La historia de Querétaro…Su inicio

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Historia de la ciudad de Querétaro

 

 

 

La Ciudad de Querétaro  nombrada Patrimonio Cultural de la Humanidad en 1996 por su riqueza histórica y arquitectónica.  

En la época prehispánica confluyeron aquí varias culturas y a la llegada de los españoles, fue punto de avanzada en la conquista y evangelización del territorio chichimeca. Los españoles trazaron su ciudad sobre el antiguo poblado indígena, lo cual puede evidenciarse aún en la estructura urbana.  

Al oeste de San Francisco la traza reticular  española y hacia La Cruz, los barrios indígenas. 

La cuidad fue también un importante centro agrícola, ganadero e industrial al descubrirse las minas de plata y abastecer el norte minero. 

El auge económico se tradujo en un auge constructivo que inició a mediados del siglo XVII y concluyó en el siglo XVIII, erigiéndose edificios civiles y religiosos de notable belleza, muchos de ellos patrocinados por insignes benefactores Destacan, entre otros, las Casas Reales, el templo de Santa Rosa de Viterbo, el conjunto conventual de San Agustín y el  Acueducto, uno de los monumentos más representativos de la cuidad. 

Durante el siglo XIX y el XX, la cuidad  fue escenario de importantes eventos históricos nacionales: aquí se inició el movimiento independentista; se firmaron los tratados de paz con Estados Unidos; se restauró la República cuando Maximiliano fue fusilado en el Cerro de las Campanas, y se promulgó la Constitución de 1917. 

Los conflictos armados, la ignorancia, los cambios de moda y la modernidad ocasionaron el deterioro, destrucción y desaparición de numerosos monumentos, por lo que comenzaron a dictarse leyes para la protección, restauración y conservación del patrimonio. 

FUNDACIÓN DE LA CIUDAD 

Antes de la llegada de los españoles, Querétaro estuvo poblado por asentamientos otomíes y chichimecas instaladas sobre el cerro del Sangremal, que tributaban a la provincia Xilotepec, sujeta al imperio tenochca. En los Códices Mendocino y la Matrícula de Tributos, Querétaro aparece bajo el nombre de Tlachco y sus tributos eran petates de algodón que se sembraba en la región. Tlachco significaba en náhuatl, “cancha de juego de pelota”. Querétaro también significa “lugar entre peñas”, pero en lengua purépecha. Los otomíes llamaban al pueblo Nda Maxei y tiene el mismo significado. 

Por su posición geográfica, Tlachco era zona de frontera entre los territorios tenochcas y sus enemigos los tarascos y los chichimecas del norte. Los comerciantes tarascos eran los únicos que tenían permiso para entrar  a estas tierras y muchos de ellos venían a Tlachco a comprar algodón y otros a vender sus productos, como por ejemplo la sal. 

Todo lo que era el Imperio Tenochca pasó a pertenecer a la Nueva España. Nuño de Guzmán, enemigo de Cortés, quizo apropiarse de otras tierras y fundó la Nueva Galicia con territorios que iban desde Michoacán hasta Jalisco. Como Tlachco colindaba con la Nueva Galicia, fue por muchos años motivo de disputa entre esta última y la Nueva España. 

Fernando de Tapia, cuyo nombre en otomí era Conín, refundó sobre Tlachco el pueblo de indios de Querétaro, adoptando los reglamentos para hacer pueblos, conocidos como Pueblos de Indios, que proscribió el virrey, eligiendo el nombre en tarasco por su gran afecto a Acámbaro y a Michoacán, lugar de donde vinieron los frailes que evangelizaron este lugar. 

A principios del siglo XVIII los franciscanos elaboraron el mito de fundación de la ciudad, basándose en las tradiciones que contaban los indígenas.  

El Mito de fundación  cuenta sobre el cerro Sangremal, los otomíes aliados a los españoles y los chichimecas acordaron llevar a cabo una batalla, sin armas, peleando sólo con los puños. Los otomíes para entonces ya se habían hecho cristianos y bajo las órdenes  de los españoles estaban camino hacia el norte por la peligrosa región chichimeca.  

Al mando de los otomíes venía  el otomí Capitán General Nicolás de San Luis Montañés y traía consigo como a 12 capitanes indígenas, entre ellos se encontraba don Fernando de Tapia. La batalla celebrada en la cima del Sangremal fue muy cerrada, sin embargo, para ayudar a los cristianos otomíes a ganar, el apóstol Santiago Matamoros se apareció en su hermoso caballo blanco blandiendo su espada, al mismo tiempo que se vislumbró una cruz resplandeciente en el cielo. Fue tanto el terror que causó entre los chichimecas que de inmediato cayeron rendidos. 

Al perder la batalla, los chichimecas aceptaron asentarse en Querétaro, que fue trazado de acuerdo con la mítica tradición mesoamericana. 

La condición que pusieron los chichimecas para asentarse fue que les dieran una Cruz como la que habían visto en el cielo.  

Los otomíes construyeron la cruz con cuatro piedras de colores que se encontraron enterradas en un cántaro junto a la Cañada. La Cruz fue instalada sobre el cerro Sangremal. 

De acuerdo a la tradición mesoamericana, para trazar los ejes de los pueblos se elegían dos o tres cerros que estuvieron ubicados en los puntos cardinales, y mirando desde el centro hacia la punta de ellos se marcaba el eje. El cerro Cimatario marcaría el punto sur del eje norte-sur y la Cañada el punto este en el eje este-oeste, y haciendo escuadra estos dos, en el centro sagrado se instalaba la iglesia.  

Luego todos los habitantes del pueblo y los ancianos realizaban una procesión acompañados de música de trompetas y chirimías, recorriendo los cuatro puntos cardinales y solsticiales partiendo desde el Cerro del Sangremal y concluyendo nuevamente en él. Con este ritual se sacralizaban las tierras, dedicándolas a su dios protector. Inmediatamente después que los españoles conquistaron e instalaron el gobierno de la Nueva España, los indígenas dedicaban su pueblo y tierras ya no a su dios protector, sino a su santo patrono, que en Querétaro fue el apóstol Santiago. 

Fernando de Tapia ocupó el cargo de Gobernado por la ayuda brindada a los  frailes franciscanos en la conquista y pacificación de la región. Este puesto lo ocupó hasta su muerte, acaecida en 1571. Al faltar Fernando de Tapia, el gobierno quedó en mano de sus yernos porque su hijo Diego era muy pequeño. 

En 1576, una terrible epidemia azotó al pueblo de Querétaro ocasionando la muerte de casi todos los caciques indígenas. Siguiendo la política de congregaciones, el virrey repartió a españoles aquellos solares que estaban dentro de la traza y que habían quedado sin dueño a causa de las epidemias padecidas por la población indígena. Muchos indígenas de las regiones aledañas fueron concentrados en los alrededores del pueblo, formando barrios como San Sebastián, San Roque, El Espíritu  Santo o San Pedro de la Cañada. 

En 1578 Querétaro fue nombrado Alcaldía Mayor, con su cabecera en este mismo pueblo. El cabildo indígena siguió funcionando con su gobernador a la cabeza, pero la última palabra la tenía el alcalde mayor que era español, a Querétaro le pertenecieron entonces  las partidas de San Juan del Rio y Tolimán. 

En 1655 Querétaro dejó de ser un pueblo de indios y le dieron el nombramiento de Ciudad directamente otorgado por el Rey de España. 

Ahora se formó un cabildo español y además seguía funcionando el cabildo indígena. Quien dirigía el cabildo indígena era el gobernador y el cabildo español era precedido por el Alcalde mayor. Durante  toda la época virreinal, estos gobiernos funcionaron de manera simultánea. Al ser descubiertas las zonas mineras del norte del país, se trazó el Camino Real de Tierra Adentro. Para Querétaro, la construcción de este camino fue definitiva porque su localización geográfica, en el corazón de la Nueva España, la convirtió en punto de enlace entre la Ciudad de México y el norte minero, así como en punto de avanzada en la conquista y evangelización de la región chichimeca. Los minerales de Zacatecas, San Luis Potosí y Guanajuato, así como los pueblos presidios ubicados en el trayecto, se beneficiaron con productos queretanos de las prósperas haciendas agrícolas y ganaderas. El activo comercio que se desarrolló entre la capital del virreinato y el norte minero convirtió a Querétaro en una de las jurisdicciones más ricas y pobladas. La ciudad fue también un centro industrial importante especializado en la producción textil. La diversidad económica permitió a los dueños de haciendas, obrajes y comercios, todo ellos españoles, consolidar su poderío económico.