¿Qué quieren los indígenas?
Norma Aguilar
Están por todas partes del continente, reclamando y denunciando, exigiendo ser vistos después de más de 500 años de invisibilidad forzada. Y vaya que lo están logrando. Desde hace más de una década, sus voces emergen. En México, Ecuador, Bolivia, Colombia, Perú, el movimiento indígena se convierte cada vez más en actor político protagónico del Abya Yala.
Ahora mismo, este año, el ambiente está más que movido en la región andina: la reacción fascista de la oligarquía boliviana en alianza con el imperio al triunfo del presidente Evo Morales en el referendo revocatorio de agosto pasado; la presión de los pueblos ecuatorianos para incluir sus propuestas en la nueva Constitución;
Como instancia representativa de los pueblos de la región,
La sede de
El MCP ha realizado las cumbres macro regionales del Sur en Puno y del Centro en la comunidad campesina de Rancas, pionera en la resistencia a la incursión violenta de la minería en sus territorios. Y, finalmente, se reunió en asamblea nacional el 12 de octubre, fecha más que simbólica para el movimiento indígena, la misma que acordó iniciar movilizaciones nacionales el 20 de octubre.
Estas movilizaciones se iniciaron en el sur, en Cusco, donde lograron el compromiso del gobierno de someter a consulta de las comunidades todo proyecto minero que solicite concesión en sus territorios. Otra demanda específica atendida fue la suspensión de la ejecución de la hidroeléctrica Sallca Pucará, hasta que una comisión técnica internacional presente los estudios de impacto ambiental y social a las comunidades de la zona.
El movimiento indígena está logrando presencia y conquistas importantes. ¿Pero es esto todo lo que quieren? ¿Basta con ampliar el reconocimiento de sus derechos en las legislaciones nacionales e internacionales, sobre todo en el contexto de una crisis global del modelo económico que parece irreversible?
No, no basta. Los pueblos y sus organizaciones somos cada vez más conscientes de que el modelo económico impuesto desde la invasión europea al Abya Yala y profundizado en las dos últimas décadas con la globalización neoliberal, así como los Estados uninacionales que las repúblicas heredaron de
Los pueblos indígenas decidieron pasar de la resistencia a la construcción del poder. Porque saben que mientras subsistan los modelos de economía y de Estado actuales, la crisis, la exclusión y las desigualdades seguirán profundizándose, y junto con ellas se profundizará la criminalización de la protesta social (militarización, judicialización, detenidos, desparecidos, torturados, asesinados). Por eso es que, desde sus raíces, desde sus principios y prácticas ancestrales de reciprocidad, equidad y complementariedad, levantan la opción del Buen Vivir como garantía de supervivencia para la humanidad, junto con la construcción de Estados plurinacionales comunitarios.
El Buen Vivir y los Estados plurinacionales comunitarios reúnen todo lo que los pueblos indígenas tienen y ofrecen: economía redistributiva, sistemas políticos propios, con autoridades que “mandan obedeciendo”, identidad con educación, salud y justicia interculturales, lenguas propias, espiritualidad, vestimenta, armonía entre los hombres y con la madre naturaleza.
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