El secuestro es producto de una sociedad sin valores, alejada del conocimiento de Dios, de una sociedad materializada y egocéntrica donde su principal tesoro no radica en buscar el bien común sino exclusivamente el propio.“¿Qué has hecho? Se oye la sangre de tu hermano clamar a mí desde el suelo. Pues bien maldito seas, lejos de este suelo que abrió su boca para recibir de tu mano la sangre de tu hermano” (Gn 4, 10-11)
El secuestro, cierre violento de ilusiones
Crecer económicamente es la búsqueda constante del ser humano a fin de mejorar su calidad de vida que le brinde momentos sin preocupaciones. Esa superación económica se realiza cuando se desarrollan proyectos empresariales y de negocios que desembocan en el éxito personal y familiar de quien emprende y de quien se emplea.
Por desgracia existen seres humanos plagados de crueldad y ambición, que les impulsa a estremecer a quien ha logrado el éxito empresarial mediante el cierre violento de sus ilusiones robándoles su esperanza, patrimonio y lo más importante, la vida.
Privar a una persona del goce de su libertad y exigir una recompensa es un acto inhumano empatado al terrorismo, que daña material y psicológicamente a la familia involucrada.
En nuestra participación social podemos estar a favor o en contra de algunas ideas y no sucede otra cosa que el ejercicio de la democracia; pero estar en contra de la vida es un acto que no merece aceptación social.
Aquellos que privan de la vida reflexionen sobre lo que recuerda San Mateo: <<Habéis oído que se dijo a los antepasados: “No matarás”; y aquel que mate será reo ante el tribunal. Pues yo os digo: Todo aquel que se encolerice contra su hermano, será reo ante el tribunal>>. (Mt 5, 21-22)
El secuestro ya no es un acto que se mantenía en el ‘closet’, donde sólo quienes lo padecían y quienes ofrecían su asesoría como negociadores del rescate estaban enterados del suceso.
La obesidad, VIH, inundaciones, narcotráfico, alza en los precios de alimentos, aborto, reforma de Pemex, riesgo para ejercer el periodismo entre otros problemas que afectan al país, han requerido y obtenido espacios en los medios de comunicación para denunciar, prevenir o proporcionar soluciones inmediatas que disminuyan esos males.
El caso del secuestro poco foco de atención ha obtenido, ya que por ser un mal en el que no sólo lo conforman gente calificada como delincuentes, también se menciona lo integran los cuerpos policíacos quienes como un muro de contención impiden la entrada a su posible erradicación.
Por fortuna a tan escasa respuesta por parte de las autoridades, la población mexicana comienza a reaccionar.
Decir no al secuestro es estar a favor de la vida.
El secuestro es producto de una sociedad sin valores, alejada del conocimiento de Dios, de una sociedad materializada y egocéntrica donde su principal tesoro no radica en buscar el bien común sino exclusivamente el propio.
Existe una relación palpable entre los que luchan contra el aborto y el secuestro: los dos luchan incansablemente por preservar la vida. En el aborto quienes conforman los movimientos pro-vida promueven que es una gracia dar a luz a un ser humano, quien podrá disfrutar de las cosas extraordinarias que el mundo nos comparte. Por otro lado, el secuestro denota la lucha por la conservación de la vida del secuestrado con el fin de regresarlo al núcleo familiar, ese ser querido que tanta felicidad y sacrificios ha costado mantener y con quien han compartido momentos extraordinarios de convivencia.
Se requiere de nuevas iniciativas.
Reformas en materia de seguridad y justicia penal es una exigencia inmediata de la sociedad para castigar a los involucrados en secuestros. Las penas a efectuar con el fin de hacerlos pagar el daño realizado varían desde propuestas de castigar con cárcel, el solicitado uso de arma de fuego para cada integrante de la sociedad a fin de contar con una defensa pronta, la creación de una división antisecuestros, hasta la pena de muerte o cadena perpetua.
Aunque útil sería reflexionar sobre si la creación de una división antisecuestros es la solución al problema, ya que los resultados y la situación actual indican una reducida eficacia por parte de los elementos de seguridad, además de ser un problema que requiere de un cuerpo policiaco renovado.
Para algunos el efecto principal se ha originado en el alto índice de pobreza que azota al país, a lo que se cuestiona: ¿si acaso los secuestradores quienes conforman esos bloques de fuerza logística y de poder, viven en pobreza? Cuándo se aprehende a uno de esos grupos ¿se piensa que el secuestrador daba inicio a su “carrera”? Un no es claro a esas preguntas anteriores.
Contrarrestando a si da inicio por la elevada pobreza, la solución se encuentra en enseñar a la sociedad a obtener los bienes materiales con honestidad y no con engaños, abusos o robo.
Es urgente una solución que ofrezca no teorías sino en la práctica reducir la impunidad de la gente que comanda tanto a la policía como a los actores políticos, quienes no en su mayoría, buscan el beneficio personal o de grupos y descuidan o dejan de lado el principal de sus deberes, fortalecer a México y defender su cuerpo, los ciudadanos.
La próxima marcha ciudadana en contra de la inseguridad es un grito desesperado de la sociedad, donde se han conformado todos los reclamos en una voz única.
Es probable que en las próximas elecciones de 2009, se actúe, se discuta y se proponga soluciones precisas para robustecer el combate al narcotráfico y a la inseguridad por secuestro o robo a mano armada. Se espera que los actores de la no mal mencionada farándula política haga un adecuado o racional uso de su actuación, para que en concordancia a las necesidades de la ciudadanía aporte no discursos galantes sino discursos que propongan para solucionar y no para fantasear.
Urge un alto a ese aparato de engaños, para que la sociedad no llegue al extremo de fungir como guardián de las causas materiales y humanas. No sea que a fuerza de tanto exigir un cambio el cambio termine siendo que la sociedad vengue esos actos de corrupción y muerte; y no con una actitud pasiva o propositiva, lo realice ocupando el lugar de los cuerpos policiacos a fin de ser ellos los resguardados o en el peor de los casos, se termine linchando a quien sea detenido y declarado culpable.
En conclusión, el ser humano tiene capacidad para perdonar y amar, como también cuenta con sentimientos de frustración, desesperación y molestia que puede desembocar en odio y en deseos de hacer justicia por cuenta propia cuando son dañados sus más preciados tesoros, sus familiares.
La sociedad vive en la orfandad, donde los encargados de la seguridad sólo han dado la espalda al problema ya que ellos mismos ahora no pueden detener las oleadas que amenazan con inundar sus patrimonios y sus vidas.
La pérdida de un familiar no es como perder un patrimonio, sino haber perdido parte de la vida. ¡Cuidado, la indiferencia ciudadana está dejando a un lado esa actitud y está optando por tomar la seguridad del país en sus manos!
Carlos Cesar Montiel González (México) |