El Rebozo: Manta de mil colores
Los indígenas lo llamaban ciua nequeatlapacholoni, que quiere decir “como toca de mujer o cosa semejante” según el Vocabulario de Molina, de 1555.
Entre los otomíes, chal o rebozo se dice mini-mahue.
Los de Huayapan lo llaman cenzotl, palabra náhualt derivada quizá de centzontilmantli o “manta de mil colores”.
Las indígenas acostumbraban a hilar con uso o malacate las fibras que empleaban para tejer.
Del mismo modo trabajaban la seda y la lana, sin abandonar el ixtle, ni el algodón blanco, ni el de color coyuebe, de origen prehispánico.
El uso del rebozo se hizo pronto muy popular poco antes de terminar el siglo XVl.
Rebozo: “cubrirse el rostro por la parte inferior, hasta la nariz o los ojos, con la capa u otra prenda de vestir”.
En 1572, en su obra historia de las indias, el fraile dominico Diego Durán, ya hace mención del rebozo.
El rebozo: prenda por excelencia, que nació de la necesidad que tenían las mujeres de cubrirse para entrar a los templos.
Inspirándose en las tocas que los frailes impusieron a las mujeres indígenas con tal motivo, así como en los mantos que las españolas, los tejedores aprovecharon el telar prehispánico para tejer rebozos de algodón y más tarde de seda y de lana.
No se sabe exactamente cuando comenzó a tejerse el rebozo en Santa María del Río, Este pueblo potosino, que se haría celebre por la elaboración de rebozos de seda tan finos que pasaban por un anillo, fue fundado por guachichiles y otomíes.
Estos últimos fueron reconocidos como esplendidos tejedores.
“Los hombres traían mantas y sus maxtles y andaban calzados… las mantas que traían eran buenas y galanas; ni mas ni menos, las mujeres traen muy buena ropa. Y de las mujeres había muchas que sabían hacer muy buenas labores en las mantas y tejían muy curiosamente”.
Fray Bernardino de Sahagún
Las mujeres de ciertas culturas aborígenes del Norte de México deben de haber tenido gran habilidad como tejedoras, Torquemada refiere, al hablar de los territorios colonizados a comienzos del siglo XVII cercanos a las posesiones de Juan de Oñate, al parecer en la región de de San Bernabé: las Indias se ocupaban en guisar y en ayudar a coger las sementeras; en criar sus hijos y criar sus gallinas de la tierra, de cuya pluma hacen muy buenas mantas y muy galanas,”
Aunque menos diestras que las mujeres otomíes, las indias de cultura seminómada demostraron poseer una habilidad manual, que más tarde desarrollaron en la confederación de prendas más finas.