Provoca Danza de la Muerte, curiosidad, asombro y respeto, en la Plaza e Iglesia de San Roque
En Verges, un pequeño pueblo de Cataluña, se celebra cada cada jueves santo la famosa Danza de la Muerte, considerada una verdadera reliquia, ya que es la única que por tradición ha sobrevivido al paso del tiempo, y desde la época medieval ha llegado a nuestros días de manera viva y sin interrupción.
Por Danza de la Muerte se entiende a una sucesión de imágenes y textos presididas por la Muerte como personaje central -generalmente representada por un esqueleto o un cadáver y que, en actitud de danzar, dialoga y arrastra, uno por uno, a una serie de personajes habitualmente representativos de las diferentes clases sociales.
Como parte de la delegación de Cataluña, invitada de honor al Festival Internacional Cervantino, se representó esta danza en la Plaza San Roque la noche del martes 14. Diez bailarines, cinco niños y cinco adultos vestidos como esqueletos, danzaron alrededor de la plaza, recorrieron un callejón donde caracoles convertidos en veladoras iluminaron su camino, para finalizar con una reverencia ante el altar de la iglesia de San Roque. Los cientos de espectadores que se dieron cita en la plaza, sus alrededores y el templo, repitieron inequívocamente el mismo comportamiento, al paso de la procesión: murmullos ante su proximidad, silencio casi absoluto en señal de curiosidad y asombro, y un dejo de incertidumbre y sentir respetuoso ante un acto profundamente vinculado a lo religioso.
Cinco bailarines, tres niños y dos adultos, encabezan la procesión: al frente el portador de la guadaña, advierte que segará la vida de todos, ricos y pobres por igual. El esqueleto portador del estandarte -cuya leyenda nos recuerda que nadie será olvidado y que el tiempo es breve-ocupa el lugar del centro. A sus lados, formando los brazos laterales de la cruz, dos niños portan platos con cenizas y, finalmente, el esqueleto portador de un reloj sin manecillas, marca indistintamente una hora en cada salto, representando que podemos morir en cualquier momento.
En el segundo grupo de la procesión, el esqueleto portador del timbal va al frente. Vistiendo túnica negra, máscara de calavera y capa de color morado -al igual que los cuatro que le preceden portando las antorchas-, representa al jefe del grupo. Aunque no danza, interpreta el papel más importante al marcar el ritmo de la vida.
Las danzas de la muerte constituyen un género característico del fin de la Edad Media y el principio del Renacimiento, y sobrevivieron al cambio de cosmovisión que tuvo lugar entre los siglos XIV y XV, pero a la vez son un producto del mismo.
También se relacionan con muchos territorios literarios y participan de variados tipos de arte como la pintura, la escultura, el teatro, la danza y la música. Además, se las vincula con ciertas actividades parateatrales como la mímica, la procesión, etc. En estas danzas podemos distinguir temas pertenecientes al folclor europeo y gran cantidad de otros fenómenos históricos y culturales. El estudio de su génesis, desarrollo y transmisión plantea problemas debido a la falta de documentación al respecto y a la variedad de posiciones encontradas que nos ofrecen los investigadores.
La Danza de la Muerte castellana es de principios del siglo XV. Se conserva en un manuscrito de la Biblioteca de El Escorial y consta de más de 600 versos y en ella, la Muerte va llamando a bailar a diversos personajes, como el Papa, el obispo, el emperador, el sacristán, el labrador, etc., al tiempo que les recuerda que los goces mundanos tienen su fin y que todos han de morir. Todos caen en sus brazos.
Este macabro espectáculo se desarrolló en toda la literatura europea, procedente de Francia. El tema de la muerte dominó la Baja Edad Media, y frente a ella no había resignación cristiana, sino terror ante la pérdida de los placeres terrenales. Presenta, por un lado, una intención religiosa: recordar que los goces del mundo son perecederos y que hay que estar preparado para morir cristianamente; por otro lado, una intención satírica al hacer que todos caigan muertos, con independencia de su edad o su posición social, dado el poder igualatorio de la muerte.
Con el desarrollo de su arte, la danza de la muerte se volvió un tema naturalmente popular para los grabadores. Muchas impresiones similares fueron producidas por varios artistas alemanes, pero la versión más famosa es la que el joven Holbein editó en 1538, por medio de los hermanos Trechsel de Lyons. La serie comprende 42 grabados. El tema se expresó con poder magistralmente dramático, claridad maravillosa, y la marcada reticencia de las líneas. Técnicamente perfectos, hay en existencia cinco juegos de prueba impresos, y el libro pequeño pasó por nueve ediciones en Lyons y también fue impreso en Venecia, Hamburgo, y Basilea. Ha habido muchas reimpresiones y reproducciones de él, y un facsímil de la primera edición se publicó en Múnich, en 1884.