Falleció Telésforo González Melo,
laudero de
Persiste el peligro de que esa creación artesanal desaparezca
Pablo Espinosa
¿Quién alegrará los bailes?, ¿con qué se tocarán los sones, chilenas y jarabes?, ¿cuál música amenizará las bodas?, ¿cómo enterrarán a los muertos?
Con esas preocupaciones se fue, a los 87 años, don Telésforo González Melo, maestro laudero. Con su muerte queda en peligro de extinción la laudería de Coicoyán, comunidad arrinconada en
Don Telésforo consagró su vida a la creación artesanal de bajos quintos, jaranas, guitarras, violines, mandolinas y banjos, lo que permitió mantener por varias décadas las expresiones más auténticas de la música oaxaqueña.
Compañera de batallas
Doña Patricia Guzmán, esposa del laudero y quien falleció el pasado Día de Muertos, puso también sus manos al servicio de “el don de la música”, como entendieron su misión terrena.
Las siguientes generaciones debieron buscar sustento en la ebanistería y en otros oficios, devorados por el capitalismo feroz que se lleva todo menos los puentes con lo divino, como la música.
En una continuación de esta batalla, el Programa Instrumenta cuenta entre sus tareas el rescate del oficio de laudería en el estado de Oaxaca.
Ese don le fue dado a Telésforo González en plena adolescencia y desde entonces vio cómo se ha ido extinguiendo la dinastía de músicos-lauderos.
Mientras entraron nuevos mercados y gustos, él mantuvo la ruta fija: “conservar la música alegre de los fandangos”.
Con su compañera, Patricia Guzmán, el laudero terminaba de construir, afinar y pulsar una serie de instrumentos que se ponían sobre la espalda y con los que bajaban a las fiestas de los pueblos para ofrecerlos.
Seguirán sonando.