Gran figura del muralismo mexicano
El pintor falleció en Cuernavaca, Morelos, el 6 de enero de 1974.
Foto: Archivo.
David Alfaro Siqueiros
El Heraldo de Chihuahua
Si por alguien se escucha fuerte el nombre de Chihuahua a grandes niveles ese es David Alfaro Siqueiros, cuya obra monumental ha quedado para la eternidad no sólo en el país sino en el extranjero, conocido como uno de los tres exponentes más importantes del muralismo mexicano, junto con Diego Rivera y José Clemente Orozco.
Nació en Camargo el 29 de diciembre de 1896, aunque desde muy pequeño fue trasladado a vivir primero a Guanajuato y después a la Ciudad de México, donde a la par que estudiaba la preparatoria asistía a la Academia de San Carlos de Bellas Artes, y en 1911 con tan sólo 15 años, Siqueiros se vio involucrado en una huelga estudiantil porque se protestaba contra el método de enseñanza de la escuela y urgía la destitución del director. Sus protestas con el tiempo llevaron al establecimiento de una «academia al aire libre» en Santa Anita. A los 18 años, Siqueiros y varios de sus colegas de la Escuela de Bellas Artes se unieron al movimiento revolucionario, permitiéndole viajar por todo el país, aprendiendo lo suficiente sobre la cultura mexicana y las crudas luchas cotidianas de los trabajadores y los campesinos pobres, temas que utilizó para sus primeras creaciones. En 1919, y ya en París, absorbió la infl uencia del cubismo, intrigado en particular con Cézanne y el uso de grandes bloques de color intenso. Ahí fue donde conoció a Diego Rivera y viajó con él por Italia estudiando a los grandes pintores al fresco del Renacimiento. Con la firme idea de que el arte estaba inextricablemente unido a la política, se promulgó por una renovación espiritual para regresar a las virtudes de la pintura clásica, además de que creía que un espíritu constructivo es esencial para un arte con sentido, que se alza por encima de la mera decoración o temas falsos o fantásticos. A través de este estilo Siqueiros tenía la esperanza de crear un estilo que enlazara el arte nacional con el universal.
En su obra, así como en su escritura, Siqueiros buscaba un realismo social que aclamara a los pueblos proletarios de México y el mundo, al mismo tiempo que evitaba los clichés del primitivismo y el indianismo a la moda. En 1923, Siqueiros ayudó a fundar el Sindicato de Pintores, Escultores y Grabadores Mexicanos Revolucionarios, que afrontaba el problema de amplio acceso público a través del periódico sindical El Machete. Poco después, Siqueiros pintó su famoso mural Entierro de un Trabajador en el hueco de la escalera del Colegio Chico, mostrando a mujeres indígenas lamentándose sobre un ataúd, decorado con una hoz y un martillo. A pesar de ser despedido de su puesto docente bajo el Departamento de Educación en 1925, Siqueiros permaneció hondamente implicado en actividades laborales, en el sindicato, así como en el Partido Comunista Mexicano, hasta que fue encarcelado y con el tiempo padeció el exilio a principios de 1930.
Siempre pensando en los pobres y en que la política debía ser para beneficiarlos y no al contrario, Siqueiros realizó una serie de litografías de tema político, muchas de las cuales se expusieron en Estados Unidos; al tiempo que fue engrandeciendo su obra con Niño Sentado, El Llamado de la Libertad, Suicidio Colectivo, Autorretrato, Marcha de la Humanidad, Del Porfirismo a la Revolución, Nuestra Imagen Actual y La Nueva Democracia, entre otras más, mientras que en Los Ángeles pintó América Tropical, Mitin en la Calle y Retrato Actual de la Ciudad de México; en Nueva York, Eco de un Grito y El Suspiro; en Chile, Muerte al Invasor; en Cuba, Alegoría de la Igualdad Racial en Cuba, y en Argentina el mural Ejercicio Plástico.
En 1964, luego de 4 años de estar en prisión en los que no dejó de pintar, Siqueiros reunió un equipo de artistas nacionales e internacionales para realizar el mural que decoraría la Sala de Convenciones del Hotel Casino de la Selva, que luego fue reubicado a la Ciudad de México, creándose entonces el Polyforum Cultural Siqueiros. David Alfaro Siqueiros falleció en Cuernavaca, Morelos, el 6 de enero de 1974. Su cuerpo fue inhumado en la Rotonda de los Hombres Ilustres, pero días antes de su muerte donó su casa en Polanco al pueblo de México que, desde 1969, la había dedicado a Salas de Arte Público y al Museo de Composición de Pintura Mural.