San Juan Dehedó, una comunidad de profundo arraigo cristiano |
Escrito por Gilberto Hernández García | |
Domingo 30 de Noviembre 2008 | |
ROSTRO INDÍGENA DE LA FE
La solitaria campana, instalada en la torre de la antigua capilla, inunda con su repique el pintoresco paraje. Los pobladores de las comunidades vecinas acuden prestos al llamado para participar en la Misa dominical… Por Gilberto Hernández García La solitaria campana, instalada en la torre de la antigua capilla, inunda con su repique el pintoresco paraje. Los pobladores de las comunidades vecinas acuden prestos al llamado para participar en la Misa dominical. Otros, desde temprano, habrán llegado al singular atrio del recinto sagrado para hacer la limpieza. Poco a poco el templo se va llenando de fieles —vecinos y fuereños— que, además de participar en la Eucaristía, se dan oportunidad para visitar al Cristo de la Preciosa Sangre. Se trata de San Juan Dehedó —o Deguedó, como pronuncian los pobladores otomíes de la región—, una comunidad enclavada en el municipio de Amealco, a dos kilómetros de la cabecera municipal por la carretera a Morelia. Es ésta una de las poblaciones más antiguas del estado de Querétaro, cuya fundación sucedió hace cuatro siglos y medio gracias a una «merced de tierra para ganado menor» otorgada por don Luis de Velasco, virrey de la naciente Nueva España, y fechada el 5 de diciembre de 1558. Durante muchos años esta población tuvo una importancia mayúscula en el ámbito religioso católico de la región de Amealco y la zona circunvecina comprendida en los actuales estados de Guanajuato y Michoacán, hasta que fue erigida la parroquia de Amealco en 1755. Según algunas crónicas la comarca fue evangelizada por frailes franciscanos provenientes de Xilotepec, y fueron ellos quienes promovieron la construcción de una modesta capilla dedicada a san Juan Bautista, aunque los religiosos nunca se establecieron en la comunidad de manera definitiva. El agua en la piedra El topónimo de San Juan Dehedó hace referencia, por un lado, al Bautista, que los franciscanos dieron por patrono protector de la comunidad; mientras que la expresión otomí «Dehedó» puede traducirse como «agua en la piedra», en clara alusión a los abundantes manantiales que nacen en la región, de los cuales se habla que contabilizan doscientos. Un templo para el Dios verdadero Ancestralmente la capilla de San Juan Bautista ha sido el centro de la vida religiosa y social de la comunidad. El primer recinto, que según la tradición es la pequeña capilla al lado del templo «grande», fue construido en el siglo XVI, aunque no se cuenta con documentos que avalen tal afirmación. Hoy en día el conjunto religioso comprende el antiguo templo de una sola nave, con alta techumbre soportada por vigas y ventanales de reciente factura —los indígenas prefieren los oratorios en penumbra ya que les facilita «estar» con Dios—. En el espacio que corresponde al retablo principal encontramos, al centro, una imagen —copia de una antiquísima hecha de caña de maíz que se perdió— de Cristo en la cruz, conocido como la Preciosa Sangre; además de san Juan Bautista y la Santísima Virgen María, a ambos lados. La fachada del templo es austera: encima de la puerta se encuentran una ventana y tres pequeños nichos con sendas imágenes en cantera de manifiesta hechura indígena que representan a san Juan Bautista, al centro, y a san Pedro y san Pablo, a los lados. El templo se complementa con una torre con dos cuerpos de mediana altura. El atrio del templo es por demás singular: en él se encuentra, además de un nicho o «calvario» —con una cruz atrial, copia de una ya desparecida— característico de los otomíes, un antiquísimo «cementerio de indios», que hasta este año ha dado servicio a la comunidad. «El costumbre» Gracias «al costumbre», la comunidad de San Juan Dehedó ha mantenido vigentes sus fiestas tradicionales dedicadas a sus santos protectores. «El costumbre» se basa en el sistema de cargos —con mayordomos, padrinos, fiscales y cargueros— heredado de la edad media española; con su fuerte carga de organización comunitaria adquiere similitud con las formas organizacionales prehispánicas de los mesoamericanos. Este sistema «comuniza» el gasto y la participación en las fiestas patronales, relacionadas con los ciclos agrícolas. Las festividades más arraigadas en San Juan Dehedó están ligadas al ciclo agrícola y a los misterios salvíficos de Jesucristo, engarzados en un hermoso sincretismo: la Candelaria, el 2 de febrero, donde, además de presentar al Niño Dios, los agricultores llevan a bendecir las semillas que van a utilizar en la siembra del año; en la Semana Santa, concretamente el jueves por la tarde, el Cristo de la Preciosa Sangre de Dehedó encabeza la procesión de cristos que se hace a la parroquia de Amealco; la Santa Cruz es celebrada el 3 de mayo en la cima del cerro de La Cruz, cercano a Dehedó, y en la cual, además de venerar al santo instrumento de redención, los pobladores hacen la petición de un buen temporal y cosecha. Mención aparte merecen las festividades de san Juan Bautista y de la Preciosa Sangre de Nuestro Señor Jesucristo. La de san Juan Bautista fue hasta la cuarta década del siglo XX la fiesta más importante de Dehedó. En ella el mismo día se festejaba al santo patrón junto con el Cristo de la Preciosa Sangre. A partir de esos años la festividad de la Preciosa Sangre se viene celebrando el primero de julio, con toda la parafernalia otomí: danzas ancestrales, música de viento, procesiones, peregrinaciones, fuegos pirotécnicos y abundante comida. Aunque la fiesta litúrgica propia de la Preciosa Sangre de Cristo en Dehedó no tiene más de seis décadas, el culto y devoción a esta Sagrada Imagen cuenta con un antiguo arraigo. Gracias a esta estima y veneración, no sólo de los vecinos del lugar sino de romeros de otras regiones, el templo ha sido declarado Santuario diocesano. Con información de Pedro Cortez y Roberto Romero |