“El Manchón de gentilidad”
José Félix Zavala
Leer con detenimiento la obra y el rescate de Agustín Escobar Ledesma sobre los indios de Querétaro, trae consigo al mismo tiempo que un estremecimiento de la conciencia de cualquier habitante del estado, un compromiso de revisar la memoria, del indio conocido como histórico, paso imprescindible para la reivindicación de nuestra ignorancia y el voto a favor de la autonomía de los pueblos, habitantes inmemoriales de Querétaro.
Se nota claramente en las descripciones de los indios vivos de Escobar Ledesma, que la antigua cosmovisión indígena se sigue reproduciendo hasta nuestros días, por estos pueblos tan bien descritos, del territorio queretano, a más de 500 años de desaparecidos sus reinos y sus gobernantes.
No pueden desaparecer de mi memoria los textos “La venas Abiertas de San Joaquín”, “Misión de Chichimecas”, Los Otomíes del semidesierto”, “Los Pames” “El tejemaneje” entre otros trabajos de este investigador, mientras la población que habita el estado de Querétaro, ignora, en una gran mayoría, el contenido social, cultural, histórico y político de las zonas arqueológicas del estado, que hablan de ellos, los indios vivos y sus valores.
Al poder solo le interesa el indio histórico, promover la historia positivista, porque es muy neutra, plana, no toma partido, no critica el presente, no se involucra en los debates.
La historia prehispánica de Querétaro y la vida de los indios vivos, debieran ser un conocimiento que permita alimentar la esperanza de nuestros pueblos indígenas y de todos los habitantes de Querétaro, recién llegados o de siempre.
La historiografía crítica, como lo es la descrita por Escobar Ledesma, es una palanca para que tomemos en nuestras manos nuestro futuro y tratemos de construir algo distinto que no tenga como resultado los reportajes conmovedores y trágicos que nos muestra el autor de esos relatos.
Los pueblos indios de Querétaro utilizan como correas de transmisión de la memoria colectiva el rito, el calendario solar, la religiosidad popular y la tradición, a la que llamamos “la costumbre”.
Estos son los mecanismos que nos muestra atrás de cada descripción de pobreza y humillación en que vive una de las civilizaciones que ha aportado más al conocimiento universal, como es la mesoamericana, la nuestra.
Nadie reconoce o recuerda que
Es necesario saber que el indio vivo y el indio histórico son parte de una misma cultura y continuación una de otra, para beneficio y vergüenza del mundo entero, de México y de Querétaro, aunque prefiramos a los indios, por ignorancia nuestra, muertos.
Escobar Ledesma nos recuerda, entre líneas, que la memoria indígena relató el origen del cosmos, los seres humanos, el maíz y el comienzo de la vida civilizada por medio de la fórmula del mito, cuando han transcurrido tres mil años desde este comienzo y se sigue repitiendo este proceso, en pueblos indios de nuestro estado.
Las denuncias que nos narra Escobar Ledesma, han recogido la presencia de estos indios vivos y se ha explayado en historiar la vida de nuestros pueblos marginados y “sin historia”. Ya es tiempo que el nombre y los relatos y crónicas de los historiadores dejen las aulas y los libros y pasen como estas de Escobar, a las páginas de los periódicos o de las revistas.
Es tiempo de recuperar el pasado prehispánico y las tradiciones populares indígenas, para incorporarlas a la nueva nación, en donde a los indios vivos, se les respete, permitiéndoles la autonomía que le es indispensable a todo pueblo y cultura, para su desarrollo.
Los historiadores buscan rescatar un pasado contado como se nos acostumbró desde la conquista española, que fue un continuo, proceso de incomprensión y desvirtuamiento del pasado indígena.
Escobar Ledesma nos pone en bandeja de plata la memoria de esta civilización, a la que se le combate en los cubículos de los historiadores y nos da la oportunidad a la sociedad de adentrarnos a la historia local por otros medios que no sean los occidentales.
Los ritos repetidos cada año o a lo largo de este, en todas las comunidades campesinas y urbanas de Querétaro, son mantener la memoria ancestral. La música, la danza, el canto, recuerdan al indio histórico y reavivan los valores y las creencias, enaltecen el culto a los antepasados, el amor a la milpa, a la familia, la defensa de la tierra, al trabajo comunitario y la pertenencia a la etnia.
En nuestro territorio queretano se ha ignorado la historia prehispánica, como si la vida hubiera comenzado aquí, el 25 de julio de 1531, de poco han valido los estudios de Margarita Velasco, de Ana María Crespo, de Daniel Valencia, las fiestas de