VOLVER A TRENTO

Ahora que vuelve a proponerse que la misa se recite en latín y ya no se busca el proselitismo entre los infieles, sino el discipulado entre los miembros que permanezcan dentro de la Iglesia, bien vale la pena recordar este concilio Tridentino, que combatió la reforma protestante y se celebró durante la invasión de Occidente en América. 

José  Félix Zavala 

Volver a Trento 

El  gran Concilio de Trento, que se celebró en distintas fases y lugares entre 1545 y 1563.  

 Convocado por Pablo III el 22 de mayo de 1545 con la bula Initio nostri huius pontificati, el Concilio comenzaba en Trento el 13 de diciembre de 1545 con la participación de personal casi exclusivamente eclesiástico: 4 cardenales, 4 arzobispos, 21 obispos, los generales de las órdenes agustinas, carmelitas, de los Siervos de María, así como de las dos órdenes franciscanas, 42 teólogos y 8 juristas. 

El Concilio, según las peticiones luteranas, se celebraba lejos de Roma, pero su composición delataba una formación italiana y «papal». De ahí los innumerables enfrentamientos entre católicos y luteranos, gobernados alternadamente por Carlos V y los pontífices romanos, con la intención de obtener mayor representación en el mismo que los Estados del Imperio y sobre todo mayor que el área alemana. 

Como es bien sabido, la sede del Concilio se trasladó en marzo de 1547 a Bolonia, por deseo de los legados pontificios (Cervini, Pole, Del Monte), y la Asamblea continuó con sus trabajos en la ciudad del Estado de la Iglesia (con una disidencia encabezada por el cardenal Pedro Pacheco que se había quedado en Trento), celebrando sólo dos sesiones, pero temiendo las reacciones imperiales (ya que Carlos V había estado totalmente en contra del traslado a Bolonia), y abordó únicamente cuestiones teológicas sin publicar sus decretos. 

En 1548, a través de sus oradores, el emperador protestó formalmente ante el papa por el traslado del Concilio y Pablo III, el 1 de febrero de 1548, reclamó la decisión sobre el concilio, mientras una parte de los obispos «imperiales» permanecía en Trento.  

Julio III, que sucedió a Pablo III el 7 de febrero de 1550, con la bula Cum ad tollenda del 14 de noviembre de 1550 disponía que la sede del Concilio volviera a ser Trento y fijaba la reapertura para el 1 de mayo de 1551 (pero los trabajos comenzaron efectivamente sólo en septiembre). 

Sin embargo, la Asamblea se tuvo que disolver de nuevo en abril de 1552 a causa de los desórdenes que se produjeron en la ciudad contra el emperador por obra de Mauricio de Sajonia (Trento ya no parecía un lugar libre y seguro para los padres por estar demasiado cerca de Alemania). Mientras tanto, Julio III entre 1552 y 1554 pensaba publicar y aplicar una parte de los decretos de la reforma, hasta el punto que ya se habían discutido cuestiones relevantes: modalidades de celebración del Concilio, símbolo niceno-constantinopolitano, formación del clero, predicación, justificación, gracia, doctrina de los sacramentos de la Eucaristía, de la Penitencia, de la Extrema Unción y del Matrimonio. La muerte del pontífice (23 de marzo de 1555) impidió la aplicación de este proyecto.  

El sucesor de Julio III, Marcello Cervini, que se llamó Marcelo II (9 de abril – 1 de mayo de 1555) vivió demasiado poco para poder ocuparse de la reanudación del Concilio; tampoco Pablo IV (23 de mayo de 1555 – 18 de agosto de 1559) tuvo la ocasión o la voluntad de reanudar el concilio y parece ser que pensaba resolver el problema de la reforma mediante una comisión que se debía reunir en Roma.  

 Sólo Pío IV (26 de diciembre de 1559 – 9 de diciembre de 1565) logró convocar de nuevo el concilio en Trento mediante la bula Ad Ecclesiae regimen del 29 de noviembre de 1560 para el que se conocerá como su tercer y último periodo 1561 – 1563. Estaban invitados al Concilio en calidad de legados los cardinales Ercole Gonzaga, Giacomo Puteo (que, sin embargo, a causa de su enfermedad no llegó a cumplir el encargo) y poco más tarde Gerolamo Seripando, Stanislao Hosio, Ludovico Simonetta y finalmente Marco Sittich von Hohenems. 

En la práctica las sesiones conciliares se reanudaron en diciembre de 1562 y se prolongaron, por motivos varios, hasta el 3 de diciembre de 1563, día en el que se promulgaron los decretos sobre el purgatorio, las indulgencias y el culto a los santos. La aplicación de las decisiones del Concilio comenzó con la confirmación de todos los decretos, sin excepción, realizada por Pío IV mediante la bula Benedictus Deus del 26 de enero de 1564.  

Es bien conocido el grado de influencia de los decretos conciliares tridentinos sobre la vida y la estructura de la Iglesia católica hasta el último Concilio Ecuménico Vaticano II.  

Fuentes: 

El diario original del secretario del Concilio, Angelo Massarelli (1510-1566), que registró los eventos que se produjeron cada día durante las sesiones, los numerosos registros de Actas Conciliares, las cartas originales de distintos príncipes para acreditar a sus representantes en el Concilio y muchas cosas más.  

Diario del Concilio de Trento de Angelo Massarelli (Trento, febrero de 1545 – septiembre de 1551)  

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