La Parroquia

LA PARROQUIA  

Saúl Ragoitia Vega 

Plantearse el hecho de que la Parroquia sea un organismo que ayuda a la Familia en la formación de los valores, es reflexionar, en primer lugar en la eclesiología de comunión, en donde tenemos la oportunidad de ver cómo la parroquia actualiza “el misterio mismo de la Iglesia presente y operante en ella, pues representa en cierto modo a la Iglesia visible establecida en la tierra”(1),y más aún, es contemplar el “misterio mismo de la Iglesia presente y operante en la familia “Iglesia Doméstica”; y en segundo lugar, contemplar la unidad que existe entre la parroquia y la institución familiar, que como familia de Dios, son una íntima comunidad de vida y de amor.  

Partamos del hecho, de que “la familia constituye el lugar natural y el instrumento más eficaz de humanización y de personalización de la sociedad: colabora de manera original y profunda en la construcción del mundo, haciendo posible una vida propiamente humana, en particular custodiando y transmitiendo las virtudes y los valores»(2). Además, “en nuestros días, en un mundo frecuentemente extraño e incluso hostil a la fe, las familias creyentes tienen una importancia primordial en cuanto faros de una fe viva e irradiadora. Por eso el Concilio Vaticano II llama a la familia, con una antigua expresión, Ecclesia domestica»(3) (LG 11; cfr. FC 21). En el seno de la familia, “los padres han de ser para sus hijos los primeros anunciadores de la fe con su palabra y con su ejemplo…» (4). “El hogar es la primera escuela de vida cristiana y  escuela del más rico humanismo»(5).  

El Concilio Vaticano II señala, respecto al derecho-deber educativo de los padres lo siguiente: “Puesto que los padres han dado la vida a los hijos, tienen la gravísima obligación de educar a la prole y, por tanto, hay que reconocerlos como los primeros y principales educadores de sus hijos. Este deber de la educación familiar es de tanta trascendencia que, cuando falta, difícilmente puede suplirse»(6).  

Ahora bien, en esta gran tarea educativa, la familia no se encuentra sola, es por eso que “la Iglesia tiene la obligación de dar a las familias todas las ayudas posibles, a fin de que puedan ejercer adecuadamente sus funciones educativas»(7), sin olvidar que los padres de familias son los primeros educadores. Es por eso, que la Iglesia acompaña a la familia en su camino, S.S Juan Pablo II nos decía,  “entre los numerosos caminos que tiene la Iglesia en su misión, la familia es el primero y el más importante”(8). Y hoy más que nunca, ante la situación que vive la familia, es apremiante la acción pastoral de la Iglesia, acompañando a la familia paso a paso en las diversas etapas de su formación y desarrollo. De ahí, que a través de la pastoral familiar, de forma particular y específica, la Iglesia como comunidad salvada y salvadora, realiza su misión a favor de las familias, anunciando, celebrando y sirviendo al Evangelio del Matrimonio, la Familia y la vida.   

En este sentido, hay que considerar  a la Iglesia en su doble dimensión: universal y particular, la cual se expresa y realiza en la comunidad diocesana, dividida pastoralmente en comunidades menores, entre las que se distingue, por su peculiar importancia, la Parroquia, “comunidad de comunidades”,(9) que así, como toda la comunidad diocesana, no puede prescindir nunca de tomar en consideración la atención a la familia a través de la pastoral familiar.(10)   

 

LA PARROQUIA  

 

La Parroquia, familia de Dios  

Para comprender el papel de la Parroquia, como organismo que ayuda a la familia en la formación de los valores, hay que precisar lo que entendemos por parroquia; consideremos en primer lugar lo que el  Código de Derecho Canónico nos dice al respecto: “La parroquia es una determinada comunidad de fieles constituida de modo estable en la Iglesia particular, cuya cura pastoral, bajo la autoridad del Obispo diocesano, se encomienda a un párroco, como su pastor propio»(11).  

La parroquia, más que un territorio, estructura o edificio, es una comunidad de fieles, es decir, una comunidad en donde se descubre el rostro familiar y cercano de la Iglesia; que está constituida en la Iglesia Particular, como una célula bajo la autoridad del obispo diocesano, cuya cura pastoral se encomienda a un párroco, quien ejerce de manera autónoma, pero no independiente del obispo, y cuyo deber es “acompañar a las personas y familias a lo largo de sus existencia en la educación y crecimiento de su fe»(12).  

En efecto, la Parroquia, la gran “familia de Dios, como fraternidad, animada por el Espíritu de la unidad, es una casa de familia, fraterna y acogedora, es la comunidad de los fieles»(13) en donde cada uno de sus miembros descubre su identidad, su pertenencia y el sentido de su existencia; es la comunidad formadora de personas; donde se trasmite la vida de gracia; donde se forman los auténticos discípulos misioneros de Jesucristo, donde se celebra la fe y se vive la comunión. En efecto, S.S. Pablo VI, ya señalaba: «Creemos simplemente que la antigua y venerada estructura de la Parroquia tiene una misión indispensable y de gran actualidad; a ella corresponde crear la primera comunidad del pueblo cristiano; iniciar y congregar al pueblo en la normal expresión de la vida litúrgica; conservar y reavivar la fe en la gente de hoy; suministrarle la doctrina salvadora de Cristo; practicar en el sentimiento y en las obras la caridad sencilla de las obras buenas y fraternas»(14).  

La parroquia comunidad de comunidades  

 

La Parroquia “es, en cierto sentido, la misma Iglesia que vive entre las casas de sus hijos y de sus hijas”(15). Es la casa común, donde todos son bien acogidos, la “fuente de la aldea donde todos acuden a calmar su sed”, tal como lo describía SS. Juan XXIII. Es “el lugar de la comunión de los creyentes y, a la vez, signo e instrumento de la común vocación a la comunión”.(16)  

La parroquia es el lugar de encuentro del cristiano, de las familias, en donde se da la comunicación fraterna de personas y de bienes. Las parroquias son células vivas de la Iglesia(17) y lugares privilegiados en donde las familias pueden vivir la experiencia de encuentro con Cristo y de su Iglesia. Las parroquias “encierran una inagotable riqueza comunitaria porque en ellas se encuentra una inmensa variedad de situaciones, de edades y de tareas. Sobre todo hoy, cuando la crisis de la vida familiar afecta a tantos niños y jóvenes, las Parroquias brindan un espacio comunitario para formarse en la fe y crecer comunitariamente”.(18) Están llamadas a ser casas y escuelas de comunión, donde la Palabra de Dios sea acogida, se celebre la Eucaristía, de tal manera que la comunidad parroquial, siguiendo el ejemplo de la primera comunidad cristiana (cfr. Hch. 2,46-47), se reúne para partir el pan de la Palabra y de la Eucaristía, acudan a la enseñanza perseverando en la catequesis, en la vida sacramental y en la práctica de la caridad.  

La parroquia, comunidad formadora en valores 

La ayuda que da la Parroquia a la familia en la formación de valores es muy específica, puesto que es el lugar más cercano a las familias concretas, puesto que puede conocer de manera más directa sus necesidades y de tal modo prestar una atención mucho más directa y eficaz, sobre todo a través de la Pastoral Familiar. En la parroquia se vive de manera intensa un acompañamiento a las familias en cada una de las etapas de su desarrollo, a través de la celebración de los sacramentos, y tiene un contacto inmediato en cada uno de los principales acontecimientos familiares; la Iglesia se va haciendo presente de este modo en la familia de manera privilegiada, de tal manera que llegue a lo profundo de la vida de todas las familias. 

La parroquia, organismo que ayuda a la familia en la formación de valores 

En la Parroquia, la familia cristiana es la primera y más básica comunidad eclesial, en ella se viven y se transmiten los valores fundamentales de la vida cristiana.   

Las parroquias ofrecen un espacio para formarse en la fe y en los valores humanos; los fieles deben experimentar la parroquia como una familia en la fe y en la caridad, en la que se acompañen y ayuden mutuamente en el seguimiento de Cristo.  

Las parroquias deben ser lugares de formación permanente. Para lograr un trabajo más eficaz y fecundo, a favor de la promoción y el fortalecimiento de la vida de las familias y ayudar a la familia en su grave tarea como formadora de valores, es necesario:  

Anunciar con valentía, celebrar con gozo y vivir con esperanza la Buena nueva de la Familia, del matrimonio y de la vida.  

Frente a un mundo en donde se vive el relativismo moral, el pragmatismo, el hedonismo, el egoísmo, la ambigüedad, la superficialidad, es necesario dar razón de nuestra fe, por eso hay que formar discípulos misioneros.  

Que cada parroquia procure la implementación de un equipo, impulsado y promovido por su párroco como responsable, junto con el Obispo, de la Pastoral Familiar.  

Que la parroquia sea un lugar de encuentro en donde confluyan los diversos organismos y movimientos que trabajan a favor de las familias, y trabajar en comunión, bajo la coordinación del párroco, con los diversos grupos parroquiales, para la promoción y desarrollo de la familia.  

Que la parroquia sea también un lugar de encuentro entre los diversos grupos apostólicos, pastorales, y que se tengan en cuenta en todos sus programas formativos la Pastoral Familiar.  

La parroquia debe procurar la preparación y la formación adecuada a los novios, especialmente de los que están próximos a casarse, de los matrimonios jóvenes, de los matrimonios de edad madura, la orientación y consejería de los matrimonios que viven alguna situación de conflicto, de las familias que viven en situación especial e irregular, de las viudas, de los niños de la calle, de las madres solas, de la formación de adolescentes y jóvenes, de la educación en la sexualidad, de la promoción y defensa de la vida en todas sus etapas y de promover en todos los ámbitos la cultura de la vida.  

La parroquia es escuela de santidad, en donde se anuncien, promuevan, difunda y se garanticen los valores humanos y cristianos.   

CONCLUSIÓN  

Por último, no hay que olvidar, que la Parroquia ayuda a las familias, no suple su misión, por eso es necesario tener en cuenta, considerando que en la Iglesia se vive la comunión y participación, el papel de los fieles laicos, especialmente de las familias; por eso su acción  apostólica es necesaria, ya que sin su ayuda los pastores no podrían alcanzar la plena eficacia pastoral.  

En efecto, «La parroquia ofrece un ejemplo luminoso de apostolado comunitario, fundiendo en la unidad todas las diferencias humanas que allí se dan e insertándolas en la universalidad de la Iglesia. Los laicos han de habituarse a trabajar en la parroquia en íntima unión con sus sacerdotes, a exponer a la comunidad eclesial sus problemas y los del mundo y las cuestiones que se refieren a la salvación de los hombres, para que sean examinados y resueltos con la colaboración de todos; a dar, según sus propias posibilidades, su personal contribución en las iniciativas apostólicas y misioneras de su propia familia eclesiástica»(19). 

Si la parroquia es la Iglesia que se encuentra entre las casas de los hombres, sus puertas deben estar siempre abiertas para brindar acogida a todas las familias, y poder saciar su sed, ocasionada por su peregrinar por el desierto desolado, en donde se ha vivido el drama del sin sentido de la vida, en donde se han puesto en riesgo los principales valores humanos y cristianos, particularmente el valor del matrimonio, de la familia y de la vida, en donde las familias se han visto sacudidas violentamente por factores de muerte, que las pierde y desorienta. Sabemos que en lo profundo de su corazón surge la esperanza de poder vivir relaciones más fraternas y humanas y encontrar respuesta ante tanta desolación. Esta respuesta puede encontrarse en la parroquia, “casa abierta a todos y al servicio de todos”, “familia de Dios”.  

Que la parroquia sea la fuente, el manantial a donde la familia  pueda acudir a saciar su sed, y puede responder al llamado que ya hacía S.S. Juan Pablo II: familia se lo que eres, familia vive lo que eres, familia celebra lo que eres, familia cree lo que eres. Creer en la familia es construir el futuro.

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