Los Códices Mayas y Knorosov el ucraniano

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Yuri Valentinovich Knorosov  

El desciframiento de la escritura Maya 

Huelga decir que otro de los investigadores que han influido considerablemente en tiempos recientes en el estudio de los códices, fue Yuri Valentinovich Knorosov, nacido en Karkov, Ucrania en 1922. 

Estudió en la Universidad de Moscú, dedicándose a la egiptología y a trabajos sobre sistemas chinos de escritura, lengua árabe y literatura japonesa. 

Lo que se presentaba como una dispersión de intereses, se acrecentó cuando Knorosov se inició en 1947 en el estudio de la escritura maya, teniendo como libro de cabecera, la edición de los códices mayas publicado por los hermanos Villacorta en Guatemala en 1930. 

Su piedra roseta la tuvo en lo que fray Diego de Landa había presentado en su “Relación de las cosas de Yucatán” como un “alfabeto maya”. 

Knorosov concluyó que se trataba en realidad de un “silabario” que enunciaba solo algunas de las combinaciones de consonantes con vocales. 

Identificó luego otros glifos del género de los “logogramas”, es decir de palabras completas, así como de diversas estructuraciones de glifos ya identificados como caracteres fonéticos representativos de sílabas. 

Esas estructuraciones nombradas ”cartuchos”, como en el caso de  la escritura egipcia, reproducían con frecuencia la formación misma de los vocablos en maya yucateco o en ch·ol, en los que diversos elementos morfémicos – una o varias raíces y diversos afijos – entran en composición. 

Los trabajos de Konorosov  fueron apareciendo a partir de 1952. Entre ellos sobresale el que se tradujo al castellano como “La escritura de los pueblos de América Central”, en 1954: Así mismo en el “New data on the maya written language”, en 1958; o en “The problema of the study of the maya Hierogliphic Writings”, incluido este en “American Antiquity”, en 1958. 

Publicó otro en ruso, en tres volúmenes impresos en Novosibinsk en 1962, en el que ofreció su “lectura” de los códices de Dresde y Madrid. 

Citaré uno más de gran interés como un desciframiento de los textos incluidos en los ya citados códices, así como en el preservado de París. 

Esta obra, aparecida en ruso en 1975, fue traducida por Sophie D. Coe, Maya Hierogliphic Codices y publicado en 1982.

Otros investigadores en su mayoría estadounidenses, fueron enriqueciendo el enfoque y metodología propuestos por Knorosov y ampliado el corpus de lectura de diversas inscripciones. 

Bastará con mencionar los nombres de David Kelliy, Enrique Berlín, Tatiana Proskuriakoff, Linda Schele, Floyd Lounsbury, Davis Stuart y varios más. 

Gracias a sus aportaciones, inspiradas originalmente en lo descubierto por Knorosov, sabemos hoy también que los glifos mayas se estructuran con una sintaxis determinada. 

Hay en ella marcadores morfémicos que indican las distintas funciones de un vocablo –representado glificamente- desempeña en el flujo del lenguaje. 

No significa esto que la escritura de los mayas haya sido descifrada en su plenitud.  

El hecho comprobado de que los escribas mayas se valieron con frecuencia de diversos glifos para representar una misma sílaba, así como de formas diferentes de estructuración de cartuchos con elementos que podrían alternarse – logogramas y/o  grifos silábicos –continua planteando problemas. 

De cualquier manera puede afirmarse que a partir de los trabajos pioneros de Knorosov, el desciframiento de la escritura maya marcha por un camino seguro. 

Así, si gracias a Alfonso caso se dieron pasos decisivos en la interpretación de los códices mixtecos y por obra de karl Anton Novotny se abrieron nuevos horizontes para el estudio de los manuscritos del gripo Borgia, es también cierto que debemos a Knorosov haber iniciado sobre base firme la lectura de los códices e inscripciones mayas. 

Los que hoy nos ocupamos del rico tesoro de los amaxtli, códices indígenas de México, tomamos en cuenta las aportaciones de esos maestros. 

Más que nuca se avanza ahora en este género de investigaciones. 

Como muestra de recientes trabajos citaré algunas ediciones de códices acompañadas de amplios estudios, todas publicadas en México: 

Códice de Huamantla. Carmen Aguilera, 1984. 

Tonalamatl de los pochtecas (Códices Fejerváry-Mayer) por Miguel león Portilla, 1985. 

Códice de Tepactitac por Carmen Aguilera en 1989 

Códice Azoyú l, por Constanza Vega, en 1991

Matrícula de Tributos por Víctor M. Castillo y María tersa Sepúlveda en 1991 

Códice García Granados, por Xavier Noguez, en 1993  

En junio de 1994 se celebró en Taxco, Gro. Un simposio cuyo tema fue el estudio de estos antiguos libros. 

Participaron en él  investigadores mexicanos y de otros países, entre ellos de E E U U, Alemania, Francia, Italia, Inglaterra, España, Holanda, Japón. 

En este mismo año el E F E ha iniciado la publicación facsimilar de varios códices que antes había sacado a la luz una editorial austriaca. 

Tales reproducciones, con comentarios de Ferdinad Anders, Maarten Jansen y Luis Reyes García, vuelven asequibles una vez más estos manuscritos. 

Pero como en otros campos del saber, no obstante lo alcanzado, mucho nos queda aún por conocer sobre los códices mesoamericanos y muchas sorpresas aguardan a cuantos se acerquen a esos preciados libros.  

Miguel león Portilla