Entrevista Díaz-Creelman en marzo de 1908
¿Pero qué fue lo que dijo Díaz? A más de 50 años de distancia nos parece desproporcionada la agitación que sus palabras provocaron, lo que dijo textualmente, fue: «No importa lo que al respecto digan mis amigos y partidarios, me retiraré cuando termine el presente periodo y no volveré a gobernar otra vez. Para entonces tendré ya 80 años.» ¡Cuántas veces antes había dicho Díaz las mismas palabras! ¡Cuántas veces antes, se había retirado! Pero, en realidad lo que tenía mayor importancia en 1908, era que Díaz tendría 80 años.
El régimen estaba carcomido, se caía, no de ineficacia, no de ineptitud, sino de falta de transformación, Díaz había cambiado el país; Díaz había hecho la paz; la paz de los sepulcros o la paz porfiriana; pero la paz, y en los 30 años de pacífico gobierno, habían surgido nuevos hombres, nuevas tendencias, nuevas ambiciones; un México nuevo en suma, distinto por completo al México de la Chinaca. La mayoría de los autores que escriben acerca de la última parte del porfirismo o de los inicios de la Revolución dan una extraordinaria importancia a la efervescencia política que provocó la entrevista Díaz-Creelman. Y en efecto, así fue. Tan luego como el Pearson’s Magazine publicó en su número correspondiente a marzo de 1908 el texto de la entrevista, ésta fue inmediatamente traducida y publicada por El Imparcial; los periódicos provincianos la reprodujeron en su totalidad y la prensa de otros países publicó los pasajes más importantes y los comentarios respectivos.
Díaz era una personalidad que había brincado las fronteras. El Partido Antirreeleccionista sufrió un colapso; si Díaz no se presentaba como candidato, el partido había perdido su razón de ser; «los Reyistas» consideraron que la retirada de Díaz era su mejor oportunidad y los «Científicos» pensaron que al fin su candidato, Limantour, sería presidente de la República. Clubes políticos surgieron en todo el país. Hubo reuniones de carácter político en toda la provincia.
Se hablaba de la renovación de los gobernadores; de quiénes tenían posibilidades de ser senadores en el futuro y de cuáles serían los diputados que colaborarían con el próximo presidente. Los acreedores de México preguntaron desde sus oficinas en Nueva York, París o Londres, qué perspectivas políticas había para el futuro; y los abogados de las compañías extranjeras, remitieron a sus poderdantes largos pliegos con lucubraciones, generalmente líricas, acerca del futuro político de México. Se comprendió entonces en toda su fuerza, la exactitud de la afirmación de Bulnes, cuando el 21 de junio de 1903, esto es, cinco años antes, había dicho: «La paz está en las calles, en los casinos, en los teatros, en los templos, en los caminos públicos, en los cuarteles, en las escuelas, en la diplomacia; pero no existe ya en las conciencias.
» La inquietud política adormecida por 30 años de porfirismo, surgió nuevamente, con toda la explosiva potencia que había tenido antes de 1877.