y Chopin, la pianista demostró que tiene la técnica, el talento y el estudio necesarios para una sólida base musical, pero que también tiene por delante un arduo trabajo sobre cuestiones de estilo principalmente en Mozart y sobre la adquisición de una mayor ductilidad y flexibilidad en su fraseo.
De ahí que su Chopin haya resultado más satisfactorio que su Mozart, y que se le haya sentido más segura en su colaboración con integrantes del Cuarteto
Juan Arturo Brennan