Amado Nervo, Poeta mexicano; 1870-1919

 

 amado-nervo.jpgoliva87c.jpg

Tú que piensas que no creo
       cuando argüimos los dos
       no imaginas mi deseo,
       mi sed, mi hambre de Dios;

De todas suertes, me escuda
      mi sed de investigación.
      Mi ansia de Dios, honda y muda;
      y hay más amor en mi duda
      que en tu tibia afirmación.

AMADO NERVO

 1870-1919

Nacido en Tepic, Nervo inició tempranamente estudios hacia la carrera sacerdotal, que pronto abandonó.  

Ya establecido en la capital, en 1894, colabora en un el grupo de la revista Azul, de Gutiérrez Nájera, como lo hará diez años después en la Revista Moderna- dos de los más importantes voceros, desde México, del triunfante modernismo hispanoamericano.  

En 1900 va a Francia, como corresponsal del diario El Imparcial, para reseñar la Exposición Universal de París; es en esta ciudad conoce a Rubén Darío, con quien establecerá una sólida y permanente amistad, y a Ana Cecilia Luisa Dailliez, la compañera de su vida y cuya muerte, en 1912, ha de motivar su libro póstumo La amada inmóvil.  

De vuelta a México, se dedica a tareas profesionales pero sin abandonar sus copiosas colaboraciones en periódicos y revistas.  

En 1905, y ya como miembro del servicio diplomático de su país, se traslada a España. Su estancia en Madrid, que se prolongó hasta 1918- fue el modernista americano que más larga y continuadamente residió en la Península-, corresponde a los años de plenitud de su obra de creación (y de este periodo de su vida ha sido cuidadosamente documentado por Donald F. Fogelquist en su libro Españoles de América y americanos de España).  

Allí murió Ana Cecilia; y allí prosiguió su incesante labro poética- en Madrid vio la luz la mayor parte de los libros capitales de su última época- y su aún más numeroso trabajo periodístico, que enviaba regularmente a varias publicaciones de la América Hispana. Otra vez de regreso a México, es nombrado, en 1918, Ministro Plenipotenciario de la Argentina, Uruguay y Paraguay.  

Al año siguiente murió en Montevideo, y el traslado de sus restos a su país natal alcanzó honores continentales. Nervo estaba entonces en el cenit de su fama y prestigio.Muy cerca de mi ocaso, yo te bendigo, vida,
          porque nunca me diste ni esperanza fallida,
          ni trabajos injustos, ni pena inmerecida;
          porque veo al final de mi rudo camino
 
         Que yo fui el arquitecto de mi propio destino
         que si extraje la miel o la hiel de las cosas,
         fue porque en ellas puse hiel o mieles sabrosas:
         cuando planté rosales, coseché siempre rosas.

         …Cierto, a mis lozanías va a seguir el invierno:
         ¡mas tú no me dijiste que mayo fuese eterno!
         Hallé sin duda largas noches de mis penas;
         mas no me prometiste tú sólo noches buenas;
         y en cambio tuve algunas santamente serenas…

        Amé, fui amado, el sol acarició mi faz.
       ¡Vida, nada me debes! ¡Vida, estamos en paz!