Escrito por Jaime Septién | |
Domingo 16 de Noviembre 2008 | |
PÓRTICO
Toda verdad es humilde. Y compromete. Por eso es el desprestigio de la política en la hora actual: en el poder es difícil comprometerse con los hombres y muy sencillo enredarse con los dineros. Las consecuencias están a la vista. Por Jaime Septién Toda verdad es humilde. Y compromete. Por eso es el desprestigio de la política en la hora actual: en el poder es difícil comprometerse con los hombres y muy sencillo enredarse con los dineros. Las consecuencias están a la vista. En Estados Unidos ganó quien mejor supo hacer dos cosas: recaudar dinero y manejar a los medios de comunicación. En México pronto va a ocurrir algo similar si no ponemos un alto a esa nueva manera de hacer política que consiste en engañar a todos los públicos diciéndoles aquello que quieren oír. San Siloán escribió: «Cuando el hombre aprende la humildad, el Señor escucha su oración». Antes de esto, el Señor permanece atento, esperando a la llegada de la conversión del corazón del que ora, del que pide, del que mira a lo alto. Toda verdad es humilde y toda humildad es puerta de entrada de la luz. Con el accidente (hasta ahora) en el que murió Juan Camilo Mouriño, el gobierno del presidente Calderón tiene ante sí una gran oportunidad de empezar a restituir el desgarrado tejido social de nuestro país, corroído y roto por las mentiras políticas, por los simulacros, los subterfugios, las añagazas, las trapisondas y las puñaladas por la espalda. Del lenguaje del desprecio (el lenguaje «políticamente correcto» en el que se anuncia el cambio para seguir iguales) al lenguaje del respeto a la dignidad del otro; de la lejanía a la cercanía; del autoritarismo a la verdad. Por cruda que sea y por «débil» que haga ver al régimen. Designar a Fernando Gómez-Mont Urueta al frente de Gobernación es un paso importante. No debe ser el único. Hay un pueblo agraviado que exige acciones decisivas. Para comer, pero también para tener seguridad de que hay gente valiente dirigiéndolo. Y valentía no quiere decir balazos, quiere decir arrojo para hablar con la verdad. Si algo hay que reformar en México es el lenguaje. Decir las cosas por su nombre. Ésa es la gran revolución que esperamos. San Pablo conminaba a Tito: «Habla de lo que es conforme a la sana doctrina (…) En la enseñanza sé íntegro y grave, con un hablar sensato e intachable…». Es lo mismo que les pedimos a nuestras autoridades. Y lo mismo que nos debemos imponer nosotros. La humildad de la verdad. La humildad en la que Jesucristo penetra para convertirse en camino y para convertir en camino los vericuetos del mundo |